Varios modelos aspiran a competir por el Premio X para nuevos veh¨ªculos espaciales
Russell Blink se est¨¢ enfundando un traje espacial. Uno de verdad, que ha sido dise?ado para los astronautas rusos. John Carmack, su compa?ero de sue?os, lo compr¨® por 5.000 d¨®lares. Al igual que las tecnolog¨ªas para fabricar motores cohetes que vienen en los cat¨¢logos industriales, el traje espacial estaba simplemente ah¨ª, al alcance. "Verdad que es maravilloso todo lo que puede uno encontrar hoy en d¨ªa en eBay?", exclama Carmack, sonriendo con picard¨ªa.
Si el pasado de los vuelos espaciales pertenece a la NASA, criticada por el desastre del transbordador Columbia, el futuro de la navegaci¨®n espacial puede estar empezando aqu¨ª, en un conjunto de oficinas al este de Dallas (Tejas), rodeado de talleres de reparaciones, almacenes arrendados de maquinaria pesada y tiendas de azulejos. En un almac¨¦n de altos techos, un grupo de personas totalmente entregadas a la tarea y dirigidas por Carmack, un millonario especializado en programas inform¨¢ticos, se afana en la construcci¨®n de un cohete a partir de componentes en gran parte ya existentes en el mercado el cual, seg¨²n creen firmemente los miembros, llevar¨¢ a Blink al espacio de forma barata.
Los viejos de la NASA dicen que no todo es tan f¨¢cil como parece a los reci¨¦n llegados
Pero tambi¨¦n es verdad que el futuro puede encontrarse en un lugar muy diferente: en un taller de alta tecnolog¨ªa del desierto de Mojave, Scaled Composites, donde Burt Rutan, un innovador dise?ador de aviones, est¨¢ ensamblando su propia nave. O si no, en cualquiera de las otras dos docenas de equipos procedentes de cinco pa¨ªses que conf¨ªan en ganar el Premio X, concurso dotado con 10 millones de d¨®lares que, seg¨²n aseguran sus creadores, arrancar¨¢ con fuerza dando lugar a una carrera espacial en el sector privado y que sentar¨¢ las bases de una industria tur¨ªstica del espacio. Ning¨²n equipo parece estar haciendo las cosas igual que la NASA, pero ah¨ª est¨¢ precisamente la cuesti¨®n: acceder al espacio de una manera completamente nueva.
En la actualidad, s¨®lo los Gobiernos de Estados Unidos y de Rusia lanzan seres humanos al espacio. China intentar¨¢ hacerlo este mismo a?o. Los dos turistas espaciales existentes hasta ahora han pagado decenas de millones de euros por volar en una nave rusa. Una industria espacial privada se encontrar¨ªa con muchos obst¨¢culos. "El estudio sobre el impacto medioambiental es un fastidio grande, pero que muy grande", dice Carmack, y la Agencia Federal de la Aviaci¨®n de EE UU todav¨ªa est¨¢ intentando determinar qu¨¦ tipo de proceso debe seguirse para regular los vuelos.
El concurso se inspira en el Premio Orteig, que es el que, en 1927 y con 25.000 d¨®lares de premio, desemboc¨® en el vuelo trasatl¨¢ntico de Charles Lindbergh con su Spirit of St. Louis. La conexi¨®n con el Premio Orteig es importante para el creador del Premio X, Peter H Diamandis. "Desde los 9 a?os, he querido ser astronauta", nos confiesa. "Es mi mayor sue?o".
As¨ª las cosas, Diamandis decidi¨® crear una nueva industria en el sector privado consistente en enviar al espacio a personas a las que define como "cargas ¨²tiles de carbono autopropulsadas que aportan su dinero propio".
