Edward W. Said, ensayista palestino
Edward W. Said, el m¨¢s grande intelectual de nuestro tiempo, comienza sus memorias, Fuera de lugar, con una reflexi¨®n: cuando supo que padec¨ªa la enfermedad que ayer acab¨® con su existencia, sinti¨® la necesidad de hacer recuento de su vida, la de un hombre que vivi¨® en el exilio de los dos mundos a los que pertenec¨ªa con un sentimiento de escepticismo, Oriente y Occidente. En esas reflexiones iniciales se sorprend¨ªa de la pervivencia en su memoria de aquellas personas que ya hab¨ªan desaparecido. La memoria ocupaba un lugar importante en su obra, y hoy sin duda su legado pervive en quienes tuvimos la fortuna de conocerlo y disfrutar de su amistad.
Naci¨® en 1935 en Talbiya, al oeste de Jerusal¨¦n, en una familia palestina cristiana que le transmiti¨® la nacionalidad norteamericana. Su infancia transcurri¨® entre Egipto, Palestina y L¨ªbano. Ya en sus a?os de escuela en Egipto hab¨ªa dado muestras de su brillantez, de su sentido del humor y de su cr¨ªtica relaci¨®n con la autoridad. Termin¨® sus estudios en Estados Unidos, y esa brillantez se confirm¨® en las universidades de Princeton y Harvard. Su labor docente se ha desarrollado fundamentalmente en Columbia. Otras universidades m¨¢s importantes trataron de atraerlo, pero ¨¦l siempre se sinti¨® c¨®modo all¨ª, y nada de la grandeza que se le ofrec¨ªa desde aqu¨¦llas le hizo cambiar de opini¨®n.
Su impresionante obra abarca ¨¢mbitos muy diversos, todos ellos con una profundidad y una capacidad literaria sorprendentes. En Orientalismo, La cuesti¨®n palestina y Cultura e imperialismo analiza la relaci¨®n entre Oriente y Occidente, la recreaci¨®n de aqu¨¦l por ¨¦ste, la interacci¨®n entre literatura, pol¨ªtica y cultura, y han determinado en buena parte los estudios que desde este ¨¢mbito se han hecho sobre el colonialismo y el periodo poscolonial, tanto en las antiguas metr¨®polis como en los territorios de ultramar. A estas obras debe a?adirse Cubriendo el islam, su reflexi¨®n acerca de la visi¨®n reduccionista y negativa que desde los medios de comunicaci¨®n y ciertos ¨¢mbitos acad¨¦micos norteamericanos se ha dado en los ¨²ltimos a?os sobre el islam y el mundo ¨¢rabe.
Otro ¨¢mbito fundamental de su obra es la preocupaci¨®n por la causa palestina, analizada en sus m¨²ltiples art¨ªculos y libros al respecto, pero en el fondo una constante que condiciona y en parte explica el conjunto de su obra. Su esp¨ªritu era anal¨ªtico y tolerante, y creo que su aportaci¨®n a la causa palestina nunca fue completamente comprendida ni en Occidente ni en el mundo ¨¢rabe. En esta parte del mundo no era bien comprendido su compromiso, como tampoco su ansia de justicia, en tanto que en muchos ¨¢mbitos del mundo ¨¢rabe se daba m¨¢s importancia a su sentido cr¨ªtico hacia la autoridad, hacia el Gobierno palestino y hacia muchos de los reg¨ªmenes ¨¢rabes que a su profunda vinculaci¨®n con la causa y el sufrimiento del pueblo palestino y la situaci¨®n de opresi¨®n e incomprensi¨®n de los ¨¢rabes.
Pero ese sentido ¨¦tico que impregna toda su obra est¨¢ especialmente presente en sus reflexiones acerca del papel que los intelectuales deben desempe?ar en las sociedades en que viven. El esp¨ªritu cr¨ªtico, el escepticismo, la memoria -y, ante todo, la valent¨ªa- definen sus posiciones. ?stas se exponen en The
World, the Text, and the Critic y en Representaciones del intelectual, obras que permiten comprender su visi¨®n cr¨ªtica de algunos intelectuales a los que reprochaba con toda legitimidad su alejamiento de los grandes problemas de su tiempo. Estos comentarios a vuelapluma sobre su obra deben completarse con la menci¨®n de sus escritos sobre m¨²sica -asimismo era un buen pianista- y cr¨ªtica musical, adem¨¢s de su extraordinaria obra cr¨ªtica literaria.
Pero Edward W. Said era, ante todo, una persona generosa, cari?osa, divertida y de una erudici¨®n que alcanzaba saberes y parcelas asombrosas. Conoc¨ªa Espa?a a la perfecci¨®n, no s¨®lo por su relaci¨®n con nuestra historia y nuestra literatura, tambi¨¦n por sus constantes viajes. Fue siempre un gran aficionado a los toros, y dedic¨® alg¨²n tiempo a seguir a maestros como Domingu¨ªn u Ord¨®?ez. Uno pod¨ªa pasar horas escuchando sus divertidos relatos acerca de aquel tiempo. Despu¨¦s, su gesto pod¨ªa volverse grave y algo amargo, y tambi¨¦n pod¨ªa pasar horas lamentando la situaci¨®n actual del mundo ¨¢rabe y, en particular, de la cuesti¨®n palestina. Tras su ¨²ltimo viaje a Beirut lamentaba la falta de inspiraci¨®n para una juventud ¨¢rabe que cada d¨ªa ve m¨¢s limitadas sus opciones vitales e intelectuales. Le contestaba que quedaban modelos como ¨¦l, aunque hoy ya no podamos, desgraciadamente, decir lo mismo.
De sus ¨²ltimos meses recuerdo especialmente dos deseos: el de la adquisici¨®n de la nacionalidad espa?ola, que tramit¨¢bamos en estos d¨ªas, y el de contribuir a la consolidaci¨®n del proyecto que hab¨ªa creado con su buen amigo Daniel Barenboim: el West Eastern Divan. El pasado verano viaj¨® a Andaluc¨ªa en un ¨²ltimo esfuerzo, sabedor de que no le quedaba mucho tiempo. Aqu¨ª hizo una de las pocas excepciones de su vida en su relaci¨®n con la autoridad pol¨ªtica, al firmar con Barenboim y con el presidente de la Junta de Andaluc¨ªa, Manuel Chaves, una declaraci¨®n para la constituci¨®n de una fundaci¨®n en la que trabajamos actualmente. Quiso compartir con los j¨®venes ¨¢rabes e israel¨ªes que son el futuro sus casi ¨²ltimas reflexiones: "Israel y el resto del mundo deben saber que somos un pueblo, una cultura, que no podemos ser ignorados y que s¨®lo construiremos el futuro sobre una comprensi¨®n mutua". Esos j¨®venes deben comprender hoy, como debemos hacerlo todos, el profundo significado de esas palabras. Ah¨ª reside buena parte del legado de reflexi¨®n y paz de Edward Said.
Bernardino Le¨®n es coordinador de la Fundaci¨®n Tres Culturas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.