"Tengo la misma fuerza que un alpinista"
Rub¨¦n Gallego narra en su alegre y estremecedor primer libro su vida como paral¨ªtico cerebral
A Rub¨¦n Gallego (Mosc¨², 1968) le encanta re¨ªrse. Es un tipo cordial y tiene una inteligencia y un sentido del humor demoledores. Su cabeza, cubierta por una melena negra y agitanada, funciona a toda prisa y contrasta con su cuerpo de ni?o africano: los brazos muy delgados, las piernas dos simples palos. En la luminosa casa madrile?a donde vive desde hace dos a?os con su madre, Aurora Gallego, y su hermana, Ana, Rub¨¦n habla en ruso a velocidades supers¨®nicas. Tambi¨¦n en espa?ol, m¨¢s despacio, mientras se mueve r¨¢pido con su silla de ruedas el¨¦ctrica y negra pulsando con el ¨ªndice de la mano izquierda, el mismo que usa para escribir, un bot¨®n como los de las m¨¢quinas de marcianos.
"Hay miedo, siempre. Pero prefiero no hablar de eso. Para sobrevivir hay que ser optimista"
"El para¨ªso no existe en la Tierra, aunque mucha gente so?¨® que la URSS lo era"
"Encontrar a una madre que crees que no existe es un milagro y una desgracia"
Alguien podr¨ªa pensar que ha llegado de otro planeta, y no le faltar¨ªa raz¨®n. En Blanco sobre negro (Alfaguara, traducci¨®n de Ricardo San Vicente), Gallego narra con alegr¨ªa el periplo terrible por distintos orfanatos y geri¨¢tricos de la vieja Uni¨®n Sovi¨¦tica, desde que en 1969 se lo quitaron a su madre hasta 1990, cuando se escap¨®. Su vida fue un infierno blanco, hecho de techos blancos, batas blancas y s¨¢banas blancas.
Como ant¨ªdoto a la PCI (par¨¢lisis cerebral infantil), a los malos tratos, el fr¨ªo, la malnutrici¨®n y el odio, Gallego se refugi¨® en su cerebro. Cerr¨® los ojos, empez¨® a ver letras blancas desliz¨¢ndose por el techo negro y las pas¨® al papel en peque?os relatos. Cada uno de ellos, con su prosa desnuda y a ratos muy po¨¦tica, resume el inveros¨ªmil triunfo del desahuciado. "Como siempre en la vida, la franja blanca cede su lugar a la negra, la fortuna se turna con las decepciones", escribe hacia el final. "El negro es el color de la lucha y la esperanza. El color del cielo nocturno, el fondo preciso y seguro de los sue?os. El color de las quimeras y los cuentos, el color del mundo interior de los ojos cerrados. El color de la libertad, el color que yo eleg¨ª para mi silla de ruedas el¨¦ctrica".
Pregunta. ?Todo lo que cuenta en el libro es real?
Respuesta. Todo. Pero para explicar la realidad a veces necesitas cambiar algo, inventar un peque?o trozo de texto. La realidad no se puede contar punto por punto. Y yo quer¨ªa ense?ar, explicar y mejorar las victorias de las personas y las almas. Porque las victorias son m¨¢s significativas para sobrevivir que para vivir. Yo no quiero tristezas. No puedo escalar el Everest. Bueno, y qu¨¦. T¨² seguramente tampoco.
P. No, no.
R. ?Lo ves?
P. ?Por eso el libro es alegre?
R. No es triste porque no es sobre m¨ª. Es sobre cualquiera. Sobre ti mismo. Si fuera sobre m¨ª no significar¨ªa nada. Es para ti.
P. Un libro de autoayuda.
R. ?Claro! Ja, ja. Si un joven lo lee quiz¨¢ pueda escalar el Everest.
P. Desde luego el libro ense?a a tener valor y entereza cuando vienen mal dadas.
R. Lo importante es creer que puedes hacer cualquier cosa. Yo tengo la misma fuerza que un alpinista. Tengo la locura del alpinista. Todos tenemos esa capacidad. Y los alpinistas est¨¢n tan locos como los periodistas o los escritores. Cuando quieres mucho algo y te dicen que no puedes tenerlo es cuando m¨¢s persistes en alcanzarlo. Es verdad que no todos pueden conseguirlo. Mucha gente intenta subir el Everest, no todos pueden.
P. El libro narra tambi¨¦n la normalidad con que el hombre se acostumbra a las situaciones l¨ªmite. Y en eso recuerda a la novela de Imre Kert¨¦sz sobre su vida en Ausch-witz cuando era adolescente.
R. Todo est¨¢ en la cabeza. La libertad, la normalidad, todo. Si el libro es malo, todos ver¨¢n en ¨¦l lo mismo que t¨². Si es bueno, cada uno entender¨¢ lo que quiera. Si t¨² dices que se parece al testimonio de Kert¨¦sz, entonces tienes raz¨®n.
