Cambios: m¨¢s all¨¢ de 2003
No es preciso contar con grandes poderes adivinatorios para predecir cambios en el panorama pol¨ªtico del pa¨ªs: en la composici¨®n de la mayor¨ªa parlamentaria catalana, en la direcci¨®n del Ejecutivo, en sus relaciones con el Gobierno del Estado. Pero m¨¢s all¨¢ de lo que pueda ofrecernos el inmediato calendario electoral, tambi¨¦n son previsibles otras transformaciones a medio y largo plazo.
Se trata de transformaciones que repercutir¨¢n sobre los principales actores de la pol¨ªtica: sobre los partidos y sobre el sistema que constituyen. A derecha e izquierda. Revisi¨®n interna en la federaci¨®n CiU. Reconsideraci¨®n de su alianza de conveniencia con el PP. O de su relaci¨®n amor-odio con ERC. Nuevos planteamientos en las relaciones entre el PSC, ERC e IC, con repercusiones internas en cada fuerza pol¨ªtica. Y con efectos laterales en las relaciones PSC-PSOE.
Se avecinan cambios que van m¨¢s all¨¢ de los partidos y sus alianzas: por ejemplo, plataformas c¨ªvicas dispuestas a influir
Esta din¨¢mica puede afectar tambi¨¦n a medio plazo al actual mapa de partidos, configurado bajo coordenadas que se han ido desdibujando con la evoluci¨®n social y pol¨ªtica de nuestro entorno. No cabe especular con la desaparici¨®n de los partidos en general ni de nuestros partidos en particular: tienen su funci¨®n, cuentan con su propia inercia organizativa y gozan de fuerte incrustaci¨®n institucional. Pero s¨ª se perfilan cambios en las alianzas que mantienen entre s¨ª y, sobre todo, en su relaci¨®n con otras organizaciones y colectivos sociales que no quieren dejar la iniciativa pol¨ªtica en manos exclusivas de las c¨²pulas partidistas o tecnocr¨¢ticas.
Una coordinaci¨®n intermitente y variable entre partidos y otros actores colectivos contribuir¨¢ cada vez m¨¢s a la definici¨®n de las pol¨ªticas p¨²blicas. Tendr¨¢n mayor papel las propuestas surgidas de sectores ciudadanos, m¨¢s activos ante los problemas sociales y m¨¢s exigentes en su demanda de informaci¨®n e intervenci¨®n en la toma de decisiones. Acudiendo a formas poco ortodoxas de hacer o¨ªr su voz, apelando a las nuevas tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n o renovando los instrumentos jur¨ªdicos de la democracia directa. Aunque ser¨ªa excesivo confiar en que desarrollen siempre un impacto pol¨ªtico decisivo, ser¨ªa miope ignorar su potencial transformador.
Una parte de estos cambios son ya realidad a escala local. Pero tambi¨¦n los habr¨¢ a escala nacional, estatal y europea. Que toda pol¨ªtica es local y global a un tiempo es algo asumido por muchos. De modo intuitivo o m¨¢s elaborado. Nada de lo que ocurre en Catalu?a es muy diferente a lo que ocurre en otras partes del mundo, ya sea en lo nacional, ya sea en lo social. Y nada de lo que sucede fuera de Catalu?a deja de repercutir en nuestra sociedad.
Habr¨¢ tambi¨¦n cambios en los contenidos y en la presentaci¨®n de las pol¨ªticas. Existe la tentaci¨®n de contraponer un discurso sobre los valores -que ser¨ªa est¨¦ticamente agradecido, pero ineficiente- a un discurso sobre los resultados -m¨¢s tosco, pero m¨¢s comprensible y m¨¢s efectivo-. Pero esta vieja contraposici¨®n contiene una buena dosis de falacia, cada vez menos aceptada para una ciudadan¨ªa mejor preparada. Y es que cualquier pol¨ªtica concreta traduce una determinada gama de valores -o contravalores- por mucho que quiera recubrirse de pragmatismo. Ni la derecha m¨¢s "realista", por ejemplo, deja de envolver su propuesta de reducir el Estado de bienestar con apelaciones a la libertad individual o al fomento del esp¨ªritu emprendedor.
La izquierda cometer¨ªa un error -tambi¨¦n electoral- si quisiera disfrazar su oferta pol¨ªtica con la etiqueta del pragmatismo posibilista. Debe ser pragm¨¢tica, pero sin ocultar que sostiene sus proyectos en principios irrenunciables: cuando habla de la acogida de la inmigraci¨®n, de combatir la marginaci¨®n de los sectores m¨¢s d¨¦biles, de intervenir en el mercado de la vivienda, de hacer efectiva la solidaridad en el comercio internacional y en tantos otros asuntos.
Cambios en los partidos. En la relaci¨®n entre partidos y otros colectivos ciudadanos. En el contenido de las pol¨ªticas y en su justificaci¨®n en valores. Son cambios que van m¨¢s all¨¢ de las novedades electorales que pueda depararnos el ciclo que arranca con las elecciones catalanas del 16 de noviembre y terminar¨¢ con las elecciones europeas de junio de 2004. El ensordecedor ruido medi¨¢tico que acompa?ar¨¢ a las competiciones electorales de los pr¨®ximos meses har¨¢ m¨¢s dif¨ªcil atender a las se?ales que anuncian movimientos de fondo y a largo plazo. Pero no podemos ignorarlos. Porque es la orientaci¨®n de estos movimientos la que favorecer¨¢ o retrasar¨¢ una indispensable renovaci¨®n de la pol¨ªtica democr¨¢tica si queremos que sea capaz de extender a todos los derechos sociales y pol¨ªticos que les corresponden como personas.
Josep M. Vall¨¨s es miembro de Ciutadans pel Canvi
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