Viene criatura
No: rotundamente, no creo que La pelota vasca de Julio Medem tenga como objetivo oculto ni siquiera como efecto involuntario la justificaci¨®n del terrorismo etarra en el d¨ªa de hoy. Por el contrario, la obcecaci¨®n de los que siguen insistiendo en la lucha armada queda puesta en evidencia en el documental. Se han pasado de rosca, son reos del pasado. Los otros males insistentemente denunciados son las torturas y excesos de las fuerzas de seguridad del Estado y la l¨ªnea pol¨ªtica del PP. Coincide as¨ª el planteamiento ideol¨®gico del director (que lo tiene y bastante obvio: lo de la "mirada limpia" queda para la publicidad) con el pensamiento dominante en el Pa¨ªs Vasco gobernado por los nacionalistas con ayuda de IU. Algunas realidades que, desde esta ¨®ptica, resultan inc¨®modas para el PNV son evitadas: por ejemplo, la n¨®mina de guardias civiles y polic¨ªas nacionales asesinados (las torturas son probables, los sacrificios humanos irrefutables), el espectacular ascenso en votos del PP en Euskadi (en los ¨²ltimos veinte a?os, de fuerza casi marginal a segunda del pa¨ªs), el punto de inflexi¨®n que represent¨® el asesinato de Miguel ?ngel Blanco en cuanto a reacci¨®n popular, las manifestaciones multitudinarias organizadas por ?Basta Ya! a favor del Estatuto y la Constituci¨®n o contra el nacionalismo obligatorio, etc¨¦tera. En el documental aparece como ¨²nica ilustraci¨®n sobre la ense?anza en el Pa¨ªs Vasco una escena franquista de maestro castigando a los ni?os que hablan en euskera pero ning¨²n testimonio de otros atropellos educativos m¨¢s cercanos del "florido pensil" euskald¨²n actual. Tampoco se recaba la opini¨®n ni se levanta acta de los m¨²ltiples exilados por razones de fuerza mayor en los ¨²ltimos a?os. Y no deja de ser curioso que, salvo Mariano Ferrer, los periodistas que aparecen en pantalla viven todos fuera del Pa¨ªs Vasco (el testimonio de Arantxa Urretavizcaya, entrevistada para la filmaci¨®n, no fue conservado en el montaje final).
En cualquier caso, se trata de una opci¨®n del director y que como tal debe ser tomada. A uno pueden gustarle poco las abundantes ilustraciones rurales y etnicistas, que reeditan la l¨ªnea de la cl¨¢sica Ama Lur y m¨¢s atr¨¢s la est¨¦tica de las demostraciones sindicales franquistas del Primero de Mayo (la mayor¨ªa de nuestros nacionalismos parecen ser la "rebeli¨®n en la granja" de aquellos coros y danzas), pero no se le puede negar a Medem su derecho a tal enfoque y su habilidad para llevarlo pl¨¢sticamente a buen t¨¦rmino. En cuanto a las entrevistas propiamente dichas, hay alguna revelaci¨®n sublime como la de Arnaldo Otegi, seg¨²n el cual la vida se har¨¢ insoportablemente aburrida el d¨ªa que los ni?os de Beasain coman hamburguesas, hablen ingl¨¦s y est¨¦n conectados a Internet en lugar de contemplar las monta?as. ?Vaya por Dios! Cre¨ªamos que luchaban contra Espa?a por su opresi¨®n imperialista y ahora resulta que la toman por la culpable de la modernidad. Hace poco me contaba Amando de Miguel que uno de los gritos de los primeros carlistas era "?Abajo las patatas!". Por lo visto consideraban a este tub¨¦rculo ultramarino una amenaza for¨¢nea para la dieta aut¨®ctona y racial. Hemos pasado de las patatas a Internet, pero el esp¨ªritu abierto e ilustrado del etnicismo vasco sigue siendo el mismo...
Y ello nos lleva al viejo problema del "di¨¢logo", que tanto contin¨²a preocupando a Medem y a muchos de sus entrevistados. Que el di¨¢logo es cosa muy buena resulta ya algo com¨²nmente aceptado, en lo que se basan por ejemplo los parlamentos democr¨¢ticos. Y en el Pa¨ªs Vasco se ha practicado mucho desde la ¨¦poca de la transici¨®n a todos los niveles, hasta que se empez¨® a asesinar o amenazar de muerte a los dialogantes que no daban la raz¨®n a los nacionalistas. Eso enfri¨® un tanto los entusiasmos de primera hora, hay que reconocerlo. De tales ex dialogantes se ocup¨®, por ejemplo, Jos¨¦ Antonio Zorrilla en su documental Los justos, que entrevista a numerosos amenazados, v¨ªctimas del terrorismo, empresarios, periodistas, exilados, profesores que ya no profesan, etc¨¦tera. Alguno de sus entrevistados, como Joseba Pagaza, hablaron por ¨²ltima vez ante su c¨¢mara antes de ser asesinados. La ETB y las dem¨¢s televisiones nacionales (a excepci¨®n de V¨ªa Digital, que pas¨® el documental en su canal de pago a una hora algo remota) mostraron nulo inter¨¦s por este documento, mucho menos desde luego que por el de Medem. Tampoco alcanz¨® mayor notoriedad Sin libertad, de I?aki Arteta, cortometraje premiado en Nueva York y en Hollywood pero que s¨®lo aport¨® a su realizador pasar de trabajar en la Diputaci¨®n de Vizcaya a cobrar el paro. Y ni siquiera ha tenido la suerte de que se solidarizasen con ¨¦l los habituales "abajo firmantes" que tanto se preocupan por el indoloro linchamiento de Julio Medem.
