El arte de Padorno vuelve a Madrid
Aparece la poes¨ªa ¨²ltima del artista y se le dedica un ciclo a su obra
Manuel Padorno muri¨® en Madrid en mayo de 2002, un d¨ªa antes de cuando ten¨ªa que ofrecer el recital de sus ¨²ltimos poemas, cuando ten¨ªa 69 a?os. Ahora, esos poemas est¨¢n en Canci¨®n
atl¨¢ntica, el libro con el que la editorial Tusquets rinde homenaje a este artista canario que persigui¨® la luz hasta de noche, como poeta, como pintor, como personaje.
Padorno naci¨® en Tenerife, vivi¨® en Las Palmas gran parte de su juventud, en Madrid fue editor y poeta, y cuando hace m¨¢s de veinte a?os regres¨® a la playa de Las Canteras, en Gran Canaria, recuper¨® la luz para siempre; esa luz es la que ahora est¨¢ tanto en la poes¨ªa que dej¨® escrita y que se publica p¨®stumamente como en su pintura, a la que dedic¨® sus mayores esfuerzos en los ¨²ltimos a?os de su vida.
Hoy comienza en el C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid un ciclo sobre su obra. En la primera jornada estar¨¢n los poetas Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald y Antonio Gamoneda, los artistas pl¨¢sticos Mart¨ªn Chirino y Rafael Canogar; el cineasta Antonio J. Betancor, que fue su cu?ado y su c¨®mplice, y el periodista Guillermo Garc¨ªa-Alcalde. El cr¨ªtico Juan Manuel Bonet abrir¨¢ en el propio c¨ªrculo la exposici¨®n de la pintura y otros testimonios de Padorno.
Padorno fue una figura verdaderamente singular; con el pintor Manuel Millares, con el escultor Mart¨ªn Chirino y con el m¨²sico Juan Hidalgo dej¨® Canarias en los cincuenta y en Madrid desarroll¨® una amplia labor, dedicado sobre todo a la edici¨®n de los libros de poes¨ªa de sus contempor¨¢neos, los componentes de la generaci¨®n del 50. Casado con Josefina Betancor, a la que ahora se debe fundamentalmente la labor de rescate que representa el ciclo que se inicia hoy, fund¨® a finales de los sesenta una editorial, Taller de Ediciones JB, donde dio a la estampa (tambi¨¦n fue impresor, y usaba para ello el seud¨®nimo de Mateo Alem¨¢n) poes¨ªa, narrativa y ensayo, pero sobre todo regal¨® su tiempo subrayando la poes¨ªa ajena. La suya, casi siempre, la guard¨® en un caj¨®n.
Aun as¨ª, en ese periodo de exigente tarea editorial public¨® ¨¦l mismo varios libros (A la sombra del mar, Coral Juan Garc¨ªa, O¨ª crecer las
palomas), sumidos todos en un compromiso est¨¦tico y humano, con su tierra, con su tiempo, que ya fue com¨²n a toda su obra. En Madrid, durante a?os, vivi¨® de noche y durmi¨® de d¨ªa; fue, a su manera, uno de los ¨²ltimos bohemios, aunque con una enorme capacidad de trabajo y de seducci¨®n, que utiliz¨® luego, ya de vuelta a las islas, para constituirse en un catalizador y en un provocador de nuevas formas de agitaci¨®n cultural. De hecho, cuando muri¨® era la v¨ªspera de un concierto po¨¦tico que ¨¦l mismo hab¨ªa organizado en el Jard¨ªn Bot¨¢nico de Madrid para que confundieran sus voces poetas insulares y poetas peninsulares. Un infarto acab¨® con su vida esa misma madrugada.
Era un gran vitalista; su pasi¨®n era la luz de su tierra, y volvi¨® a vivir con ella cuando regres¨® a la playa de Las Canteras. Los textos que publica ahora Tusquets son la expresi¨®n de ese renacimiento de su vida y de su poes¨ªa, y de su pintura. A ¨¦l le gustaba pensar que era un artesano, un obrero que trabajara con las palabras y con los colores, su voluntad era la de estar despierto, escribiendo, imaginando, hablando. En Madrid so?¨® un mundo dormido, que explot¨® al fin en contacto, otra vez, con la luz de la playa de su vida, la de Las Canteras. Del mismo modo que Carlos Barral vio Catalu?a desde el mar, su contempor¨¢neo Padorno hizo de su visi¨®n del mar de las islas en las que vivi¨® la juventud, la met¨¢fora de su reencuentro con la vida.
Fueron estos veinte a?os finales de su vida de una extraordinaria plenitud, de proyectos, de amistad, de poes¨ªa y de arte. Poco antes de morir, una meta fatal que en su ¨¢nimo siempre estuvo muy lejos de sus pesadillas, pint¨® fren¨¦ticamente, y producto de ello fue una colecci¨®n que titul¨® Capilla atl¨¢ntica, nueve cuadros en los que quiso pintar de azul muy claro la esencia de sus obsesiones insulares.
Paralelamente, escribi¨® con una intensidad entusiasmada sobre una alargad¨ªsima mesa de madera donde dej¨® in¨¦ditos, y tambi¨¦n libros ya programados con la ciencia editorial que tanto anim¨® su vida. Su viuda, con la ayuda de su hija Patricia y con el est¨ªmulo de su amigo el escritor Diego Doncel, ha recogido el esp¨ªritu que dej¨® Padorno, y seguro que ese aliento es el que hasta el viernes va a presidir el homenaje que hoy se inicia.
Babelia
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