Cabos sueltos
Una vuelta de tuerca a la guerra de los sexos intenta dar Tim O'Brien en Gato enamorado. El estadounidense ha querido escribir una farsa con un Don Juan moderno y vengativo.
Como ya demostr¨® en Las cosas que llevaban, Tim O'Brien es un narrador con recursos y talento que sabe bucear en el dolor y la perplejidad de la vida y regresar a la superficie con unos cuantos doblones de lucidez y verdad. Sin embargo, a veces desentierra en el fango botas de clavos con la puntera abierta en una mueca de inc¨®modo patetismo. Y ¨¦ste es el caso de Gato enamorado, una novela que arranca bien, con muchas promesas lanzadas al lector como gui?os de una dama solitaria en la barra de un bar, y que luego va resultando una narraci¨®n inflada, excesiva y gratuita, aunque eso s¨ª, sobrada de recursos.
La intenci¨®n era loable: un Don Juan moderno, Thomas Chippering, quiere vengarse del rechazo de su pareja y en el camino nos permite conocer una gran variedad de tipos de mujer. Un hombre que jam¨¢s acepta un no de los labios de una mujer tiene madera de personaje de novela. En el fondo, un hombre triste, incapaz de afrontar su propia soledad. Pero lo que O'Brien nos da es un tipo pedante y ambiguo que est¨¢ todo el tiempo justificando sus acciones y pretende en vano forzar nuestra sonrisa. O'Brien quer¨ªa escribir una farsa, una comedia de costumbres, una especie de vuelta de tuerca a la guerra de los sexos. El problema es que se encontr¨® con la "correcci¨®n pol¨ªtica" a la que de manera soterrada pretend¨ªa criticar y entonces la historia adolece de irrealidad, clich¨¦s y personajes sin relieve. Gato enamorado es un magn¨ªfico ejemplo de c¨®mo una narraci¨®n en primera persona puede aniquilar una novela.
GATO ENAMORADO
Tim O'Brien
Traducci¨®n de Daniel Najm¨ªas
Anagrama. Barcelona, 2003
401 p¨¢ginas. 19 euros
De nuevo, igual que en su anterior relato, el "tema" de Vietnam es lo m¨¢s veros¨ªmil que nos ofrece este escritor que pas¨® un a?o en aquella guerra. Esas misiones en la jungla para informar de posibles blancos a los bombarderos hubieran formado por s¨ª solos un hilo narrativo de gran alcance dram¨¢tico si el novelista hubiera concentrado todos sus esfuerzos en ¨¦l. Pero no lo hizo, pues su ambici¨®n iba por otros derroteros. "Estamos rodeados de cabos sueltos, llenos de porqu¨¦s y quiz¨¢s", escribe con raz¨®n Tim O'Brien. Pero para eso existen las novelas, para atar cabos sueltos.
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