De modo que el di¨¢logo en Euskadi es cosa dif¨ªcil y no s¨®lo por culpa del intratable Aznar. Realmente, La pelota vasca constituye un alegato m¨¢s bien en contra del di¨¢logo que a favor, por lo in¨²til que evidentemente resulta yuxtaponer opiniones contradictorias mientras se mantiene como tel¨®n de fondo una realidad que por lo visto es inmune a cualquier transformaci¨®n pol¨ªtica o social. Porque las opiniones sencillamente no bastan. Por ejemplo, cuando salen a escena en el documental cuatro o cinco historiadores hablando de si hubo alguna vez tal cosa como un Estado vasco, para uno nunca existi¨®, el siguiente cree que dur¨® treinta a?os, otro dice que cuatro siglos y as¨ª. Si sobre cuestiones de hecho y del pasado reina esta concordancia, imaginemos lo que suceder¨¢ cuando se intenta interpretar pol¨ªticamente la situaci¨®n presente... Las palabras mismas no parecen significar lo mismo para todos: S¨¢daba considera "ultranacionalismo" que en la Constituci¨®n Espa?ola se parta de la unidad de Espa?a, como si hubiera constituciones que preconizasen la disgregaci¨®n de lo que van a constituir. Y, ya fuera del documental, el lehendakari Ibarretxe asegura que no es un "tr¨¢gala" ese plan que propone y est¨¢ dispuesto a sacar adelante digan lo que digan las Cortes, los tribunales, la Constituci¨®n y quien se le oponga. Los que se hacen los m¨¢rtires por la que les cae encima cuando hablan de "di¨¢logo" deber¨ªan aclarar si es tambi¨¦n di¨¢logo llevar la contraria al nacionalismo y no s¨®lo darles la raz¨®n: porque hasta el momento en Euskadi s¨®lo es "dialogante" quien acepta el esquema b¨¢sico peneuvista y proclama que hasta de los abusos del Gobierno auton¨®mico tiene la culpa el autoritarismo centralista. "Dialogar" no creo que sea repetir por en¨¦sima vez lo del choque de trenes entre el nacionalismo vasco y lo que S¨¢daba considera "ultranacionalismo" constitucional: pero si ¨¦sa es la disposici¨®n dialogante, entonces tienen raz¨®n quienes aseguran que algunos no queremos dialogar.Ahora, seg¨²n nos anuncia Arzalluz metido a comadrona, se nos viene encima una criatura, engendrada por los dogmas sabinianos y la violencia etarra. Una criatura que lleva mucho tiempo gest¨¢ndose (aunque los que avisamos del embarazo fuimos acusados en su d¨ªa de crispar) y que se nutre de la invulnerabilidad y prepotencia con que se han movido siempre los nacionalistas: en el fondo, el plan Ibarretxe no pretende m¨¢s que convertir en derecho lo que de hecho se lleva practicando ya m¨¢s o menos en el Pa¨ªs Vasco desde hace mucho, ante la indiferencia, la ceguera o la complicidad de quienes podr¨ªan haberlo evitado a tiempo. Ahora ya se habla de "frente nacionalista" con toda tranquilidad, mientras que aun ayer los "frentistas" ¨¦ramos quienes pretend¨ªamos que al menos hubiese acuerdo entre los no nacionalistas para defender la Constituci¨®n y las instituciones estatales, no s¨®lo para condenar la violencia. En fin, de nada vale llorar sobre el pasado y la leche que empez¨® a derramarse hace tanto, en los tiempos complacientes que hoy algunos echan de menos, cuando los nacionalistas se limitaban a hacer lo que les daba la gana pero sin pretender convertir todav¨ªa su real gana en ley expl¨ªcita para todos. La pregunta es ?qu¨¦ vamos a hacer ahora ante la criatura? Porque no sabemos si ser¨¢ ni?o o ni?a, ni si querr¨¢ m¨¢s a su aita o a su ama, pero lo ¨²nico seguro es que sus primeras palabras volver¨¢n a ser las de siempre: "?Abajo las patatas!".
Fernando Savater es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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