"Estaba convencido de que el mercado era real y de que se pod¨ªa disponer de la tecnolog¨ªa f¨¢cilmente", declar¨®. "Lo ¨²nico que faltaba eran los veh¨ªculos que ayudaran a que el mercado arrancara con fuerza". De todas formas, la recaudaci¨®n de fondos result¨® lenta y el dinero destinado al premio s¨®lo pudo garantizarse a fines del a?o pasado.
Los viejos de la NASA dicen que no todo es tan f¨¢cil como les parece a los reci¨¦n llegados. "Nos estamos acercando al medio siglo de historia de vuelos espaciales y seguimos aprendiendo algo cada d¨ªa", dice Jay Honeycutt, presidente de Lockheed Martin Space Operations y antiguo director del Centro Espacial Kennedy. "Espero que todos se den cuenta de lo duro que es esto". Pese a todo, la idea del premio le gusta. "Creo que es estupendo", dijo.
Otros grupos han decidido lanzarse a la carrera espacial sin participar en el Premio X. Jeff Greason, presidente de Xcor, una empresa californiana vecina de la de Rutan, afirma que las condiciones del concurso para el Premio X eran incompatibles con la construcci¨®n de la nave previa a la realizaci¨®n de vuelos espaciales de car¨¢cter comercial. "Estamos muy centrados en la idea de acceder al mercado con unos costes que sean lo m¨¢s bajos posibles" dice, para a?adir: "Eso nos proporcionar¨ªa un veh¨ªculo m¨¢s peque?o incapaz de transportar a tres personas. Nosotros no tenemos prisa en ser los primeros en conseguirlo, y lo que pretendemos es ser los primeros en ganar mucho dinero con ello".
Esa fijaci¨®n con los costes es lo que podr¨ªa hacer despegar a la pr¨®xima industria espacial, afirma Gregg E. Maryniak, director ejecutivo del Premio X. Ateni¨¦ndose a la experiencia pasada se?ala: "Los ingenieros del espacio se postran, por as¨ª decirlo, ante el altar del alto rendimiento, pero en el mundo real lo que a la gente le interesa es lograr unos costes lo m¨¢s bajos posible".
Tres personas a 100 kil¨®metros
El premio X lo obtendr¨¢ el primer equipo que traslade a tres personas a 100 kil¨®metros de altura, las haga volver sanas y salvas y repita la haza?a en un plazo m¨¢ximo de dos semanas. Cada equipo que opta al premio lo enfoca desde su propia perspectiva. La empresa de Burt Rutan, Scaled Composites, es a la que se sigue con m¨¢s atenci¨®n. Rutan dise?¨® el Voyager, el primer avi¨®n que vol¨® alrededor de la Tierra sin repostar. Su aportaci¨®n al Premio X consta de dos fases: un birreactor turboalimentado aerodin¨¢mico, el White Knight, y un avi¨®n cohete de segunda fase, el SpaceShipOne. Algunos competidores creen que el cofundador de Microsoft, Paul Allen, est¨¦ apoyando el proyecto, lo que no se ha confirmado. Partiendo de su cuartel general en el desierto de Mojave, Rutan ya ha hecho volar el conjunto avi¨®n-avi¨®n espacial y el mes pasado se realiz¨® una prueba de descenso del avi¨®n espacial para demostrar que pod¨ªa ser pilotado y pod¨ªa aterrizar con toda seguridad.
Otro equipo bien considerado, Canadian Arrows, cumple el sue?o de su fundador, Geoff Sheerin. Dise?ador industrial, Sheerin est¨¢ poniendo a punto un cohete que har¨ªa sentirse c¨®modo al mism¨ªsimo Buck Rogers. Tiene pensado lanzarlo desde una barcaza, alejada de la costa, en la zona de los Grandes Lagos, con trayectorias ascendente y descendente verticales, y luego recuperar la c¨¢psula del lago. Sheerin se?ala que el premio forma parte de su propio plan comercial para estimular el turismo espacial: "Nuestra intenci¨®n es hacernos con el Premio X para convertirnos en una industria".
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