Nueva arquitectura, viejos paisajes

Pisar Santa Cruz de Tenerife es sobrecogerse con la enorme cresta de monta?as situada hacia el norte. El macizo de Anaga protege la ciudad de viento y nubes y tambi¨¦n es el prisma que le proyecta una firme sensibilidad medioambiental. Desde el puerto que en 1788 acogi¨® a la Bounty meses antes del famoso mot¨ªn y hoy recibe cruceros de todo el mundo, hasta las cuestas que acogen sus barrios, la capital tinerfe?a es emblema de ciudad verde.

Paseo y compras

Esbeltas palmeras, perezosos flamboyanes de flores rojas y naranjas y dos mil laureles de Indias salpican unas calles que tienen en el parque de Garc¨ªa Sanabria, con cerca de 200 especies vegetales diferentes, su m¨¢s celebrado pulm¨®n. A su lado, el hotel Mencey, el m¨¢s importante de la ciudad, y entre ambos la Rambla, arteria que se extiende como un arco desde el mar y marca la linde de su zona c¨¦ntrica. Pasear por ella entre las esculturas instaladas desde 1973 con motivo de una muestra internacional descubre el exigente pulso intelectual de una ciudad que en 1935 fue sede de la Exposici¨®n Internacional de Surrealismo con presencia de Andr¨¦ Breton.

Entre elegantes casas coloniales y en el cercano barrio de Los Hoteles atravesamos la plaza de los Patos, de inspiraci¨®n ¨¢rabe, para dejarnos arrastrar, cuesta abajo, por el traj¨ªn de sus 4.000 metros cuadrados de zona comercial, totalmente peatonalizados, que tiene en la calle del Pilar y el parque Bulevar, cercanos a la rom¨¢ntica plaza del Pr¨ªncipe, las boutiques m¨¢s exclusivas. La parte baja de la calle del Castillo, principal v¨ªa comercial, lleva al remozado barrio hist¨®rico de La Noria, que toma su nombre de esta calle que bulle durante las multitudinarias fiestas carnavaleras. Muy cerca, la iglesia de la Concepci¨®n conserva la cruz que los conquistadores castellanos clavaron a su llegada en 1494 y que da nombre a la ciudad. Enfrente, el Museo de la Naturaleza y el Hombre desvela la riqueza natural de las islas y los enigmas de sus poblaciones prehisp¨¢nicas.

Visiones arquitect¨®nicas

Santa Cruz de Tenerife es una ciudad en tr¨¢nsito, y es en el distrito de Cabo-Llanos, al sur de La Noria, donde un ambicioso planeamiento urban¨ªstico est¨¢ transformando su tradicional car¨¢cter recogido en una fachada de modernidad que atrapar¨¢ al visitante. Centros culturales en construcci¨®n -como el Instituto ?scar Dom¨ªnguez de Arte Contempor¨¢neo, proyecto arquitect¨®nico de Herzog & de Meuron- y obras recientes -como la Sede de Presidencia del Gobierno de Canarias, del equipo de arquitectos AMP, o el Recinto Internacional de Ferias y Congresos, de Santiago Calatrava- conviven con edificaciones hist¨®ricas -el castillo de San Juan, la ermita de Nuestra Se?ora de la Regla-, o indisolubles del paisanaje santacrucero, como el mercado de Nuestra Se?ora de ?frica, de Marrero Regalado, o las piscinas del Parque Mar¨ªtimo C¨¦sar Manrique al pie del futuro Palmetum, parque tem¨¢tico que reunir¨¢ a miles de especies de palmeras. Y frente a ellos, entrando desafiante desde el mar como un imposible buque alado, el impactante auditorio de Santiago Calatrava, inaugurado oficialmente este mismo fin de semana.

Una tarde en Anaga

Aprovechar una visita a la ciudad pasa ineludiblemente por explorar el macizo de Anaga, que tiene desde 1994 categor¨ªa de parque rural. Desde el barrio pesquero de San Andr¨¦s, a siete kil¨®metros al norte de Santa Cruz, junto a la playa de las Teresitas -sometida en su 30? aniversario a un proyecto de ordenaci¨®n por Dominique Perrault-, una serpenteante carretera lleva desde un escarpado paisaje de piteras, cardones y tuneras a las brumas del centro del macizo, a m¨¢s de 1.000 metros de altura. All¨ª, una tupida vegetaci¨®n de dragos, sanhoras, pinos y tabaibas conserva en su n¨²cleo uno de los mejores ejemplos de Canarias del bosque de laurisilva, originario de la ¨¦poca terciaria.

Anaga existi¨® como islote antes de que Tenerife emergiera del oc¨¦ano, y en el caser¨ªo de Taganana, entre profundos barrancos y frondosos palmerales, la isla conserva lo m¨¢s puro de sus riquezas naturales. En la costa, para¨ªso de lagartos y surferos, el Atl¨¢ntico se ofrece en toda su plenitud en tres playas de piedras y arena negra: las Bodegas, Alm¨¢ciga y Benijo. En el restaurante El Mirador de Benijo se puede disfrutar del solicitado arroz caldoso y de las espectaculares vistas de los Roques de Anaga, apostados al pie de los riscos como incansables vig¨ªas de esta antigua fortaleza de guanches.

La noche, de vuelta en la ciudad

En Santa Cruz de Tenerife la vida se disfruta sin carreras. Una cena en restaurantes como La Hierbita, el Mes¨®n Clavijo o la Bodega de San Antonio son opciones que se deben aprovechar. Cocina casera, tradicional o creativa que se riegan con un Vi?¨¢tigo, destacada etiqueta entre la oferta de las bodegas tinerfe?as. De noche, los locales de la costera avenida de Anaga y la discoteca Sat, junto al Parque Mar¨ªtimo, son los m¨¢s demandados por los santacruceros, aunque el Casa Parra sigue siendo el punto de encuentro para los que buscan el lado m¨¢s irreductible de una ciudad de la que la habanera Dulce Mar¨ªa Loynaz dijo que "se conoce pronto o no se conoce nunca".