Penas y l¨¢grimas
Pasqual Maragall, el candidato socialdem¨®crata a la Generalitat Catalana, acaba de crear un falso debate. "Por un principio de equidad no trasvasar¨¦ una sola gota del Ebro a la Comunidad Valenciana", ha dicho, "porque all¨ª despilfarran el agua". Eso, en mi diccionario, se llama populismo, pues la regi¨®n que pretende presidir, Catalu?a, tampoco practica pol¨ªtica alguna de ahorro del agua. Da pena escucharlo.
Veamos las quejas de quienes est¨¢n al otro extremo del ca?o: el Consell valenciano le responde airado que el trasvase consumir¨¢ menos energ¨ªa que si se construyesen desaladoras del agua del mar. Ahora resulta que al Consell le preocupa el gasto energ¨¦tico, pero silencia que para mantener el flujo necesitar¨¢ una gigantesca central de 1.000 Mw, que bombee el tremendo chorro a trav¨¦s de monta?as y desniveles, a lo largo de cientos de kil¨®metros. Esto, m¨¢s que pena, lo que da es ganas de llorar.
Todo es pura demagogia: nadie en ambos lados discute la incongruencia de un crecimiento econ¨®mico ilimitado cuando la lluvia de una regi¨®n es exigua, como en la cuenca mediterr¨¢nea. Lo que esta pelea entre pol¨ªticos profesionales deja ver es que el agua -un bien escaso aqu¨ª- es indispensable para mantener el nivel de vida capitalista y el crecimiento econ¨®mico del 3% anual que necesita cualquier gobierno que desee sacar un aprobado en consumismo.
La llegada de ese man¨¢ adicional que es el agua del Ebro crear¨¢ en apenas una o dos generaciones m¨¢s campos de golf, m¨¢s turismo, m¨¢s cultivos de regad¨ªo en nuestro secarral, m¨¢s asentamientos humanos de jubilados... y dar¨¢ lugar a una explosi¨®n demogr¨¢fica artificial que ser¨¢ permanente e irreversible, que demandar¨¢ m¨¢s agua y m¨¢s energ¨ªa, y as¨ª en un ciclo perpetuo, pues la l¨®gica de la sociedad de consumo no tiene marcha atr¨¢s.
Peor a¨²n, a nuestros pol¨ªticos no parece importarles que tal crecimiento har¨¢ que se disparen sin remedio las emisiones gaseosas de efecto invernadero, pues la energ¨ªa de la megacentral el¨¦ctrica provendr¨¢ de quemar m¨¢s petr¨®leo o gas carb¨®n -combustibles cuyas emisiones est¨¢n destruyendo el planeta-, o bien uranio, cuyos residuos mort¨ªferos duran miles de a?os. Y omiten mencionar que en la Comunidad Valenciana la contaminaci¨®n est¨¢ ya cuatro veces por encima de la que permite el Protocolo de Kioto, como acaba de se?alar la revista World Watch.
Al igual que los dogmas cat¨®licos, el crecimiento continuo no se cuestiona: es un mandamiento de la Santa Iglesia del Progreso Infinito. Pero, ay, ?qu¨¦ pasar¨¢ si un d¨ªa se interrumpe el motor que mover¨¢ el trasvase de agua? Al fin y al cabo, las proezas tecnol¨®gicas, cuando como ¨¦sta van contra natura, son algo tan fortuito que, una vez en marcha, nos dejar¨¢ a la merced de terroristas, guerras o simple agotamiento f¨ªsico de combustibles f¨®siles, condenados para siempre a vigilar que no se rompa el pretencioso juguetito, como les sucede a los holandeses con sus diques. Los atentados de la resistencia iraqu¨ª contra las l¨ªneas de suministro petrol¨ªfero son una se?al de lo que nos podr¨ªa ocurrir.
?Aparecer¨¢ alguna vez un pol¨ªtico -desde luego no profesional- capaz de llamar a las cosas por su nombre, que prometa decrecer y planifique el decrecimiento de la forma m¨¢s organizada posible, antes de que sea demasiado tarde?
www.manueltalens.com
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