Negros y blancos en ?frica
Karen Blixen revela su pensamiento en estos ensayos. Textos que muestran, adem¨¢s, el impacto que le caus¨® ?frica, a la que mira con honestidad y sin condescendencia. Y a una mujer que observa la vida y el papel reservado a su g¨¦nero con inteligencia y sentido del humor.
"Cada uno de nosotros siente en su coraz¨®n la inherente riqueza y extra?eza de una sola cosa: su propia vida". La frase de Karen Blixen resume casi perfectamente su propia historia: la de una mujer que hizo para s¨ª misma una vida rica y extra?a lejos de la que parec¨ªa corresponderle como representante de la clase alta danesa de principios del siglo XX, asfixiante y mon¨®tona. Para ello cont¨® con dos grandes ventajas: por un lado, sus formidables dotes de narradora, que llevaron a Ernest Hemingway a pedir el Nobel para ella en el mism¨ªsimo acto en que recibi¨® el suyo. Y, por otro, la sorprendente circunstancia de conseguir vivir durante casi veinte a?os en ?frica oriental.
De Karen Blixen (o Isak Dinesen, como firm¨® la mayor¨ªa de sus libros) se conocen sobre todo sus cuentos y el famoso Out of Africa , al que buena parte de los lectores norteamericanos y europeos debemos nuestra idea del continente negro. Pero Blixen fue tambi¨¦n una gran articulista: son estas p¨¢ginas las que ahora se re¨²nen en Ensayos completos, 11 textos decisivos para conocer su pensamiento y para apreciar el enorme impacto que tuvo ?frica en toda su obra.
ENSAYOS COMPLETOS
Karen Blixen
Traducci¨®n de Jes¨²s Pardo
Losada. Madrid, 2003
427 p¨¢ginas. 26 euros
Algunos han acusado a Dinesen de racista o, al menos, de contar ?frica desde la perspectiva de una europea condescendiente, demasiado aficionada a hacer comparaciones entre los negros y los animales salvajes. Es cierto que abusaba de esas im¨¢genes, pero tambi¨¦n lo es que la escritora danesa fue cualquier cosa menos una europea condescendiente. Su poder de observaci¨®n y su honestidad la salvaron siempre de caer en visiones caritativas. Adem¨¢s, odiaba la compasi¨®n como concepto cristiano y se vanagloriaba de poseer una visi¨®n aristocr¨¢tica de la vida (se empe?¨® en usar el t¨ªtulo de baronesa aunque no le correspond¨ªa desde el divorcio de su marido).
No hay condescendencia en
su an¨¢lisis de la degradaci¨®n de los blancos. El problema, viene a decir en uno de estos ensayos, no es la suerte de los negros sino la injusticia de los blancos: "No era compasi¨®n lo que me mov¨ªa, muchas veces he pensado que la pena y la compasi¨®n ocupan demasiado lugar en la mentalidad moderna. Lo que realmente me mov¨ªa era un deseo de que mi raza se comportase con justicia, una honda aversi¨®n a verla degradarse de esa forma (
...) No me impresiona nada el que mueran unos cuantos cientos de ind¨ªgenas en una inundaci¨®n -me daba cuenta de que son cosas de la vida-, pero otra cosa era para m¨ª, como ocurri¨®, que un hombre blanco prefiriera, en momentos de mucho apuro, tirar v¨ªveres y agua antes que repartirlos entre los negros".
Karen Blixen fue perfectamente consciente de lo que supon¨ªa el colonialismo y del extraordinario poder que pose¨ªa ella misma en cuanto blanca. "El poder es nuestro", escribe, "poder con nuestra tremenda superioridad t¨¦cnica para mostrar desd¨¦n por sus valores y sus ideas, sus tradiciones y las cosas de su propiedad; poder para destruir buena parte de su cosmovisi¨®n. En una palabra, poder para abolir su existencia por completo". Y ese poder no le gusta: "Yo puedo decir aqu¨ª, con plena conciencia de lo que digo, que ¨¦sa es una experiencia insatisfactoriamente buena, una grandeza est¨¦ril...".
Blixen comprendi¨®, por el
contrario, que su contacto con los africanos le ofrec¨ªa la posibilidad de cambiar su propia visi¨®n del mundo y de s¨ª misma: "Mientras usted les pone (a los africanos) al corriente de sus costumbres sociales e intelectuales, va d¨¢ndose cuenta, poco a poco, de que lo que est¨¢ dici¨¦ndoles no representa en realidad su verdadera esencia. ?Que ser¨¦ yo cuando deje de ser la persona que me cre¨ªa? La respuesta m¨¢s exacta a esa pregunta ser¨¢: un ser humano, pura y simplemente un ser humano. Debo decir que fue una suerte grande e inesperada, una liberaci¨®n. ?se es el momento de mandar, por fin, al diablo todos los convencionalismos".
La escritora nunca fue tampoco ingenua respecto a su propio papel: "Yo he querido a los ind¨ªgenas desde el primer d¨ªa de mi estancia en ?frica y puedo asegurar que ¨¦se es el sentimiento m¨¢s intenso que he tenido en mi vida. Los ind¨ªgenas nunca me quisieron a m¨ª en reciprocidad. Y es que entre los que tienen el poder exterior y los que est¨¢n sometidos a ¨¦l, ese fort¨ªsimo sentimiento no puede caer del cielo".
Blixen se pregunta qu¨¦ es lo que hace que los blancos sean atractivos a los ojos de los negros y encuentra una explicaci¨®n original: es indudable que la riqueza y el poder tienen una gran fuerza magn¨¦tica, pero adem¨¢s existen otras dos grandes cualidades: "Tenemos fantas¨ªa. Inventamos cosas, y donde quiera que estamos siempre ocurre algo".
Todos los ensayos de la escri
tora danesa est¨¢n recorridos por un formidable sentido del humor, especialmente presente en los "daguerrotipos" escritos para ser le¨ªdos por la radio. Lo mismo sucede con el dedicado al matrimonio moderno o a su peculiar visi¨®n del feminismo, con una interesante reivindicaci¨®n de la bruja como la mujer cuya existencia ha sido siempre independiente del hombre. "La esencia del ser en el hombre est¨¢ en lo que lleva a cabo y logra", afirma. "La de la mujer en lo que es y en su entorno". Es necesario lograr la equiparaci¨®n de los dos sexos, mantiene, pero cuando est¨¦ dentro de la fortaleza, "la mujer deber¨ªa quitarse el yelmo masculino con el que se ha disfrazado y que todos vean que es eso, una mujer y no un p¨ªcaro disfrazado".
Los ensayos terminan con un breve texto sobre los lemas que Blixen eligi¨® en diferentes ¨¦pocas de su vida. "Essayez" ( con frecuencia en apuros, nunca asustada), rigi¨® su juventud; "Je responderay" (el lema familiar de su amigo Finch-Hatton) marc¨® su ¨¦poca en Kenia; y, de repente, como dice ella misma con iron¨ªa, entr¨® muy silenciosamente en su vida el moto de una vieja ciudad con tres murallas. Sobre el primer port¨®n se le¨ªa: S¨¦ auda z. Sobre el segundo, S¨¦ audaz. Y sobre el tercero, No seas demasiado audaz.
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