Atentado en Suecia
Una vez m¨¢s, la ingenua creencia roussoniana de que el hombre es bueno si la sociedad es buena, se ha visto desmentida dolorosamente con el absurdo asesinato de la ministra de Exteriores sueca. Y es que, independientemente del m¨®vil del crimen, las circunstancias en que fue cometido tienen un hondo significado.
Se trata de un duro golpe contra las esperanzas depositadas por muchos intelectuales, de ayer y de hoy, en el "modelo sueco". Porque Suecia, al igual que los otros pa¨ªses escandinavos, encarna la idea ralwsiana de que una sociedad bien ordenada no necesita destinar muchos medios coercitivos (polic¨ªa, inteligencia, fuerzas armadas, etc¨¦tera) a la protecci¨®n de sus habitantes.
S¨®lo as¨ª se puede explicar la "normal" indefensi¨®n en que se encontraban, hace 17 a?os el primer ministro Olof Palme y hoy la ministra de Exteriores Anna Lindh. Sorprende que una sociedad tan bien informada se sienta tan alejada de los coletazos del terrorismo actual, que no respeta acuerdos fundamentales.
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