?Azar o necesidad?
Mi primer s¨¢bado del curso escolar me cogi¨® en plena toma de decisiones sobre la mejora de mis condiciones de vida. Hubo un tiempo en el que los ense?antes encomendaban al Esp¨ªritu Santo estas cosas de comienzo de curso. Pero eso suced¨ªa cuando los vascos eran todav¨ªa medio jansenistas. Cuando la relaci¨®n con el Maestro se manten¨ªa anclada en una lejan¨ªa casi divina (Jaun-goikoa); y, a la vez, su severa mirada acababa convenciendo al alumno de que la libertad humana es muy mala consejera. La contradicci¨®n entre la inalcanzable luz carente de coraz¨®n y la inclinaci¨®n humana a dejarse seducir, facilitaba la creencia en el determinismo de la gracia divina. Para entendernos, en la "grandeza terrible" expresada en la teja que abre la cabeza del joven pecador, al franquear la puerta del prost¨ªbulo.
El r¨¦gimen se vuelve internamente fr¨¢gil aunque por fuera parezca m¨¢s fuerte
Pensaba yo mientras daba vueltas al caf¨¦, que iba a necesitar algo tan contundente como la fe en el determinismo jansenista para no sumergirme en el caos. Y, en esto, las p¨¢ginas de El Pa¨ªs me transportan a la orilla opuesta de las casualidades con que est¨¢ empedrado el camino de la determinaci¨®n social. Se trata de una entrevista con Ernesto Ekaizer acerca de su ¨²ltimo libro Yo Augusto. Dice el autor que en el proceso contra Pinochet el azar jug¨® un papel primordial. Personas que hab¨ªan sufrido directamente en el pasado o eran especialmente sensibles a aquella dictadura, se encontraron casualmente en el sitio y el momento oportunos. A trav¨¦s de esa cadena de eslabones, en realidad de voluntades forjadas en la experiencia de la falta de libertad pol¨ªtica, se cumpli¨® el "destino" del dictador. El autor a?ade misteriosamente: "Es una conjura del destino. De la memoria"...
Por ejemplo, a un polic¨ªa espa?ol de la embajada en Londres le piden los investigadores ingleses de Scotland Yard que explique a Espa?a la urgencia de la solicitud de arresto. Pero casualmente este polic¨ªa se encontraba a los diecinueve a?os junto a Pinochet en el funeral de Franco y su voluntad hab¨ªa quedado impresionada por la brutalidad de sus guardaespaldas.
?Por qu¨¦ no fue eslab¨®n de esta cadena el presidente de Euskaletxea, la casa vasca de Santiago de Chile, que, seg¨²n su testimonio, asisti¨® al golpe sin enterarse de nada?.
Unas y otras personas viven as¨ª sus existencias particulares con m¨¢s o menos conciencia y emoci¨®n; pero desde el punto de vista de la historia, sus sentimientos y vivencias son casuales, contingentes. La voluntad as¨ª forjada desaparece en la suma de los votos.
Suele decirse que la sociedad vasca esta dividida aproximadamente por la mitad y se discute si la historia puede decidirse por el 50% m¨¢s menos unos pocos de votantes. Pero esa percepci¨®n es enga?osa. En el Pa¨ªs Vasco hay un r¨¦gimen en apariencia estable, al que la mitad de los ciudadanos aprueba y la otra mitad no desaprueba demasiado. Luego est¨¢n esos pocos centenares de personas (a veces llegan a reunirse cinco mil), sensibilizadas por saberse "objetivo prioritario" o porque les resulta insoportable el saberlo de sus vecinos. Ellos conservan la memoria y, su impresionada voluntad no les permite olvidar.
Al preguntarnos ?cu¨¢ndo va a cambiar esto? nos sentimos como cuando el franquismo celebraba sus "25 a?os de paz". S¨®lo podemos pensar que "esto" va para rato. Aunque nuestras vidas particulares se mueven habitualmente por carriles de necesidad y a menudo tambi¨¦n entre posibilidades diversas, para la historia de nuestro pa¨ªs somos meras gotas de agua, meras contingencias. ?Qu¨¦ m¨¢s da lo que hagamos o dejemos de hacer? ?Qu¨¦ m¨¢s da si vivimos o morimos, si nos quedamos o marchamos para siempre?
Por eso me fascina esa conexi¨®n entre azar y necesidad: el destino de que habla Ekaizer. En condiciones normales, las personas y sus experiencias no cuentan nada para la situaci¨®n de sus pa¨ªses. Sin embargo, tarde o temprano algo cambia en la situaci¨®n. El r¨¦gimen se vuelve internamente fr¨¢gil aunque por fuera parezca m¨¢s fuerte que nunca. Esos momentos coger¨¢n a muchos dormidos, pero algunos permanecer¨¢n despiertos y se encontrar¨¢n donde deben estar, haciendo lo que deben hacer. ?Cu¨¢ntas personas son necesarias en momentos cr¨ªticos para cambiar una situaci¨®n? Much¨ªsimas menos de lo que el sentido com¨²n nos dicta.
La ciencia actual ha demostrado que en las fronteras entre el orden y el desorden, las decisiones cr¨ªticas dependen de cadenas de seis o siete eslabones como mucho. El factor humano irrumpe entonces en la historia.
ETA firm¨® su propia sentencia de muerte cuando empez¨® a matar a gente corriente como Miguel ?ngel Blanco. Y el nacionalismo vasco cerr¨® tambi¨¦n entonces su destino. Ahora ya es tarde para planes Ibarretxe: se han ganado demasiados enemigos. ?Cu¨¢ntos son demasiados? A la hora de la verdad, siete personas con los ojos abiertos en el lugar oportuno, les resultar¨¢n ya demasiadas.
Ibarretxe dir¨¢: -Qu¨¦ barbaridad! ?c¨®mo ha podido suceder, si lo ten¨ªamos todo..?
Y Ernesto Ekaizer tal vez le conteste en un nuevo libro, que ha sucedido lo que ten¨ªa que suceder. Que una serie de casualidades, imperceptiblemente pre?adas de voluntad, ha hecho que, al fin, se cumpliese su destino.
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