Leer despu¨¦s de muerto
EN LA URSS de Br¨¦znev hab¨ªa una joven profesora de literatura inglesa a la que metieron en una celda -sin luz, sin papel ni l¨¢piz- a causa de una delaci¨®n absurda. Conoc¨ªa de memoria los m¨¢s de treinta mil versos del Don Juan de lord Byron y se dedic¨® a traducirlos mentalmente en la oscuridad. Cuando sali¨® de la prisi¨®n hab¨ªa perdido la vista, pero dict¨® la traducci¨®n a una amiga. Hoy ¨¦sa est¨¢ considerada la mejor traducci¨®n rusa de Byron.
George Steiner narra esa peripecia en La barbarie de la ignorancia, y cuando el periodista se la recuerda al tel¨¦fono, comenta: "Esa historia me la contaron en Rusia. Yo no conoc¨ª a la traductora, pero su caso es real. De todos modos, no sorprende en una cultura acostumbrada a aprender los textos de memoria. De hecho, si los poemas de Mandelstan sobrevivieron fue porque su mujer, Nadiezhda, los aprendi¨® as¨ª. En algunos reg¨ªmenes la memoria se convierte en la ¨²nica forma de evitar la censura y la destrucci¨®n". ?La lectura es, pues, una reserva de humanidad? El cr¨ªtico literario guarda unos segundos de silencio esc¨¦ptico y matiza: "Al menos es un modo de resistencia ante el olvido y la mentira, tal vez el ¨²nico, el ¨²ltimo. Por eso no me explico por qu¨¦ los j¨®venes, que son los llamados a resistir, no leen. Me pregunto cu¨¢ntos j¨®venes espa?oles son hoy capaces de leer un texto m¨ªnimamente dif¨ªcil. El futuro, me temo, se parecer¨¢ a la Edad Media, con una peque?a ¨¦lite que ser¨¢ la ¨²nica interesada en saber leer".
El pesimismo de Steiner, parad¨®jicamente, contrasta con las conclusiones que ¨¦l mismo a?adi¨® a la historia de la traductora rusa: "Ante ello, me digo varias cosas. En primer lugar, que la mente humana es totalmente indestructible. En segundo lugar, que la poes¨ªa puede salvar al hombre. Hasta en lo imposible". Sobre lo imposible algo sabe Jorge Sempr¨²n. Tal vez por eso identifica en mil¨¦simas de segundo otro episodio que habla de la lectura -o de lo que queda de ella en las condiciones m¨¢s terribles- como lugar seguro: los minutos de felicidad urgente que procura a Primo Levi el recuerdo de unos versos de Dante, traducidos macarr¨®nicamente al franc¨¦s para Jean, un joven alsaciano que le acompa?a en la fila que espera la comida en Auschwitz. "El canto de Ulises", comenta Sempr¨²n refiri¨¦ndose al cap¨ªtulo de Si esto es un hombre en el que el mismo Levi recoge ese momento. En ese instante, afirma el escritor italiano, habr¨ªa dado su raci¨®n de potaje a cambio de recordar el final de unos versos, todo un lujo en un lugar en el que se traficaba con los alimentos. Acaso porque la memoria es m¨¢s dif¨ªcil de robar que la comida. "S¨ª, El canto de Ulises es un buen ejemplo de la capacidad de resistencia que ofrece la lectura", subraya Sempr¨²n, que fij¨® para siempre en un t¨ªtulo, La escritura o la vida, la disyuntiva que se le plante¨® a ¨¦l mismo al salir del campo de concentraci¨®n: escribir o vivir. De haber relatado inmediatamente su experiencia, se habr¨ªa suicidado, como Am¨¦ry, como Celan, como Levi. ?No le pas¨® lo mismo con el hecho de leer? ?Nunca perdi¨® la fe en los libros? "Jam¨¢s", afirma mientras recuerda un tiempo plagado de lecturas salvadoras en a?os de condena: Faulkner le¨ªdo en el lager, Ren¨¦ Char tras la liberaci¨®n... "Parece una mala broma", concluye entre risas, "pero creo que habr¨ªa le¨ªdo hasta despu¨¦s de muerto".
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