"No me voy a medias"

Con excepci¨®n de los optantes a la sucesi¨®n del presidente Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, no creo que nadie, partidario o ajeno, haya necesitado echar mano de los ansiol¨ªticos para calmar su ansiedad ante un desenlace tan largamente anunciado. Al final, y no tan al final, las conjeturas se condensaban en torno a dos candidatos y tiempo hubo para acomodarnos a cualquiera de las alternativas. Lo sorprendente y ciertamente creativo hubiera sido que el dedazo se posase en un personaje ins¨®lito, como la ministra Ana de Palacio, y por los mismos m¨¦ritos que la auparon a su actual cargo. Las humoradas no son, por desgracia, uno de los dones del todav¨ªa titular de La Moncloa, aunque no pocos de sus gestos a menudo nos lo parezcan.

Despejada esta inc¨®gnita, y aun antes incluso, apuntaba otra no menos llamativa por lo mucho que condicionaba esta peculiar f¨®rmula sucesoria. Nos referimos a la relaci¨®n futura que se establecer¨ªa entre el actual y carism¨¢tico presidente y quien acabare ocupando esa poltrona. En otras palabras: los observadores anticipaban un problema de bicefalia, habida cuenta de los ramalazos autocr¨¢ticos de Aznar, su omn¨ªmoda tutela sobre el partido y el sopor acr¨ªtico en el que ¨¦ste anda sumido por m¨¢s que a esta ciega obsecuencia la reputen de cohesi¨®n. A los valencianos, particularmente, nos interesaba ver c¨®mo se sorteaba este riesgo y, en su caso, c¨®mo se resolv¨ªa el problema, el mismo que ya est¨¢ latiendo en esta autonom¨ªa regida por dos gallos mal avenidos, pues s¨®lo cabe uno.

Hay que reconocer que el presidente Aznar ha estado fino de reflejos y no ha dado cuartel a las especulaciones. "No me voy a medias", ha declarado. Qu¨¦ papel se reserve en el futuro es otro cantar. Por el momento es coherente con sus previsiones y resigna en manos de su sucesor los poderes en el partido. Algo, por lo dem¨¢s, perfectamente l¨®gico, pero cuyas consecuencias no se agotan en ese episodio. Por lo pronto, se proyectan en el Pa¨ªs Valenciano, donde el ministro y ex molt honorable Eduardo Zaplana ha de comprender que su posici¨®n como presidente regional del PP se hace insostenible a la luz de lo acontecido en Madrid. En adelante, y por m¨¢s empe?o que pongan sus parciales, va a resultarle muy dif¨ªcil mantenerse en este pescante partidario -la presidencia regional- cuando su estrella pol¨ªtica est¨¢ instalada en otra galaxia m¨¢s adecuada a su ambici¨®n.

Es, pues, la hora de irse, y no a medias. Eso no quiere decir que corte sus nexos con esta Comunidad que ha sido su trampol¨ªn y a la que le ha rendido excelentes servicios. Pero a nadie se le oculta que el Gobierno auton¨®mico, ni el PP valenciano, necesitan de su agobiante pastoreo o de su permiso para respirar o emprender iniciativas, pues se traduce en una merma de su propio cr¨¦dito y solvencia pol¨ªtica. Esta es la oportunidad de Francisco Camps y de su equipo, que bien pueden prescindir de la ortopedia zaplanista, siendo as¨ª que nada amenaza su preeminencia electoral. El PSPV no est¨¢ ni se le espera hasta que no lleve a cabo su en¨¦sima renovaci¨®n, que probablemente no ver¨¢n los m¨¢s viejos de este lugar. En tales circunstancias no viene a cuento comparecer como imprescindible para el PP cuando solo se es agobiante. As¨ª ha debido de verlo Aznar.