El pupitre
Abundan en la escuela privada y concertada los colegios religiosos con un ideario conservador, incluso ultraconservador, pero no existe una oferta educativa equivalente desde el lado del progreso. La izquierda se ha quedado muda. En un centro escolar que pasa por ser uno de los m¨¢s liberales de Madrid, un ni?o fue obligado a retirar el curso pasado un cartel contra la guerra de Irak con el argumento de que pod¨ªa herir la sensibilidad de los compa?eros que estuvieran a favor de ella. Espeluznante, pero cierto. Los colegios privados laicos siguen colocando en sus folletos una ensalada de adjetivos que suenan bien, pero, salvo excepciones, su ¨²nica preocupaci¨®n, por no decir su ¨²nico ideario, es la cuenta de resultados.
Esta carencia educativa, que suple de manera espont¨¢nea la escuela p¨²blica, tiene su reflejo en la actividad pol¨ªtica, pues m¨¢s que aut¨¦nticas alternativas al pensamiento ¨²nico, lo que escuchamos son variaciones sobre el mismo tema. La afasia es tal que el PSOE ha tenido que subcontratar la confecci¨®n de su programa econ¨®mico a un se?or que pasaba por all¨ª, y que Romero de Tejada ha salvado su silla en Caja Madrid gracias a los votos de IU o de CC OO. El hecho de que la izquierda muestre tanto p¨¢nico como la derecha al estallido de la burbuja inmobiliaria, cuando lo decente es que estalle de una vez arruinando a quienes han especulado con un bien de primera necesidad, da una idea de la magnitud del desastre.
Sin embargo, nunca ha habido tantas razones para disentir del modelo de realidad en curso. Jam¨¢s la riqueza ni la justicia ni la salud ni la educaci¨®n ni la contaminaci¨®n atmosf¨¦rica estuvieron tan mal repartidas. Lo ¨²nico que de verdad se ha globalizado, aparte de la explotaci¨®n y la codicia, es la ceguera. S¨®lo nos queda esperar, en fin, que en el pupitre de una escuela p¨²blica haya hoy un chico o una chica que al quitarse las lega?as se le caigan tambi¨¦n las cataratas y diga lo que ha visto con tal fuerza que no tengamos m¨¢s remedio que escucharlo. No s¨¦ si tardar¨¢ diez o veinte a?os en hablar, pero llegado ese d¨ªa, si a¨²n vivimos, dispondr¨¢ de nuestra pluma y nuestro hombro para cambiar las reglas de juego, incluso para cambiar el juego. Entretanto, s¨¢lvese quien pueda.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
