Un cruce hist¨®rico
El socialismo hisp¨¢nico, por sus propios errores (aunque engrasados con nocturnidad y alevos¨ªa), se ve obligado a realizar en la comunidad de Madrid un salto mortal sin red, cuyo resultado determinar¨¢ no s¨®lo la pol¨ªtica madrile?a sino la existencia del PSOE en tanto que partido veros¨ªmilmente alternativo. Quemada la generaci¨®n madura que dirigi¨® Gonz¨¢lez, ahora peligra la m¨¢s joven. En contra de lo que parece, sin embargo, no es la suerte del PSOE la principal derivada de la extravagante convocatoria madrile?a. Si el PSC no lo remedia, el sistema pol¨ªtico entero puede quedar afectado por el desenlace de estos comicios. Me refiero al bipartidismo que ha venido funcionando desde la transici¨®n, un bipartidismo imperfecto, matizado por los partidos nacionalistas, que podr¨ªa reconvertirse, al menos durante un largo periodo, en un desahogado monolitismo del PP. No me parece exagerado deducir que la desaparici¨®n de la simetr¨ªa puede acabar originando el regreso de los peores demonios que durante todos estos a?os han permanecido hibernados: los del franquismo, por supuesto, que ya laten, pero tambi¨¦n, glups, los de la Guerra Civil.
"El PSOE est¨¢ solo porque la intelectualidad espa?ola ha conectado con el proyecto hist¨®rico que Aznar ha conseguido transmitir"
Si se produce una derrota espectacular de los socialistas de Madrid, las ideas del PP no tendr¨¢n casi contrapeso. Son hijas del franquismo por su relectura del pasado, y del falangismo por su visi¨®n de Espa?a, aunque han sido reinterpretadas (a imitaci¨®n del pensamiento neoconservador americano) a la luz del neoliberalismo. Una ideolog¨ªa tan sesgada y poderosa (hija rubicunda de una de las dos Espa?as), sumada al desequilibrio del sistema democr¨¢tico y a la falta de perspectivas veros¨ªmiles de alternancia puede acabar causando, entre los victoriosos, abusos insoportables de poder y, entre los derrotados, una agria, autodestructiva tendencia al resentimiento. La tentaci¨®n de romper la baraja, que hasta el momento s¨®lo ha tenido arraigo en el Pa¨ªs Vasco, aparecer¨ªa con fuerza en aquellas comunidades, como Catalu?a, en las que el nacionalismo espa?ol de matriz castellana causa alergia.
La fragilidad del PSOE es debida a muchos factores, no s¨®lo internos. Es debida a la crisis del pensamiento de la izquierda en general y de la espa?ola en particular (cuyo componente regeneracionista, a las ant¨ªpodas del neoimperialismo aznariano, dio todo lo que pod¨ªa dar de s¨ª, que fue bastante, con las reformas de Felipe Gonz¨¢lez). Es debida a la fenomenal congregaci¨®n de medios que difunden los logros, la fuerza y el carisma de los l¨ªderes del PP mientras ningunean las figuras, las ideas, las propuestas de la oposici¨®n. Tambi¨¦n es debida a la biso?ez del joven equipo de Rodr¨ªguez Zapatero, visible a todas luces y, en algunos casos, como el de Caldera, ofensiva para la inteligencia de los votantes, aunque no m¨¢s vacua u ofensiva que la de muy altos personajes del PP, tipo Zaplana, Acebes o el mismo Rajoy (el flamante icono, del que la ciudadan¨ªa s¨®lo sabe que no es sulf¨²rico como Aznar, pero del que nunca se ha tenido noticia de que posea una idea propia). M¨¢s all¨¢ de estas razones, la fragilidad del PSOE es debida a la desaparici¨®n total y completa de un humus intelectual que le ayude a crear opini¨®n, que le alimente ideol¨®gicamente.
El PSOE est¨¢ solo porque la intelectualidad espa?ola ha conectado con el proyecto hist¨®rico que Aznar, vitri¨®lico, pero con ideas, ha conseguido transmitir: la posibilidad de que Espa?a pueda convertirse en una potencia mundial gracias a la lengua castellana, convertida por el azar hist¨®rico en el petr¨®leo de la nueva econom¨ªa, es decir, en uno de los principales ejes (junto al ingl¨¦s) de las industrias culturales, de la sociedad del ocio, de la era de las comunicaciones. Todo lo que Aznar ha impulsado (principalmente el cambio de rumbo proamericano, tan parecido al cambio atlantista que impuso Gonz¨¢lez) responde a esta sugestiva l¨®gica imperial. Se trata de la revisi¨®n de la Espa?a del Non plus ultra limpia de feas adherencias antiliberales, en sinton¨ªa con la versi¨®n original norteamericana. La Espa?a que Aznar ha encarnado tiene un formidable reto a su alcance: reconquistar econ¨®micamente y culturalmente Hispanoam¨¦rica (que incluye Miami): 100 a?os despu¨¦s de la deprimente p¨¦rdida de horizontes de 1898. El horizonte ahora es para esta Espa?a tan claro, poderoso y atractivo, que todo lo que no entre en el esquema aparece como un obst¨¢culo est¨²pido y menor.
No son menores, sin embargo, las culturas y sensibilidades no castellanas. Ni las tradiciones industriales de las otras Espa?as. Al contrario: se convertir¨¢n precisamente en obst¨¢culo si se las deja sin m¨¢s salida que el tragar o romper. No son ni tan siquiera incompatibles con el reto de esta Espa?a ambiciosa y potente. Al contrario: podr¨ªan complementarla con su vocaci¨®n europea, su tradici¨®n industrial, su variedad cultural. Estamos ante un cruce hist¨®rico. El equilibrio pol¨ªtico y territorial de la democracia espa?ola est¨¢ en juego. Esto obliga al PSC a dar el do de pecho. Para liderar la regeneraci¨®n del PSOE y, a la vez, recuperar el pulso de una Catalu?a que, seg¨²n c¨®mo rodaran las cosas, podr¨ªa entrar en la v¨ªa vasca. No se trata ya de proponer frenos, apa?os o medias tintas. Se trata de dar sentido a lo que mayoritariamente y espont¨¢neamente los catalanes, en las encuestas m¨¢s serias, afirman sentir: la compatibilidad de la doble pertenencia. El sue?o del ensimismamiento resentido puede ser la respuesta visceral catalana a la simplificaci¨®n de Espa?a que propone el aznarismo. Muy mal les ha ido este sue?o a los vascos: est¨¢n en fase fratricida. De repente podr¨ªamos encontrarnos en esta v¨ªa. Si el PSC no da el do de pecho. Si no consigue defender la compatibilizaci¨®n de los leg¨ªtimos proyectos de Espa?a y de Catalu?a. Si pierde la ¨²ltima oportunidad de equilibrar el edificio pol¨ªtico espa?ol con una propuesta de casa com¨²n. Una casa en la que sea posible, como sucede en cualquier vivienda corriente, estar solo, en la habitaci¨®n propia, cuando uno lo necesita, y estar en las salas comunes, en compa?¨ªa familiar.
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