Los aliados imprescindibles
En una reuni¨®n con los mandos del Partido Baaz, Sadam Husein se mostr¨® furioso: "?C¨®mo es posible que ese hombre sea capaz de atraer a millones de seguidores y vosotros no? Deb¨¦is aprender de ¨¦l". Corr¨ªa el a?o 1998 y "ese hombre" era el ayatol¨¢ Mohamed Sadek al S¨¢der, uno de los dirigentes chi¨ªes m¨¢s respetado. Menos de un a?o despu¨¦s, Al S¨¢der mor¨ªa en un oportuno accidente de coche en el que sus seguidores vieron la mano del r¨¦gimen. Hab¨ªa motivos para pensarlo. No era el primer l¨ªder de esa comunidad eliminado de la escena. Sadam sab¨ªa que Irak podr¨ªa sobrevivir a una secesi¨®n kurda, pero no a una chi¨ª que se llevar¨ªa m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n.
Por la misma raz¨®n, su peso num¨¦rico, los chi¨ªes se han convertido hoy en la pieza clave de Estados Unidos para la estabilizaci¨®n de Irak. De su cooperaci¨®n o su rechazo depende que el proyecto pol¨ªtico que la superpotencia ha dise?ado para este pa¨ªs salga adelante o salte por los aires. Pero los chi¨ªes no son una fuerza monol¨ªtica con una sola voz y unos intereses ¨²nicos. Esta rama minoritaria en el islam (unos 150 millones de fieles sobre 1.200 millones de musulmanes) constituye entre el 60% y el 65% de la poblaci¨®n iraqu¨ª (estimada en 24,6 millones en julio de 2003). Hay chi¨ªes urbanos y rurales; educados y carentes de formaci¨®n; ¨¢rabes, kurdos y turcomanos; nacionalistas y panislamistas.
Washington, que a¨²n no ha superado el trauma de la revoluci¨®n isl¨¢mica en Ir¨¢n, teme que los cl¨¦rigos chi¨ªes de Irak quieran emular a sus vecinos
El abandono de 1991
La simplificaci¨®n siempre lleva al error. Y la simplificaci¨®n quer¨ªa que, hartos de la opresi¨®n de Sadam, los chi¨ªes celebraran en masa la llegada el pasado marzo de las tropas que iban a liberarles del dictador. Era desconocer su historia y la sofisticaci¨®n intelectual de sus dirigentes. Por una parte, la comunidad chi¨ª ten¨ªa a¨²n muy reciente el abandono de 1991, cuando Estados Unidos, tras alentar su levantamiento contra un r¨¦gimen que evit¨® derribar al parar la guerra del Golfo a las puertas de Bagdad, les dej¨® a su suerte frente a los carros de combate y los helic¨®pteros artillados del tirano.
Por otra, la propia doctrina chi¨ª es, desde sus or¨ªgenes, una lucha contra la injusticia, la opresi¨®n y el sometimiento. El islam se dividi¨® en dos ramas ante el desacuerdo sobre qui¨¦n deb¨ªa suceder a Mahoma como l¨ªder de esa fe a su muerte, en el a?o 632. Los chi¨ªes defendieron la estirpe y apoyaron a Al¨ª, primo y yerno del profeta. Quedaron en minor¨ªa y, como tal, apartados del poder por los sun¨ªes. Su marginaci¨®n se prolong¨® bajo el Imperio Otom¨¢no y la dominaci¨®n brit¨¢nica.
Atrapados en la contradicci¨®n
Los chi¨ªes se encuentran atrapados en la contradicci¨®n entre el agradecimiento a Estados Unidos por librarles de Sadam y el malestar por la ocupaci¨®n. Aunque sus dirigentes pol¨ªtico-religiosos, las eminencias (mary¨¢as) de la hawza, han adoptado un tono de moderaci¨®n, hay sectores m¨¢s impacientes. No ayuda el recelo que perciben por parte de Estados Unidos. Tomada al pie de la letra su voluntad democratizadora, deber¨ªa haber organizado unas elecciones de inmediato, y as¨ª lo pidi¨® el gran ayatol¨¢ Al¨ª Sitan¨ª, primus inter pares en esa especie de vaticano chi¨ª de Nayaf.
Washington, que a¨²n no ha superado el trauma de la revoluci¨®n isl¨¢mica en Ir¨¢n, teme, sin embargo, que los cl¨¦rigos chi¨ªes de Irak quieran emular a sus vecinos con un sistema de gobierno religioso similar. En su d¨ªa, Jomeini ya les hizo llamamientos en este sentido, pero entonces Occidente confiaba en Sadam para frenar la exportaci¨®n de su fervor revolucionario y mir¨® para otro lado a sus m¨¦todos para acallar la disidencia. De ah¨ª que EE UU haya retrasado las elecciones y ca¨ªdo en la trampa del equilibrio ¨¦tnico-religioso (a riesgo de libanizar el pa¨ªs). Por encima de la estabilidad, su principal preocupaci¨®n es evitar que Irak se convierta en una rep¨²blica isl¨¢mica al estilo iran¨ª.
A pesar de aquel desplante, Abdel Mayid acept¨® que las fuerzas angloamericanas le trasladaran a Nayaf a primeros del pasado abril para buscar el apoyo de la hawza a sus proyectos. Al Joei negoci¨® la entrega de la ciudad sin derramamiento de sangre a cambio de que los soldados extranjeros no pisaran la tumba del imam Al¨ª ni sus aleda?os. No tuvo tiempo de m¨¢s. Fue asesinado el 10 de abril, en el recinto mismo del santuario.
