Volar de amor
Un tiempo y un espacio donde todo es posible y permite creer en lo incre¨ªble. ?se es el territorio literario creado por Tom Gilling en 'Las aventuras de Miles e Isabel'. El escritor ingl¨¦s cuenta la historia de una relaci¨®n amorosa predestinada, una pasi¨®n 'freak' donde los amantes comparten la precoz y definitiva vocaci¨®n de suspenderse en el aire.
La literatura y el mundo del espect¨¢culo de finales del siglo XIX y principio del siglo XX suelen hacer buenas amistades. La magia de los ilusionistas se funde sin dificultad con la magia de las ilusiones; y ah¨ª est¨¢n t¨ªtulos encantadores como Nicholas Nickleby, de Charles Dickens; o Deptford Trilogy, de Robertson Davies.
Pero si a algo y a alguien recuerda Las aventuras de Miles e Isabel -por intenciones y procedencia y credo- es a ?scar y Lucinda (Alfaguara y Booker Prize 1988), del australiano Peter Carey. Tom Gilling -nace en el Reino Unido en 1961 pero emigra a Australia en 1983- comparte con Carey esa fascinaci¨®n por el paisaje casi alien de un continente oce¨¢nico y fronterizo donde las cosas suelen suceder de modo diferente. Situaci¨®n liminar a veces acercan a los productos literarios de Australia (donde ahora resplandece el poderoso y melvilliano Richard Flanagan, pr¨®ximo a ser editado por Mondadori en Espa?a ) al imaginario realista-m¨¢gico de cierta literatura latinoamericana donde todo es posible y est¨¢ bien que as¨ª sea.
LAS AVENTURAS DE MILES E ISABEL
Tom Gilling
Traducci¨®n Carmen Aguilar
RBA. Barcelona, 2003
222 p¨¢ginas. 15 euros
Tal es el caso de esta segunda novela de Gilling; aunque aqu¨ª la prosa un tanto faulkneriana de Carey as¨ª como sus intensidades ¨¦pico-religiosas son sustituidas por la pura vocaci¨®n de divertir con una trama en la que abundan artistas de variet¨¦ victorianos, globos aerost¨¢ticos, divas teatrales, banqueros ambiciosos y cient¨ªficos levemente locos empe?ados en el dise?o de una bicicleta perfecta.
Por encima de todos ellos flota y vuela la saga amorosa casi fou de Isabel Dowling (descendiente de las d¨ªscolas hero¨ªnas de Jane Austen e hija de una madre que sinti¨® las contracciones del parto durante una funci¨®n de Hamlet) y Miles McGinty (nacido mientras su madre suplantaba al actor borracho en esa misma funci¨®n). Est¨¢ claro desde el principio que uno y otra han llegado a este mundo -y a este libro- para estar juntos. Y cuando reci¨¦n se reencuentran -luego de algunos desencuentros casi de vaudeville- lo hacen para vivir uno de esos romances de altura, una pasi¨®n freak digna de ser representada sobre un escenario en permanente gira.
Miles (obsesionado por la levitaci¨®n desde su m¨¢s tierna infancia cuando, como el joven h¨¦roe del Mr. V¨¦rtigo de Paul Auster, se convierte en el literalmente ascendente aprendiz del mago y narrador de leyendas Zbigniew Balthasar Wolunsky) e Isabel (primera mujer australiana que se atreve a subirse, a los siete a?os, a un globo para ascender a los cielos) comparten, adem¨¢s del mutuo arrebato que los funde y los hace inseparables, otro delirio que los une todav¨ªa m¨¢s: la necesidad de estar en el aire, de vencer a la gravedad del planeta y sentirse por encima de todas las cosas.
Y es esta vocaci¨®n por la levedad -apenas amarrada a tierra por la prosa funcional, ligera y aerodin¨¢mica de Gilling- lo que convierte a Las aventuras de Miles e Isabel en un libro que, en principio, parece nada m¨¢s que otra novela buena, eficaz y divertida. Pero la novela se eleva hasta convertirse en algo m¨¢s raro, atendible y acaso digno de nuestra siempre esperanzada gratitud: una historia que nos permite creer en lo incre¨ªble; una historia en la que se nos convence de que todo lo que sube -incluido el amor- no est¨¢ necesariamente obligado a bajar.
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