Los espectros
Los espectros son importantes, y cuando desaparecen de la representaci¨®n aumenta el riesgo de impunidad en la vida p¨²blica. En la tragedia griega deidades espectrales -las Erinias- persegu¨ªan los delitos incrustadas vengativamente en la memoria de los transgresores, pero fue Shakespeare, posiblemente el mayor anatomista del poder que haya dado la cultura europea, quien coloc¨® a los espectros en su sitial id¨®neo, rodeando las dudas y ambig¨¹edades de Hamlet o mordiendo a Macbeth con la sa?a de la peor jaur¨ªa.
Shakespeare nos explic¨® para siempre el v¨ªnculo entre el poder y los espectros. En apariencia el poder juega con su propia ilusi¨®n de manera que quienes lo detentan, los poderosos, creen que no hay l¨ªmites para sus acciones. Esto naturalmente exige que el tiempo sea siempre un crudo presente: hago esto porque tengo la fuerza y si quisiera, gracias a ella, tambi¨¦n har¨ªa lo contrario. A la luz de la pura actualidad el poder sue?a con su car¨¢cter ilimitado.
El espectro de David Kelly ha puesto su demoledor foco sobre la vida p¨²blica de Gran Breta?a y, por extensi¨®n, de Occidente
Sin embargo, el futuro conspira contra este sue?o. Los espectros son criaturas del futuro que, de pronto, intervienen en el presente e interrumpen la enso?aci¨®n del poder. Todo va bien para los felices Macbeth mientras, en el d¨ªa a d¨ªa de la sangre y de la mentira, dura el reino de la acci¨®n. El curso dichoso de los acontecimientos se tuerce, no obstante, cuando la pareja se ve obligada a contemplar el espejo de sus acciones. Macbeth se derrumba; lady Macbeth parece m¨¢s fuerte porque permanece activa. El momento de la contemplaci¨®n es siempre fatal para los sue?os de poder.
Ah¨ª es donde act¨²an los espectros: cuando las acciones se fosilizan y s¨®lo restan las visiones. El crimen que fue presentado como virtud reaparece, multiplicado, en su condici¨®n de crimen. Paralelamente, aquella mentira disfrazada de verdad con tanta pericia irrumpe como la desolada mentira que siempre fue. Nada hay m¨¢s terrible para el poder que el testimonio de la memoria que simbolizan los espectros.
Todos merecen nuestro respeto pero uno, en particular, resulta conmovedor estas ¨²ltimas semanas: el espectro de David Kelly. Con toda probabilidad nunca sabremos las circunstancias exactas que envolvieron a la muerte del cient¨ªfico brit¨¢nico. Aceptado el suicidio, ?alguien de los que le empujaron hacia ¨¦l ha meditado sobre el ¨²ltimo momento de Kelly? Tampoco podemos saberlo. El ¨²ltimo momento de un suicida es de las escenificaciones m¨¢s inimaginables a no ser que sea filos¨®ficamente majestuoso, como la despedida de S¨®crates descrita por Plat¨®n.
Es dif¨ªcil pensar que el suicida Kelly gozara de una sombra de tal serenidad. M¨¢s bien todas las informaciones que hemos recibido apuntan en la direcci¨®n contraria: un hombre cercado, un asedio implacable, una exhibici¨®n imp¨²dica de las trampas del poder. ?Alguno de sus persecutores ha intentado reproducir lo que suced¨ªa en el esp¨ªritu de David Kelly cuando ¨¦ste se intern¨® en el bosque de su paseo final?
No podemos contestar a eso. Estos d¨ªas he observado minuciosamente su cara en las fotos sucesivas de los peri¨®dicos. Antes de los acontecimientos fatales es el rostro de un hombre que combina fortaleza y fragilidad a partes iguales, una f¨®rmula no rara en el mundo intelectual, sobre todo en el cient¨ªfico. Despu¨¦s, arrastrado por el v¨¦rtigo durante los interrogatorios, es ya la cara de un n¨¢ufrago espiritual. David Kelly, a juzgar por esas ¨²ltimas fotos, es alguien que est¨¢ muriendo antes de su muerte formal. Se est¨¢ convirtiendo en un espectro.
Tiene, por tanto, una nueva fuerza que acabar¨¢ cerni¨¦ndose sobre el poder que lo acorral¨® y lo destruy¨®. Desde esta perspectiva los espectros, lejos de ser los habitantes de la oscuridad de las leyendas populares, son ciudadanos del claroscuro: se mueven en una tenue luminosidad pero arrojan una poderosa luz sobre el escenario que les ha dado raz¨®n de ser. El de Kelly, el espectro de David Kelly, ha puesto su demoledor foco sobre la vida p¨²blica de Gran Breta?a y, por extensi¨®n, de Occidente. Lo que permanec¨ªa oculto en el momento de la acci¨®n -aquel presente en el que el poder se ense?oreaba de la realidad- ahora empieza a desnudarse bajo la luz de la contemplaci¨®n.
Desgraciadamente no sabemos -a¨²n- c¨®mo el espectro de Kelly se presenta ante sus antiguos sitiadores. No sabemos en concreto si Tony Blair -un aspirante a Hamlet reconvertido en un aspirante a Macbeth- observa ya sillas vac¨ªas rebosantes de sangre o si todav¨ªa mira las nubes en busca de refugio. S¨ª percibimos, no obstante, que se est¨¢ rasgando una monstruosa red de mentiras tejida no muy lejos de donde se representaban los dramas de Shakespeare. Una vez m¨¢s, como ¨¦ste expres¨® reiteradamente, las virtudes p¨²blicas parecen alimentarse con sucios r¨ªos subterr¨¢neos que arrastran las mentiras y los cr¨ªmenes de Estado. No es dif¨ªcil imaginar que David Kelly se ahog¨® en sus aguas turbulentas.
Los falsarios son los que siempre invocan el principio de la realidad. Los peores cr¨ªmenes del siglo XX se realizaron invocando este principio. Los m¨¢s recientes cr¨ªmenes del reci¨¦n iniciado siglo tambi¨¦n. Esto ser¨ªa definitivamente angustioso si no supi¨¦ramos que hay otra fuerza que moldea la existencia en sentido opuesto. Gracias a ella apelamos a la cr¨ªtica, a la memoria, a la conciencia. Los espectros nos defienden contra la p¨²blica virtud. Son nuestros ¨¢ngeles de la guarda.
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