Dem¨®cratas en la red
Los escombros de Irak, los desvar¨ªos sucesorios de un Aznar de esperpento, las altas temperaturas, el chapapote que no cesa, el glamour marbell¨ª de postizos, pellejos y cirug¨ªa pl¨¢stica, las agostadas volteretas de los socialistas madrile?os y el canguis de los socialistas valencianos, la pista sinf¨ªn del ladrillo popular, todos esos y otros muchos polvos, vierten ahora sus lodos en un septiembre de cat¨¢strofes y sobresaltos. Desde los Pactos de la Moncloa hasta aqu¨ª, desde una Constituci¨®n blindada y de la que se pretende hacer materia de dogma, esa "Constituci¨®n que nos dimos", aunque algunos franquistas se la tragaron a cucharaditas como el ricino, y ahora se la chulean sin sonrojo, la democracia ha recibido toda clase de definiciones y calificativos eufem¨ªsticos: que si de alta o baja intensidad, que si de escasa consistencia, que si tal y cual. Cuando, en realidad, s¨®lo ha habido apariencia de democracia o, en el m¨¢s favorable de los casos, algo as¨ª como una democracia ilustrada, pero con vi?etas de Roberto Alc¨¢zar y Pedr¨ªn: todo para la democracia pero sin dem¨®cratas. Los partidos pol¨ªticos, aquellos que han tocado poder y tienen vocaci¨®n turnista, ya se han encargado de desactivar los colectivos sociales y culturales, que pudieran hacerles sombra. Los conservadores de adhesi¨®n inquebrantable quer¨ªan un pa¨ªs de s¨²bditos, los socialistas bizantinos uno de ciudadanos, pero silenciosos y ajenos a la participaci¨®n: ese era el progreso prometido. Hasta el punto de que un analista pol¨ªtico presuntamente de izquierdas afirmaba que el acto sublime de un ciudadano en democracia era depositar su voto en una urna. Pues el cronista dice que no, que en democracia no hay actos sublimes, sino ejercicio diario de derechos y libertades, de exigencia y vigilancia, de estado de alerta permanente, para que los pol¨ªticos de oficio cumplan y no se acomoden en las poltronas. El cronista sabe que el pensamiento ¨²nico es una chorrada de solemnidad, hasta que va al mercado y concluye en la riqueza de los m¨¢s espabilados o desalmados; y en los m¨¢s modestos. En buscarse un empleo de por vida, en cualquier cargo, donde se perpet¨²an hasta la momificaci¨®n. El cronista observa a la derecha que se niega a s¨ª misma, para negar a su contrario, c¨®mo hace lo de siempre, aunque con m¨¢s finura: apropiarse del trabajo de los otros. Pero la derecha es fiel a sus principios, aunque sus principios sean execrables. La izquierda valenciana y socialista, por ce?irnos al ¨¢mbito, no solamente no niega que haya derecha, sino que le sigue el juego, porque teme que el PP, con sus tretas, le saque un cuerpo de votos.
Qu¨¦ miseria de iniciativas. Pero, ?es un mal contradecirse? A juicio de Larra, resulta preferible decir hoy una cosa y ma?ana otra, y apelar a los argumentos oscuros, porque "hay tela que cortar para toda la vida". Y eso conviene al pol¨ªtico de chollos. Adem¨¢s, las cosas oscuras tienen ventajas sobre las claras: se pueden aclarar. Y mientras, los dem¨®cratas capturados en la red, por unos y otros, y el resto de ciudadanos, en la amnesia, en la indigencia social y hasta en la indolencia inducida. Veremos en los pr¨®ximos meses qui¨¦n soporta tanta oscuridad, tanta contradicci¨®n, tanto descr¨¦dito: ya ni siquiera somos la reserva caballar de Bush.
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