El jard¨ªn de Manzano
Ha tenido suerte Gregorio Manzano con los tiempos de calma que corren en el Atl¨¦tico. Ha cometido muchos errores en pocos d¨ªas, pero su continuidad no se discute. Y todo gracias a la cordura que al fin rige en la casa, desde donde se proclama, sin m¨¢s motivos para dudar que la proximidad de Gil, el prop¨®sito innegociable de dejar concluir el proyecto, de posponer los juicios al final del curso. Y es saludable que as¨ª sea. Pero la tranquilidad que por una vez respiran los despachos del Atl¨¦tico no exime a Manzano de culpa en la imagen que ofrece el equipo y en el des¨¢nimo que se ha instalado ya, tan pronto, entre los aficionados.
Manzano ha lucido cada ma?ana un nuevo defecto. Cuando no ha sido su debilidad para defender una frase pol¨¦mica sobre Ra¨²l y su val¨ªa, ha sido su torpeza para manejar el efecto Simeone, para desactivar de forma fulgurante un fichaje que s¨®lo encerraba la carga espiritual del ole, ole: primero dej¨® desnudo al argentino con un sistema t¨¢ctico que aire¨® el poco f¨²tbol que le queda y despu¨¦s le puso contra la plantilla al colgarle porque s¨ª un brazalete que no le correspond¨ªa.
Tambi¨¦n ha colocado gratuitamente a Fernando Torres, la joya de la corona, en el punto de mira. Y no s¨®lo por aislarle en ataque. Actu¨® con ventajismo al provocar una foto en la que le ense?aba a tirar penaltis justo el d¨ªa despu¨¦s de que lo fallara ante Ucrania, y no le dej¨® en mejor lugar su empe?o en se?alarle para eludir culpas en los malos resultados. "Me preocupa la falta de definici¨®n del equipo", dijo Manzano, como quien no quer¨ªa mirar al Ni?o, tras las derrotas ante Osasuna y Valencia, sin reparar, o s¨ª, que el mal no fue el remate sino la escasez de ocasiones.
Manzano ha ca¨ªdo en contradicciones (dijo que sobraban medios centros y fich¨® el ¨²ltimo d¨ªa a dos de golpe; sac¨® pecho porque no aceptaba cesiones y pidi¨® al final la de De los Santos, aunque sin permiso para jugar contra su ex). Ha dudado de s¨ª mismo y de sus propias ideas, tambi¨¦n de jugadores en los que conf¨ªa un d¨ªa y desconf¨ªa otro. Hasta mand¨® a la grada tras una mala tarde a ?lvaro Novo, cuyo fichaje tild¨® en el verano de imprescindible, por delante del mismo Ibagaza por el que ahora suspira. Ha cometido deslices futbol¨ªsticos, como colocar a dos centrales zurdos ante el Valencia; presumi¨® de dominio psicol¨®gico y ya tiene a varios futbolistas en el div¨¢n del psicoanalista, y ha dejado sobrevolar peligrosamente sobre las decisiones del equipo la sombra alargada de su representante. Muchos errores, muchos, que est¨¢ a tiempo de corregir. Porque es pronto y el club le tiene paciencia, le deja trabajar y le renueva su confianza. Y est¨¢ bien que as¨ª sea.
Pero el tiempo y la tranquilidad no le conceden a Manzano licencia para todo. El t¨¦cnico debe explicar de una vez el incomprensible arresto a Movilla, su veto a un futbolista modelo como profesional, comprometido y siempre fiable, aunque no sea una estrella. No se sabe contra qui¨¦n combate Manzano en la espalda de Movilla, ni a qu¨¦ obedece su decisi¨®n injusta a sabiendas de apartarlo. Pero no puede durar m¨¢s. Se ha inventado un conflicto absurdo; ha elevado a la categor¨ªa de problema a un tipo que no daba ninguno. Y de tanto no dar su brazo a torcer, ha convertido finalmente en debate del a?o la situaci¨®n de un jugador noble pero en ning¨²n caso del grupo de principales. De tanto empecinarse ha logrado que el asunto capital del Atl¨¦tico, tambi¨¦n ante la visita del Bar?a, sea si est¨¢ o no Movilla. Manzano quiere que se mire a Ibagaza, su pen¨²ltima bala, pero el personal sigue mirando a Movilla. Es su ausencia la que huele mal.
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