P. ?Pas¨® mucho miedo? En el libro s¨®lo se entrev¨¦ que lo pas¨®.
R. Hay miedo siempre. Pero no lo cuento, prefiero no hablar de eso. No porque yo sea m¨¢s inteligente que otros, sino porque mi ¨²nica posibilidad de sobrevivir es ser optimista. Si no crees que puedes subir el Everest, no lo subes. Si no crees que puedes dirigir tu peri¨®dico, no hubieras entrado en ¨¦l.
P. Pero aquella normalidad no era igual que ¨¦sta de ahora, en Madrid, con su madre, su hermana y una silla para moverse.
R. Yo no pensaba en mi situaci¨®n, para m¨ª aquello era la vida normal. Pero ten¨ªa que luchar por cambiarla porque no me gustaba mucho. Y cambi¨®. Ahora vivo con mi madre y sigo tratando de sobrevivir.
P. Algunas madres son como c¨¢rceles...
R. Cuando una persona est¨¢ en una situaci¨®n muy dura tiene dos posibilidades: ser un h¨¦roe o ser una c¨¢rcel para los dem¨¢s. Hay muchas mujeres a las que han quebrado. Pero cuando una persona deja de ser una persona nunca es por su culpa. Aunque es verdad que mi madre y mi hermana hablan 24 horas, no, 27 horas al d¨ªa.
P. En el libro cuenta su viaje a Estados Unidos. ?C¨®mo pudo cruzar el "tel¨®n de acero"?
R. Mis maestros, en Rusia, siempre dec¨ªan que a los est¨²pidos les gusta ense?ar a todo el mundo y a los inteligentes les gusta aprender de todo el mundo. Vino una delegaci¨®n de minusv¨¢lidos a visitarnos al orfanato, pill¨¦ a uno que iba en silla de ruedas por el pasillo, habl¨¦ mucho con ¨¦l y logr¨¦ que me invitaran, aunque no como minusv¨¢lido sino como t¨¦cnico inform¨¢tico.
P. ?Picaresca espa?ola?
R. Claro, el primer libro espa?ol que le¨ª antes de venir fue El Lazarillo de Tormes.
P. Hay un relato que se titula Big Mac. ?Le gusta el McDonalds?
P. No, es McMierda, pero con la Coca-Cola es el m¨ªnimo imprescindible que uno puede esperar de la sociedad avanzada. Cuando llegu¨¦ a Am¨¦rica tardaron 15 d¨ªas en darme una silla. Luego me llevaron al McDonalds y fue como un milagro. Ten¨ªan accesos para sillas y hab¨ªa comida y bebida muy barata. Aqu¨ª he visto McDonalds sin accesos. ?Eso no es un McDonalds! ?La idea era un m¨ªnimo de comida para todo el mundo! ?No importa para qui¨¦n, ni qu¨¦ comida den, s¨®lo que sea barata!
P. Que no s¨®lo sea para lo que usted llama "andantes". Es decir, democracia para todos. Como aqu¨ª.
R. (Se r¨ªe mucho). ?Claro, la misma que vi cuando estuve en Am¨¦rica! La Cruz Roja distribuyendo comida para todos. ?Ja, ja! Ser¨ªa fant¨¢stico. All¨ª me ense?aron que no deb¨ªa decir que Estados Unidos es el ¨²nico pa¨ªs democr¨¢tico del mundo, que hay muchos m¨¢s donde tienes derechos, y Cruz Roja. Pero cuando llegu¨¦ aqu¨ª tuve que ir a la tele para pedir una silla de ruedas. Aunque cre¨ªa que en este pa¨ªs todo el mundo tiene una silla si la necesita. Aurora, que es mi Cruz Roja adem¨¢s de mi madre, ten¨ªa que conseguirme los papeles y yo me quedaba en el hotel sin poder salir ?y costaba 30 euros al d¨ªa tener una persona que me cuidara! La Cruz Roja no pod¨ªa atenderme porque no soy espa?ol, no tengo papeles, soy un ilegal. Luego un d¨ªa vino una persona de una asociaci¨®n de minusv¨¢lidos a casa ofreciendo ayuda a cambio de comprar un calendario. "?Qu¨¦ alegr¨ªa!", grit¨® Aurora, "?Rub¨¦n, ven aqu¨ª!". Salgo, oigo su historia, le pregunto si tienen voluntarios, me dice que no, le digo si pueden informarnos, dice que tampoco... ?Y qu¨¦ hac¨¦is? "S¨®lo cuestiones t¨¦cnicas". ?Qu¨¦ bien, se me ha fundido la lamparita de la silla! Por lo menos nos dej¨® el calendario en dos euros y nos descont¨® dos. Un a?o despu¨¦s, justo el mismo d¨ªa, el mismo muchacho llam¨® otra vez a la puerta.