Su muerte no s¨®lo dejo a Washington sin aliado, sino que revel¨® una lucha de poder entre los hasta entonces oprimidos ayatol¨¢s de Nayaf. En mayo regres¨® Mohamed B¨¢quer al Hakim en medio de la aclamaci¨®n popular y con una actitud mucho m¨¢s moderada de lo que anunciaba su exilio iran¨ª. Los Al Hakim son una gran familia religiosa de la ciudad santa, tal vez la ¨²nica que ha tenido dos miembros en la hawza al mismo tiempo, el propio Mohamed B¨¢quer y su t¨ªo, Mohamed Said al Hakim. Seguramente con el visto bueno del resto de sus pares, Mohamed B¨¢quer acept¨® que su hermano Abdelaziz se sentara en el Consejo de Gobierno designado por las fuerzas ocupantes, a pesar de mantener que los soldados extranjeros "deben irse cuanto antes".
Esa cooperaci¨®n, por matizada que fuera, resulta anatema para algunos sectores de la comunidad chi¨ª. Deseoso de hacerse un hueco pol¨ªtico en ese mundo cerrado de ancianos eruditos que es la hawza, un joven cl¨¦rigo ha adoptado un tono mucho m¨¢s beligerante contra la presencia de las tropas de ocupaci¨®n. Se trata de M¨²qtada al S¨¢der, el hijo de aquel ayatol¨¢ a quien Sadam envidiaba el tir¨®n popular a fines de los noventa y a cuyos seguidores se responsabiliza sotto voce del asesinato de Al Joei.
Cuando el 24 de agosto Al Hakim t¨ªo sufri¨® un atentado fallido, los analistas vieron otro episodio de lucha interchi¨ª. "Habr¨¢ m¨¢s ataques mientras persistan las diferencias entre la hawza", advirti¨® el teniente Mohamed, de la comisar¨ªa de polic¨ªa de Al Ghari, en Nayaf. Los intentos de asesinato y las venganzas entre los dirigentes chi¨ªes no han sido inusuales en la historia reciente, tal como recuerdan los periodistas iraqu¨ªes Sarmand Al¨ª y Hasan Fattah. No se trata tan s¨®lo del control ideol¨®gico y espiritual de varios millones de fieles (incluso fuera de Irak), sino tambi¨¦n, apuntan Al¨ª y Fattah, "del dinero y los recursos de una comunidad conocida por sus donaciones regulares".
Val¨ªa hasta la semana pasada. El brutal atentado que arrebat¨® la vida a Mohamed B¨¢quer al Hakim y otras 124 personas cinco d¨ªas despu¨¦s del ataque contra su t¨ªo ha supuesto un salto cualitativo. "No puede ser obra de M¨²qtada", coinciden fuentes dentro y fuera de su partido, la Asamblea Suprema para la Revoluci¨®n Isl¨¢mica en Irak, "ning¨²n chi¨ª se atrever¨ªa a atentar de este modo contra el santuario de Al¨ª". Tanto la familia como los seguidores del ayatol¨¢ asesinado han acusado a los baazistas, fieles del depuesto r¨¦gimen de Sadam, y responsabilizado a las fuerzas de la coalici¨®n por la ausencia de seguridad.
Una investigaci¨®n fiable
A falta de una investigaci¨®n fiable (la polic¨ªa iraqu¨ª carece de medios y las detenciones anunciadas se han probado aleatorias), caben otras explicaciones. Algunos observadores apuntan a Ir¨¢n y a Arabia Saud¨ª como pa¨ªses que pueden estar interesados en frenar la estabilizaci¨®n de Irak. Sin embargo, Ir¨¢n ha perdido a un aliado dif¨ªcil de reemplazar. Aunque Al Hakim hubiera moderado sus exigencias de establecer un Gobierno isl¨¢mico en Irak y algunos sectores del r¨¦gimen iran¨ª favorezcan las posturas de cl¨¦rigos m¨¢s radicales, ninguno tiene su estatura pol¨ªtico-religiosa.
En el caso de Arabia Saud¨ª, que ha protestado estas insinuaciones pidiendo pruebas, se presentan elementos m¨¢s complejos. El reino practica una de las interpretaciones m¨¢s radicales del islam sun¨ª, el wahabismo. Sus seguidores consideran ateos a los chi¨ªes y han alimentado las filas de Al Qaeda. La posibilidad de que algunos activistas se hayan aliado con los partidarios de Sadam satisface tanto el imaginario popular (los wahab¨ªes son los diablos) como la insistencia estadounidense de que hay lazos entre Al Qaeda y el r¨¦gimen depuesto.
Mientras alguien ofrece pruebas en uno u otro sentido, el asesinato de Al Hakim s¨®lo puede radicalizar a los chi¨ªes, muchos de los cuales han clamado venganza. Sabedores de los riesgos que entra?a la situaci¨®n, los ayatol¨¢s abogan por la calma. "Los verdaderos chi¨ªes no sacan sus armas y combaten a los estadounidenses, porque les decimos que resistan de forma pac¨ªfica, y los verdaderos chi¨ªes obedecen a su mary¨¢a", explic¨® Ammar al Hakim, un sobrino del fallecido. De momento, la calle ha obedecido, pero las estudiantes de teolog¨ªa de Nayaf ya han advertido que la paciencia tiene un l¨ªmite.
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