Una referencia del mundo isl¨¢mico
Conoc¨ª a Edward Said en Nueva York en 1972 cuando yo era profesor visitante en la New York Univerty y ¨¦l en la Universidad de Columbia, en donde ocup¨® hasta la fecha la c¨¢tedra de Literatura Comparada. Era un cr¨ªtico literario de extraordinario valor y, a?os despu¨¦s, su obra Orientalismo se convirti¨® en el punto de referencia de todos los estudios tocante al mundo ¨¢rabe en particular y al mundo isl¨¢mico en general. Fue una verdadera revoluci¨®n que sacudi¨® todos los fundamentos de los estudios occidentales y los planteamientos de los orientalistas. Mostr¨® con claridad que gran parte de ¨¦stos hab¨ªan puesto sus conocimientos no al servicio de los pueblos cuya historia, cultura y costumbres analizaban, sino al servicio de los poderes imperiales de los pa¨ªses europeos, sobre todo de Francia e Inglaterra. A m¨ª esta lectura me impresion¨® vivamente e influy¨® en mis ensayos de Cr¨®nicas sarracinas, en donde extend¨ª unas reflexiones parecidas a las suyas en el campo del orientalismo espa?ol que ¨¦l no conoc¨ªa. Desde entonces mantuvimos una estrecha amistad. La extraordinaria personalidad de Said y la amplitud de sus conocimientos se extend¨ªa no s¨®lo en el campo literario y pol¨ªtico, sino que abarcaba territorios tan ¨ªntimos como su autobiograf¨ªa y la m¨²sica. Yo tuve el privilegio de escuchar sus conferencias sobre musicolog¨ªa en el College de France.
En su doble condici¨®n de palestino y norteamericano, proyect¨® una mirada dual a ambos mundos. Su cr¨ªtica de la pol¨ªtica incondicionalmente proisrael¨ª de Washington se acompa?¨® siempre con una continua autocr¨ªtica con respecto a las insuficiencias pol¨ªticas y culturales de la totalidad del mundo ¨¢rabe. Su defensa de la causa palestina estuvo siempre al servicio de la verdad y dentro del respeto al pueblo jud¨ªo. Edward Said fue un intelectual libre, yo dir¨ªa que el ¨²nico intelectual totalmente libre del mundo ¨¢rabe. Su voz era un punto de referencia para todos los intelectuales de Occidente y de Oriente que no se dejan atrapar en el c¨ªrculo vicioso de la violencia impuesta por los extremistas israel¨ªes a los palestinos. Pese a la enfermedad que minaba su salud desde hace m¨¢s de una d¨¦cada, defendi¨® con generosidad y altruismo la causa de su pueblo, convirti¨¦ndose en un paradigma de esa santidad laica de la que hablaba Claudio Guill¨¦n la noche memorable en la que lo presentamos en el C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid. Su muerte deja un vac¨ªo irremplazable en un momento en que la situaci¨®n de los palestinos parece m¨¢s negra que nunca. Hay que esperar que su voz ser¨¢ o¨ªda y que se llegar¨¢ una vez a un acuerdo viable que permita vivir en paz a israel¨ªes y a palestinos mediante el retorno a la legalidad internacional: esto es, la existencia de dos Estados dentro de las fronteras trazadas con anterioridad a la llamada guerra de los Seis D¨ªas.
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