Lance
En el casino de un pueblo de la Espa?a profunda, una pe?a taurina sol¨ªa reunirse bajo la cabeza disecada de un toro que hab¨ªa sido famoso por su bravura. Hace unos a?os, durante las fiestas del santo patr¨®n, este morlaco de siete hierbas hab¨ªa matado a dos hombres y herido gravemente a otro m¨¢s. Este aficionado, que se hab¨ªa salvado de la muerte, participaba ahora en la tertulia presidida por la cabeza de aquella fiera cuyos cuernos terribles parec¨ªan no estar del todo saciados.
En esta Espa?a degradada por los festejos taurinos, que son una amalgama de sangre y heces de vacuno, a veces se hunden los catafalcos durante las capeas a?adiendo al ultraje del animal la miseria de la chapuza. Este verano se ha dado un caso simb¨®lico de esta ignominia. En un pueblo de Arag¨®n estaba a punto de salir del caj¨®n un toro de fuego a las dos de la madrugada cuando se desplom¨® el balc¨®n de Ayuntamiento repleto de autoridades. Murieron aplastados algunos vecinos, pero s¨®lo debido a esta tragedia se suspendi¨® la fiesta y la res se libr¨® de la tortura.
En las capeas perecen corneados muchos aficionados rebosantes de vino y este rito constituye una ofrenda a alguna Virgen o a un Cristo ensangrentado. Un toro que mata a un hombre en medio de esta org¨ªa es como si impartiera un sacramento, aunque a veces se dan hechos mucho m¨¢s misteriosos.
Aquel miembro de la pe?a taurina que fue herido por el toro, presid¨ªa la tertulia del casino. El animal lo hab¨ªa cogido en la puerta del juzgado, le hab¨ªa traspasado un muslo y llev¨¢ndolo en el aire como a un pelele lo hab¨ªa lanzado fuera de la plaza por encima de la talanquera. Tuvo suerte. Cay¨® de espaldas a plomo desde mucha altura sobre una parada de uva moscatel que amortigu¨® el golpe mortal y por un momento su sangre se uni¨® al zumo de la vid que liberaron las canastas. Gracias a este lance se hab¨ªa constituido en presidente de la pe?a, con el privilegio de tener un asiento reservado en la vertical de la cabeza de aquel toro asesino. Todo fue bien durante unos a?os. Pero una tarde de agosto, podrido por el calor, para celebrar el quinto aniversario de haber salido vivo de aquella cornada, el aficionado invit¨® a toda la tertulia taurina a una cazuela de p¨¢jaros fritos. No hubo nada que hiciera presentir la desgracia. De pronto, cuando m¨¢s fuertes eran las carcajadas, la cabeza del toro se desprendi¨® de la pared, dobl¨® el testuz y lanz¨® una cruel embestida contra el aficionado hasta clavarle en seco el cuerno en la yugular. De esta segunda cogida ya no se salv¨®.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.