Estampas vivas de China
A un delicioso e inteligente viaje por la cuenca del r¨ªo Yangzi invita Somerset Maugham en este libro. Im¨¢genes que muestran, adem¨¢s, el contraste entre occidentales y chinos.
Es una delicia viajar con Somerset Maugham. Da lo mismo ad¨®nde vaya: sabe ver, sabe elegir entre lo que ve, sabe darle relieve, sabe manejar su cultura y su curiosidad a partes iguales y con toda naturalidad y sabe escribir estupendamente. Este libro es una selecci¨®n de las m¨²ltiples anotaciones que hizo a lo largo de sus viajes por la cuenca del r¨ªo Yangzi durante los inviernos de 1919 y 1920. Esas anotaciones las seleccion¨®, reescribi¨® y orden¨® con la intenci¨®n no tanto de relatar en continuidad los avatares de un viaje cuanto las im¨¢genes cargadas de sentido que lo impresionaron durante el viaje. As¨ª, estamos ante una sucesi¨®n de estampas vivas que transmiten, en primer lugar, esa atenci¨®n que s¨®lo el respeto y la sorpresa ante un mundo ajeno puede permitir a los ojos de un occidental cargarse de serenidad y -c¨®mo no trat¨¢ndose de un escritor ingl¨¦s cosmopolita- de esa calidad de iron¨ªa que aplica, sobre todo, al resto de occidentales que pueblan estas p¨¢ginas, empezando por sus propios compatriotas; tierna iron¨ªa o bien maliciosa, seg¨²n los casos y los personajes.
EN UN BIOMBO CHINO
William Somerset Maugham
Traducci¨®n de Miguel Mart¨ªnez-Lage
Pen¨ªnsula. Barcelona, 2003
208 p¨¢ginas. 19,90 euros
El contraste -o conflicto- entre occidentales y chinos es constante desde el primer momento. En cuanto a los primeros, ninguno escapa a su perspicaz mirada en la medida que viven, a pesar de todo y de cualquier cantidad de a?os de estancia, aferrados a su cultura de origen y muy poco propicios a entender el entorno en el que, por una u otras razones, viven y trabajan, a gusto o a disgusto. Esa iron¨ªa suele ser del estilo de la que elijo ahora como muestra: "Ahora bien, de sus nutridas lecturas no hab¨ªa adquirido un ¨¢pice de tolerancia sino m¨¢s bien un exceso de vanidad". O cuando se refiere a los occidentales reunidos en una fiesta de diplom¨¢ticos: "Habitaban un mundo en el que Cop¨¦rnico jam¨¢s existi¨®: para ellos el sol y las estrellas giraban obsequiosos en torno a la Tierra misma, en cuyo centro estaban ellos".
Hay retratos formidables; por ejemplo, el del misionero en Miedo, impresionante por su hondura dram¨¢tica; hay -los justos- paisajes de verdadera intensidad l¨ªrica y ajustada imagen; hay compasi¨®n en su mirada cuando pinta escenas como la de El mulo de carga, compasi¨®n exenta de simpleza y de facilismo. Hay retratos de los propios orientales en los que no ahorra dureza e indignaci¨®n, como el del ministro venal, cruel, corrupto que, sin embargo, es un refinado coleccionista de arte chino y cuya rapacidad contribuye a la desaparici¨®n y p¨¦rdida del pasado que ama; est¨¢ en la estampa titulada El canto rodado y muestra de manera excelente esa mezcla de flema y de firme convicci¨®n moral que sabe hacer convivir perfectamente en la medida que, sin expresar directamente una opini¨®n concerniente a sus principios, consigue hacerla patente de manera indirecta a trav¨¦s de la sugerente transparencia de su escritura. Un ejemplo excelente de su propio talante es el texto en el que se muestra la conmoci¨®n y emocionado orgullo de un viejo europeo -el propio William Somerset Maugham- ante la aparici¨®n de un fragmento de estatua griega en el lado chino de la frontera del T¨ªbet, un probable busto de Alejandro que quiz¨¢ un comandante del ej¨¦rcito macedonio llev¨® hasta las puertas de la m¨¢s antigua civilizaci¨®n oriental.
Y hay textos que son relatos en s¨ª mismos como El taip¨¢n
, admirable hasta en su previsible final; o esa diminuta novela titulada Una partida de billar; e incluso, estampas que le causan suficiente preocupaci¨®n y atenci¨®n como para desear escribir un cuento con ellas. Otro de los textos, El fracaso, es un prodigio en cuanto que relata la historia de un perdedor bien ajeno a la clase de perdedores destinados tan s¨®lo a dar pena al lector y que tanto proliferan en la literatura sentimental y acr¨ªtica de nuestro tiempo. Y as¨ª sucesivamente, de uno a otro, el lector va disfrutando de este ejercicio de inteligencia y sensibilidad que es el libro de Somerset Maugham. Ciertamente se trata de un viaje de principios de siglo, de entreguerras, y Maugham se corresponde con la ¨¦poca, pero la mejor lecci¨®n no es s¨®lo la de un estilo admirable anclado en la buena tradici¨®n anglosajona, sino el ver c¨®mo una mente culta y l¨²cida y de un refinado hedonismo es capaz de colocarse en cualquier situaci¨®n, por el imperioso deseo de saber y conocer, con una comprensiva humildad y un talante aventurero que se complementan a la perfecci¨®n. Lo dicho: un viaje delicioso, un triunfo de la inteligencia.
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