L¨®gica atroz
Israel y los palestinos est¨¢n embarcados en una huida hacia adelante que, de no mediar un inapelable diktat estadounidense, conduce inevitablemente al desastre. El brutal atentado suicida de ayer en Haifa se inscribe en la l¨®gica atroz de acci¨®n-reacci¨®n que se ha adue?ado de la zona y que vac¨ªa de sentido las palabras de los l¨ªderes de uno y otro bando. La matanza de la ciudad balnearia ha ocurrido en el d¨ªa santo jud¨ªo y la misma semana en que el Gobierno de Ariel Sharon decid¨ªa continuar el muro que separa a Israel de los territorios palestinos ocupados y, suplementariamente, la construcci¨®n de otras 600 viviendas en asentamientos jud¨ªos de Cisjordania. Haifa es tambi¨¦n la tarjeta de visita de los terroristas islamistas previa a la toma de posesi¨®n del nuevo Gobierno palestino de Abu Al¨¢.
El ojo por ojo arrasa cualquier posibilidad de convivencia en Oriente Pr¨®ximo. Fracasadas las negociaciones encaminadas a un Estado palestino independiente, que tuvieron su instante de esperanza con la tregua decretada a comienzos de julio, Israel se concentra ahora en la edificaci¨®n de su muro de alta tecnolog¨ªa. Intenta garantizarse una seguridad que, como muestra la bomba de Haifa, es imposible lograr si no se atacan las causas ¨²ltimas de una situaci¨®n que los poderes internacionales han dejado llegar hasta el precipicio.
En el campo palestino, la promesa que represent¨® Abu Mazen ha sido sustituida por un jefe de Gobierno obediente en todo al m¨¢s que ambiguo Arafat. Los martirizados palestinos pueden tener voluntad de paz, pero a la postre son rehenes de quienes tienen las armas y el fanatismo necesario para dinamitarla cada vez que se atisba una esperanza. Es poco probable que, como sucediera con Abu Mazen, los fundamentalistas de Ham¨¢s o la Yihad tengan alg¨²n inter¨¦s en eventuales arreglos con Israel que Abu Al¨¢ pudiera tener en cartera. No hay Estado posible si sus ¨®rganos decisorios est¨¢n secuestrados por bandas armadas envueltas en objetivos patri¨®ticos.
El Gobierno de Israel, la parte poderosa del binomio antagonista, no deja de a?adir el escarnio al agravio permanente. La paz que el l¨ªder del Likud dice pretender es incompatible con una cascada de medidas destinadas todas ellas a la sumisi¨®n del pueblo palestino. Un argumento de seguridad, como la erecci¨®n de esa valla de hormig¨®n y electr¨®nica, deja de ser v¨¢lido cuando para ello se confiscan tierras ajenas, se aislan aldeas, se dividen familias y se pisotea la dignidad m¨¢s elemental de las personas.Lo mismo puede decirse respecto de los asentamientos y las vac¨ªas promesas de Sharon de desmantelar algunos y congelar el resto. Con o sin Arafat al frente, es improbable que los m¨¢s resignados de los suyos acepten la imparable intrusi¨®n de sus enemigos. Hay casi 250.000 colonos jud¨ªos en tierras palestinas. Israel ha gastado en ellos m¨¢s de 10.000 millones de d¨®lares y sigue concedi¨¦ndoles beneficios escandalosos respecto de los ciudadanos ordinarios. Por no citar carreteras especiales, protecci¨®n militar, acometidas de agua o un trazado del muro de la verg¨¹enza destinado a proteger cada uno de esos asentamientos. Frente a esta catarata de excesos, el manto protector de Washington se limita a ocasionales correctivos, m¨¢s verbales que de sustancia.
El gabinete de seguridad israel¨ª volver¨¢ a debatir hoy qu¨¦ hacer con Arafat. Pero en la deriva actual, pronto tendr¨¢ que plantearse qu¨¦ hacer con varios millones de palestinos.
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