Maria Jo?o Pires extrae la esencia de la m¨²sica pura
El pianismo perfecto de la artista puso en pie al p¨²blico del Palacio de Festivales de Santander, donde la int¨¦rprete portuguesa ofreci¨® el mi¨¦rcoles un programa Chopin-Mozart.
En sus d¨ªas finales, especialmente brillantes, el 52? Festival Internacional de Santander ha recibido a la excepcional pianista Maria Jo?o Pires en un programa Chopin-Mozart, o, lo que es lo mismo, nos enriquecimos durante un par de horas con la m¨²sica pura y trascendente, "la m¨²sica misma" como dec¨ªa Luis Cernuda de Mozart.
Maria Jo?o vino al mundo, como se dijo de Chopin, "envuelta en m¨²sica", y a¨²n dir¨ªa que m¨¢s que envuelta, sustanciada. Ella es toda m¨²sica cuando bucea en el interior de los pentagramas para extraer de ellos hasta la ¨²ltima gota de belleza: puede ser una apurada gradaci¨®n din¨¢mica, unos silencios calibrados como m¨²sica en toda la exactitud de su valor, un rubato apenas perceptible. Un cantar infinito, un orden sereno, algo que cuando termina cada obra y el concierto entero quisi¨¦ramos seguir escuchando y no s¨®lo en el interior de la memoria.
Tras dos Fantas¨ªas -en fa menor y la Impronto, en do sostenido menor- qued¨® abierta la gran puerta de lo dif¨ªcilmente explicable. Maria Jo?o Pires, como hac¨ªa el mismo Chopin, rindi¨® despu¨¦s homenaje a Mozart a trav¨¦s de la Sonata en si bemol, resplandeciente desde su ritmo interno y su exteriorizaci¨®n comunicativa, tanto en la andadura cantabile o en la graziosa del tiempo final.
Despu¨¦s del intermedio, necesario punto de reposo para el asombro, de nuevo Chopin en su III Sonata en si menor. La gran forma se produce cual fen¨®meno natural, como expresi¨®n firme y sensitiva o catarata de la que se despega la melod¨ªa.
Resulta dif¨ªcil explicar un concierto como el de la Pires en t¨¦rminos de palabras cuando la m¨²sica es, a su vez, otro lenguaje y otro pensamiento regido por sus propias leyes. Mas lo cierto es que Maria Jo?o y su pianismo perfecto pusieron en pie a una audiencia tan numerosa como nunca pudieron so?ar ni Mozart ni Chopin. El Palacio de Festivales parec¨ªa la Plaza Porticada reunida con el "aplauso mult¨¢nime", que dir¨ªa Gerardo Diego, para el gran arte que, si bien est¨¢ en la historia, permanece vivo y real cada vez que un talento, un genio como el de Pires, lo transmite e intensifica.
En medio de las aclamaciones, Maria Jo?o nos regal¨® dos preludios, verdaderas joyas de la corona chopiniana. Frente a una int¨¦rprete de los quilates de Maria Jo?o Pires no bastan aclamaciones. Mientras aplaud¨ªamos hasta rompernos las manos musitamos una y otra vez: gracias.
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