Miradas profundas
La exposici¨®n de Antonio G¨¢lvez (Barcelona, 1928) en la vitoriana casa de cultura Ignacio Aldecoa no pasa desapercibida. El autor trabaja la fotograf¨ªa y el fotomontaje a base de collages y trazos de pincel. Su estilo no busca la belleza de las formas, le preocupan m¨¢s los s¨ªmbolos y sus significados. Si tenemos en cuenta su amistad con Bu?uel y con Saura no debe extra?ar encontrar en sus composiciones marcados rasgos surrealistas. Adem¨¢s puede alcanzar una aproximaci¨®n a Goya y sus pinturas negras, cuando la tenebrosidad de algunos de sus collages ayudan a descubrir sus tormentos y obsesiones, reflejo de una infancia marcada por la Guerra Civil, la penuria y la muerte de un hermano por hambre.
Su trayectoria art¨ªstica empieza a destacar tras exponer en Par¨ªs en 1966. Desde esas fechas y hasta nuestros d¨ªas su actividad fue encadenando colaboraciones en el mundo del cine y trabajos creativos de car¨¢cter individual. Parte de ellos los podemos contemplar ahora en cinco grandes bloques.
Por un lado, tenemos Huellas de una mirada sobre Luis Bu?uel, a quien presenta en los escenarios de algunas de sus pel¨ªculas reflexionando o impartiendo indicaciones a los actores. En Esa falsa luz del d¨ªa (locura de este mundo), el autor trasmite sus ideas y un pensamiento tortuoso a trav¨¦s de fotomontajes que recuerdan el estilo al gran maestro de esta disciplina Josep Renau, aunque m¨¢s confusos. Su simbolismo a?ade grandes dosis de tremendismo surrealista para denunciar de manera abstracta el belicismo, la hipocres¨ªa, la represi¨®n o el autoritarismo.
En La descomposici¨®n de los mitos sus im¨¢genes evidencian con mayor claridad hacia d¨®nde dirige su cr¨ªtica mordaz. Su punto de vista recae sobre la justicia, la caza, el hambre, la pesca, el cine, las procesiones o la Santa Cena. Con la misma contundencia y los mismos criterios expresivos m¨¢s emborronados se enfrenta a los Diez mandamientos, que reinterpreta para demonizar el uso que de ellos hace la jerarqu¨ªa cat¨®lica.
Cierra el periplo Erotismo con iron¨ªa quevedesca, donde incorpora el color, hasta entonces olvidado. Lo que puede entenderse como una tem¨¢tica m¨¢s fr¨ªvola nuestro autor la convierte en algo arisco. As¨ª se puede entender el sexo A mordiscos; El mir¨®n, cuya cabeza es un desproporcionado ojo a?adido al cuerpo que conforma una sotana con casulla, que mira tras el ojo de una cerradura el cuerpo desnudo de una mujer, o Julius Cornelius el europeo, donde se contrapone sadomasoquismo a una l¨ªnea de mujeres embarazadas y un ni?o comiendo un mendrugo de pan.
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