La antorcha
Entre los libros que pugn¨¢bamos por conseguir clandestinamente en los a?os sesenta, ninguno era tan gratificador como La funci¨®n del orgasmo, de Wilhelm Reich, y por las razones que el mismo t¨ªtulo da a entender. Ser marxista fue en muchos casos una prolongaci¨®n de ser religioso y militar en un movimiento comunista que pose¨ªa concomitancias con la actitud de cristianos enfervorizados en la b¨²squeda de un mundo mejor. De hecho, cristianos y marxistas firmaron frecuentes pactos en la teor¨ªa y en la pr¨¢ctica, en las c¨¦lulas y en las parroquias m¨¢s obreras.
Wilhelm Reich era otra cosa. Marx no hablaba de sexo, se hab¨ªa conformado apenas con un modesto adulterio con su criada, era demasiado aficionado a la penumbra de las bibliotecas y poco a las luminarias de la carne. Wilhelm Reich era otra cosa: proced¨ªa de la misma di¨¢spora jud¨ªa que Marx pero compart¨ªa con Freud, de quien fue disc¨ªpulo activo, la m¨¢xima ilusi¨®n por el valor del sexo. El sexo como pilar de la vida y astuto motor de la humanidad.
Si Freud obtuvo del sexo la m¨¢xima productividad observ¨¢ndolo como conflicto, Reich procur¨® rescatarlo como soluci¨®n primordial. Para Freud la sexualidad era la fuente de las obsesiones y culpas de los sujetos mientras para Reich ese sexo tan importante llegaba a ser no s¨®lo una mol¨¦cula crucial del individuo sino de la misma Naturaleza y la sociedad. El org¨®n, t¨¦rmino acu?ado por Reich, evidentemente asociado al orgasmo, ser¨ªa, por redundancia, la potencia germinal del mundo: "La energ¨ªa que precede a la materia y la genera", declaraba ¨¦l.
Dicho esto, ?qu¨¦ otra cosa pod¨ªa esperarse sino el clamor juvenil?
Las milicias de j¨®venes que se hab¨ªan encuadrado en el marxismo con un esp¨ªritu heroico y altruista se tropezaban de pronto con la oportunidad comunista (Reich se afili¨® al PC en 1929) de ser todav¨ªa m¨¢s heroicos y eficaces disfrutando sin cesar. A mayor generaci¨®n de placer carnal mayor cantidad de vida; a mayor cantidad de sustancia "org¨®nica" m¨¢s r¨¦ditos para el so?ado mundo mejor. Si el catolicismo ped¨ªa la castidad a cambio del cielo, el "orgonismo" de Reich fund¨ªa el cielo con el goce sexual. Y con una dimensi¨®n revolucionaria incluida: gracias a defender el orgasmo a troche y moche se desafiaban los controles de la vida burguesa y se amenazaba la estructura familiar que ser¨ªa sustituida. La revoluci¨®n era as¨ª, probablemente, una org¨ªa. ?Qui¨¦n pod¨ªa sustraerse a esta proposici¨®n?
Sin embargo, ?no parec¨ªa demasiado fr¨ªvola?
Wilhelm Reich, que debi¨® exiliarse para sortear la persecuci¨®n nazi, se esforz¨® durante a?os en dar categor¨ªa objetiva a su tesis y en 1940, residiendo en Estados Unidos, construy¨® el primer "acumulador de org¨®n", un artefacto donde pod¨ªa medirse t¨¦rmicamente una sustancia azulada que titilaba a los ojos del observador. Este acumulador absorber¨ªa del cosmos infinito su m¨¢xima esencia y la har¨ªa materialmente disponible para curar enfermos, devolver dinamismo al deprimido o, acaso, para crear ciertos ejemplares de superdotados.
Un organismo cargado de org¨®n no sufrir¨ªa gripes, ni jaquecas, tumores o eczemas, de manera que el citado acumulador podr¨ªa convertirse en una suerte de b¨¢lsamo de fierabr¨¢s si era administrado en dosis continuas. Las autoridades norteamericanas que acabaron viendo en todo este enredo la mano de un iluminado o un farsante acabaron conden¨¢ndolo a dos a?os de c¨¢rcel, entre cuyas paredes muri¨® en 1957. Para nosotros, sin embargo, j¨®venes marxistas de los sesenta, La funci¨®n del orgasmo no deb¨ªa perecer nunca sino, por el contrario, difundirse como una bendici¨®n. A escala personal ve¨ªamos claro que la demanda de libertad sexual se registraba por las autoridades como una demanda fuertemente revolucionaria. El sexo, cosa aparentemente individual, era capaz de producir pol¨ªtica. Una micropol¨ªtica del deseo que seguir¨ªa despu¨¦s analizando Foucault y haci¨¦ndola estallar en el archipi¨¦lago de los micropoderes por donde se filtra el sistema.
?Wilhelm Reich hoy? El sexo se ha trivializado tanto que, por contraste, su libro promueve la melancol¨ªa del luminoso org¨®n. Por entonces, hace medio siglo, todav¨ªa la sexualidad aparec¨ªa como una potencia transgresora y la revoluci¨®n sexual se asociaba al advenimiento de todas las revoluciones juntas. Ahora, hasta los espect¨¢culos supuestamente provocadores basados en el sexo m¨¢s duro fracasan en su intento de escandalizar. La fuerza del orgasmo ha perdido car¨¢cter subversivo y no por desgaste revolucionario sino por la difusi¨®n de su oferta recreativa y suprema comercializaci¨®n. A su lado, sin embargo, Wilhelm Reich permanece en sus delirios como una antorcha enardecida de aquellos momentos antiguos, policiales y de m¨¢xima erecci¨®n.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.