Asilados a su suerte
Madrid acoge al 18% de los 7.832 refugiados que viven en Espa?a, seg¨²n un informe de CEAR sobre este colectivo
Javier es un hombre fuerte. Durante una d¨¦cada permaneci¨® emboscado con la guerrilla del M-19 en las monta?as de Colombia, su pa¨ªs. Pero la dureza de la clandestinidad no fue nada comparada con el desarraigo y las penurias que ha sufrido en los ¨²ltimos dos a?os, desde que en 2001 pidi¨® asilo en Madrid tras recibir amenazas de los paramilitares, hasta que se lo concedieron en junio pasado.
En ese tiempo ha tenido que enfrentarse a la soledad, a la lentitud administrativa, al trabajo sumergido y a la falta de plazas en los albergues de la capital. "El Gobierno espa?ol ha firmado el Convenio de Ginebra de protecci¨®n a los asilados, pero luego, en realidad nos deja a la deriva", explica.
Su caso no es ¨²nico. En la regi¨®n viven otros 1.419 refugiados (el 18% de los 7.832 que residen en Espa?a) y un n¨²mero indeterminado de solicitantes de asilo que, seg¨²n el reciente estudio Asilados en Madrid, de la Comisi¨®n Espa?ola de Ayuda al Refugiado (CEAR), han sufrido penurias similares.
Madrid, como capital del Estado y sede del aeropuerto de Barajas, es la comunidad aut¨®noma donde m¨¢s perseguidos de todo el mundo solicitan refugio. El a?o pasado la regi¨®n acogi¨® el 70% de las 5.372 peticiones de asilo presentadas en todo el Estado. Pero Estrella P¨¦rez, coordinadora de CEAR-Madrid, matiza que "s¨®lo un 5% de los solicitantes logra que el Gobierno les conceda el estatuto de refugiados y les permita quedarse aqu¨ª a vivir y trabajar".
Su organizaci¨®n ha entrevistado a 52 solicitantes de asilo y refugiados para conocer sus problemas. Y ha descubierto que uno de los mayores obst¨¢culos que encuentran es la lentitud de la Oficina de Asilo y Refugio, del Ministerio del Interior, en la tramitaci¨®n de las peticiones. "Los expedientes se demoran dos a?os, un tiempo excesivo durante el que el solicitante no puede organizar su vida, porque siempre tiene encima la amenaza de convertirse en un sinpapeles si al final le deniegan la petici¨®n", explica.
Las dificultades surgen desde el principio con los problemas para encontrar un techo donde cobijarse. "Los albergues para gente sin hogar est¨¢n llenos y los dos centros de acogida del Imserso para refugiados, en Puente de Vallecas y Alcobendas, hasta ahora s¨®lo aceptaban a los solicitantes cuya petici¨®n hab¨ªa sido admitida a tr¨¢mite, algo que s¨®lo consiguen cuatro de cada diez. Desde que Espa?a exige visado de entrada a los cubanos y colombianos, el n¨²mero de solicitantes de asilo se ha reducido, y, en consecuencia, hay menos problemas de alojamiento en los centros del Imserso, pero todav¨ªa hay peticionarios durmiendo en la calle", a?ade P¨¦rez.
Javier lleg¨® a Madrid sin conocer a nadie. Su huida de Colombia fue tan apresurada que no tuvo tiempo de buscar contactos. As¨ª que sus primeras noches las pas¨® al raso. Despu¨¦s busc¨® cobijo en varios albergues y, al final, decidi¨® mudarse a Vinaroz (Castell¨®n), donde la vida es m¨¢s barata y pod¨ªa subsistir recogiendo naranjas. Despu¨¦s de que el M-19 dejara las armas en 1990, este vecino de la localidad colombiana de Cali estudi¨® derecho y empez¨® a trabajar como abogado en asociaciones de derechos humanos y en un ayuntamiento. Pero la vida se le torci¨®.
