Enigm¨¢tico doctor Negr¨ªn
M¨¢s luces sobre la Guerra Civil y sus a?os posteriores, a trav¨¦s de la vida del ¨²ltimo presidente de la Rep¨²blica. Sus ideas, sus acciones y su influencia han sido investigadas por el catedr¨¢tico Ricardo Miralles en un libro riguroso y ejemplar.
El gusto por la biograf¨ªa no s¨®lo cuenta con un p¨²blico lector fiel sino que en la ¨²ltima d¨¦cada ha conquistado tambi¨¦n a los historiadores profesionales. Pero la supuesta facilidad del g¨¦nero tiene como inconveniente que en ocasiones las editoriales encargan este tipo de libros o bien acerca de personajes pintorescos pero irrelevantes o bien a escritores poco preparados. No es ¨¦ste, desde luego, el caso. Negr¨ªn es una figura crucial en nuestra historia y Ricardo Miralles, por su conocimiento de la Guerra Civil (que en este caso se muestra muy profundo en lo relativo a archivos p¨²blicos franceses y espa?oles), era el candidato m¨¢s adecuado para dedicarle un libro, entre otros motivos porque ya lo intent¨®.
JUAN NEGR?N. LA REP?BLICA EN GUERRA
Ricardo Miralles
Temas de Hoy. Madrid, 2003
423 p¨¢ginas. 21 euros
Sobre Negr¨ªn pesa una leyenda negra producto no s¨®lo de los adversarios vencedores sino de los compa?eros vencidos. No es sostenible describirle como un mero t¨ªtere del PCE, ni concebir su ascenso a la Presidencia del Gobierno como el producto de la actitud conspirativa de ¨¦ste, ni tampoco pensar que dedic¨® todos sus esfuerzos a entregarle la causa republicana. Pero es dif¨ªcil juzgarle tan s¨®lo como el hombre necesario capaz de vigorizar la defensa del Frente Popular en el momento crucial de la guerra. Los matices de toda su pol¨ªtica resultan indescifrables hasta que no sea accesible su archivo; hasta entonces habr¨¢ que considerar que la de Miralles es la ¨²nica biograf¨ªa posible.
De su lectura se deduce que Negr¨ªn fue, en efecto, un compa?ero de viaje del PCE pero en el sentido de que le dio poder y lo recibi¨® de ¨¦l. Ambos ten¨ªan ideas finales distintas y estrategias diferentes. Negr¨ªn, aun habiendo colaborado en la sublevaci¨®n de octubre de 1934, ten¨ªa poco de revolucionario. Concluida la Guerra Civil demostr¨®, con su condena del pacto nazisovi¨¦tico y con la petici¨®n de que el Plan Marshall se aplicara a Espa?a, una indudable independencia de criterio. Probablemente acertaba Aza?a cuando vio en ¨¦l un car¨¢cter en¨¦rgico y poco susceptible al morboso pesimismo de un Prieto: la mayor parte de los socialistas e incluso el presidente de las Cortes, Mart¨ªnez Barrio, pensaron lo mismo.
Pero Negr¨ªn adquiri¨®, a par-
tir de su llegada a la Presidencia, un poder propio y sin duda cometi¨® el pecado inevitable en un pol¨ªtico, la megaloman¨ªa. Desde la primavera de 1938, el Frente Popular necesit¨® no tanto un l¨ªder capaz de predicar la resistencia (al mismo tiempo que trataba de concluir la guerra mediante la intervenci¨®n extranjera), sino a alguien que uniera a una izquierda fragmentada y desanimada. Negr¨ªn s¨®lo lo pod¨ªa hacer creando su grupo propio, que fragment¨® a¨²n m¨¢s a los socialistas, desequilibrando en favor del PCE el panorama pol¨ªtico republicano, tolerando la persecuci¨®n del POUM y comport¨¢ndose con una brutalidad que muchos de sus propios aliados repudiaron. En la fase final de la guerra pretendi¨® mantener la resistencia con el refuerzo de la concentraci¨®n del poder en sus propias manos. La consecuencia de ello fue que cuando vino la derrota se hundi¨® con ella. Su pretensi¨®n de encarnar la legalidad republicana en el exilio careci¨® de justificaci¨®n y contribuy¨® a su derrota. Quiz¨¢ fue (o, al menos, pareci¨®) el hombre necesario durante unos meses pero menos de los que ¨¦l crey¨®. Hasta que no conozcamos sus papeles en el juicio sobre su persona hay, pues, muchos elementos negativos, la mayor parte de los cuales proceden de sus propios correligionarios.
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