P. El capitalismo est¨¢ muy bien organizado. Ahora mismo la Cruz Roja est¨¢ repartiendo comida en Irak.
R. S¨ª, es verdad. ?Espero que sean Big Mac!
P. Una gran mayor¨ªa de los ciudadanos del este de Europa sigue teniendo fe en Estados Unidos. ?Usted no?
R. No, no, pienso como la mayor¨ªa. El Plan Marshall, la liberaci¨®n, todo aquello fue verdad. Simplemente no me hago ilusiones. No es una cuesti¨®n de comunismo o de capitalismo. Odio la pol¨ªtica a alto nivel en general. La alta pol¨ªtica estrope¨® mi vida. No el socialismo o el capitalismo. Ni envidio a los pol¨ªticos ni los juzgo, simplemente no los comprendo. ?C¨®mo pueden decidir cosas que afectan a millones de personas? Si mi madre va a cocer huevos nos pregunta a mi hermana y a m¨ª si queremos. Si tiene que cocer para un mill¨®n, a muchos no les apetecer¨¢n o se quedar¨¢n sin huevo, o les tocar¨¢ tortilla (ja, ja) ?T¨² tienes una mujer?
P. S¨ª...
R. ?Y podr¨ªas cuidarla igual si te regalaran mil m¨¢s? Cuando escribo de Estados Unidos hablo de la gente, no de los Estados Unidos. Hablo de un pa¨ªs de sue?os, de cosas so?adas. El para¨ªso no existe en la Tierra, aunque mucha gente so?¨® que la URSS lo era. Por lo dem¨¢s, no pido nada a nadie. La Cruz Roja no me debe nada. S¨®lo necesito un ayudante que libere a mi madre de esta esclavitud, es lo m¨¢s urgente para un minusv¨¢lido. Pero como no soy espa?ol... S¨®lo lo soy para El Corte Ingl¨¦s, que en la tarjeta donde anuncia la firma del libro pone que soy espa?ol.
P. ?Todo el poder para El Corte Ingl¨¦s?
R. ?Me encanta! Es lo mejor que hay en Espa?a. Mejor que el McDonalds. La comida es mucho mejor y hasta los aseos est¨¢n adaptados para minusv¨¢lidos. Es totalmente accesible. Y, sobre todo: ?si no te gusta un Corte Ingl¨¦s, puedes irte a otro Corte Ingl¨¦s!.
P. ?Qu¨¦ se siente al encontrar a una madre creyendo que no existe?
R. Es un milagro. Y una tragedia. M¨¢s milagro que tragedia, porque yo soy optimista. Sabes lo que te has perdido, c¨®mo hubiera podido ser, y es un poco triste, sobre todo si est¨¢s con una hermana que estuvo siempre con ella. Hay muchas cosas que no podr¨¦ hacer porque no tuve madre de peque?o. Soy m¨¢s duro de lo que me gustar¨ªa ser. M¨¢s fuerte. Pero soy fuerte.
P. ?Y c¨ªnico?
R. Soy rom¨¢ntico.
P. Al final del libro agradece a sus dos mujeres y a sus dos hijas por haberlo sido. ?Sigue casado?
R. ?C¨®mo explic¨¢rtelo! Ella vive en Rusia, ha rehecho su vida.
P. ?Y sigue siendo padre de las ni?as?
R. Padre es el que trae el dinero a casa.
P. Con el libro va a ganar dinero.
R. Esper¨¦moslo. ?Claro que s¨ª!
P. Y lo de los papeles se arreglar¨¢ m¨¢s f¨¢cilmente.
R. Me dicen que tengo que ir a Mosc¨² a pedir el visado para volver a Espa?a. Con esta silla llego a Mosc¨², pero no quiero ir. Me dan toneladas de cari?o y simpat¨ªa, pero nadie nos da una soluci¨®n. Y mi madre tiene que cargar con todo. Mi hermana Ana ha venido de Alemania porque ella se estaba hundiendo.
P. A pesar de todo eso, ?est¨¢ escribiendo el segundo libro?
R. S¨ª, est¨¢ en marcha. El tercero o cuarto ser¨¢ sobre Espa?a. Tengo ya tres o cuatro relatos, con mucho humor. Antes pensaba que Espa?a era un hidalgo loco paseando por un pa¨ªs loco con un campesino no menos loco, pero ahora s¨¦ que ¨¦sa es la Espa?a normal, que Quijote y Sancho hac¨ªan cosas totalmente normales todo el tiempo.
P. ?Ha le¨ªdo a Dickens?
R. Claro, y pensaba que Oliver era idiota. Tiene brazos, piernas, puede correr, puede robar, puede comer... ?Qu¨¦ problema!
P. Usted no anda, pero tambi¨¦n es un caballero andante.
R. Yo soy como Don Quijote. ?No, soy como Cervantes! Igual que Cervantes antes de escribir la segunda parte, cuando dice "gracias a todos los que me ayudaron". Quiz¨¢ necesite un conde o un duque, como ¨¦l. Un mecenas. A Cervantes le acusaron de escribir despacio por tener un solo brazo y dijo: "?Pero si escribo con el otro!".
P. ?Escribe muy r¨¢pido?
R. Seg¨²n la inspiraci¨®n. Puedo escribir 20 p¨¢ginas diarias.
P. ?Y qu¨¦ es lo que m¨¢s le gusta de Espa?a?
R. La gente. Est¨¢s media hora intentando entrar a un bar con la silla y todo el mundo ayuda y sonr¨ªe. Nunca he sentido una mala mirada.
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