El mensaje
De ni?os, busc¨¢bamos en la playa una botella con un mensaje dentro porque se nos hab¨ªa metido en la cabeza que uno ven¨ªa al mundo para salvar a un n¨¢ufrago. No imagin¨¢bamos que de mayores, en lugar de encontrar la botella, encontrar¨ªamos al mism¨ªsimo n¨¢ufrago. Y no ser¨ªa uno, sino miles. Ah¨ª est¨¢n, llegan todos los d¨ªas a nuestras costas, procedentes de pa¨ªses que se han ido a pique y por cuya borda han logrado saltar en el ¨²ltimo instante. Algunos llegan muertos y no nos dejan otra oportunidad que la de enterrarlos, pero los vivos tienen todo lo que se espera de un verdadero n¨¢ufrago: hambre, sed, p¨¢nico, fiebre, fr¨ªo. Llevamos toda la vida esper¨¢ndolos y ahora no somos capaces de reconocerlos. A lo mejor resulta que nos conmueve m¨¢s un grito de socorro escrito en un papel que salido de la propia garganta del desventurado.
De hecho, si encontr¨¢ramos el mensaje de un n¨¢ufrago dentro de una botella, nos pelear¨ªamos por dar con ¨¦l para contar su historia en exclusiva. Las empresas de alimentaci¨®n, de ropa, de ocio y de inform¨¢tica pagar¨ªan enormes sumas de dinero para apropiarse del cuerpo del infeliz, de modo que la noticia de su salvamento quedara unida para siempre al logotipo de su marca. Los pol¨ªticos desbaratar¨ªan sus agendas para entregar al desdichado las llaves de la ciudad y proveerle de la documentaci¨®n precisa para que circulara sin problemas. Por fin, dir¨ªan algunos, hemos hallado al n¨¢ufrago cuya salvaci¨®n justificaba nuestra vida.
En lugar de eso, los burocratizamos con una eficacia tal que cuando la marea abandona sus cuerpos en la playa han dejado de ser personas con una biograf¨ªa dentro (con dos, en el caso de las mujeres embarazadas) para convertirse en un objeto de consumo de las leyes. ?Qu¨¦ dir¨ªamos de alguien que frente a una cat¨¢strofe natural se pusiera a legislar la cat¨¢strofe en vez de acudir en ayuda de los damnificados? Pues eso es lo que est¨¢n haciendo los pol¨ªticos: negociar el modo de regular los naufragios, lo que, adem¨¢s de ser una locura, no soluciona el problema, ni siquiera lo alivia. Mientras los cuerpos de los n¨¢ufragos que han venido a salvarnos se amontonan en el dep¨®sito, a¨²n seguimos buscando la botella.
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