"A los solicitantes de asilo s¨®lo se les permite trabajar seis meses despu¨¦s de que su petici¨®n haya sido admitida a tr¨¢mite. Mientras, si no est¨¢n acogidos en un albergue, reciben una ayuda de 230 euros mensuales, pero como con eso no se vive, est¨¢n abocados a la econom¨ªa sumergida", a?ade la responsable de CEAR.
Judith P¨¦rez, cubana de 41 a?os, no tuvo problemas de alojamiento cuando lleg¨® a Madrid en diciembre de 2002 huyendo del r¨¦gimen castrista porque ten¨ªa familiares que la esperaban. La presencia de seres queridos le ayuda. Pero no le impide so?ar con las calles de La Habana y sentir mucha a?oranza.
Sabe, adem¨¢s, que aunque en su pa¨ªs fuera escritora y directora de un museo, aqu¨ª le esperan trabajos peor remunerados, como el cuidado de ancianos. "Yo pertenec¨ªa a un grupo de intelectuales que desde 1990 cuestionaban la dictadura de Castro y al final la situaci¨®n fue tan insostenible que me tuve que marchar", explica esta mujer cuya solicitud de asilo ha sido admitida a tr¨¢mite, aunque a¨²n debe esperar la resoluci¨®n definitiva.
Shemsedin Kajtazi es de los pocos refugiados que no han tenido problemas para trabajar desde que pis¨® Madrid en 1998 con su esposa y sus dos ni?os. Nada m¨¢s pedir el asilo, este albanokosovar de 40 a?os fue elegido para servir de traductor a los militares espa?oles destacados en Albania durante la guerra de Kosovo. Tampoco sufri¨® dificultades de alojamiento, porque en Madrid viv¨ªa un hermano suyo que le ayud¨® a alquilar un piso.
Le doli¨® tener que dejar su tierra y su gente, pero considera que su nueva vida no ha empezado mal. "De joven tuve problemas con el Gobierno serbio por rebelde y nacionalista, as¨ª que cuando estall¨® la guerra me sent¨ª amenazado y decid¨ª marcharme", explica este hombre, que en su pa¨ªs trabaj¨® de profesor de matem¨¢ticas e inform¨¢tica y que aqu¨ª regenta una peque?a empresa de electr¨®nica.
Alto nivel de formaci¨®n
En general, seg¨²n el estudio de CEAR, la formaci¨®n de los solicitantes de asilo es alta: entre los hombres, el 28% tiene estudios universitarios, y el 25% secundarios, y entre las mujeres, el 17% ha pasado por la universidad, y el 39% tiene formaci¨®n de secundaria. Pero la mayor¨ªa acaba trabajando en la hosteler¨ªa y la construcci¨®n, a menudo con contratos inestables.
No todos los refugiados cuentan, como Judith o Shemsedin, con alguien que les espere en el pa¨ªs de destino. Javier, como muchos otros, lleg¨® solo y todav¨ªa est¨¢ en tratamiento psicol¨®gico para paliar el dolor de estos dos a?os de penurias, lejos de su pa¨ªs, su esposa y su hija. Est¨¢ agradecido a Espa?a por haberle acogido, pero tambi¨¦n se siente algo defraudado: esperaba que las instituciones le protegieran y se encontr¨® con que le dejaban a su suerte.
Problemas de vivienda
El acceso a la vivienda en una comunidad cara como la madrile?a es muy dif¨ªcil para el colectivo de refugiados, seg¨²n el informe de CEAR. El 90% de los asilados vive de alquiler y la mitad asegura haber tenido dificultades para arrendar un piso, no s¨®lo por causas econ¨®micas (exigencia de avales, rentas elevadas...), sino tambi¨¦n por el rechazo de algunos caseros a alquilar su casa a extranjeros. Los mayores problemas de alojamiento los tienen los africanos.
Casi todos los pisos habitados por refugiados disponen, seg¨²n el estudio, de agua caliente, ba?o, lavadora, frigor¨ªfico y televisi¨®n. Pero la mitad carece de calefacci¨®n central y un 40% no tiene ni estufas. Cuatro de cada diez entrevistados califican de "regular" el estado de su casa.
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