Gide abandona el simbolismo
Cuando empez¨® el siglo antepasado -pues ya estamos en el siguiente al siguiente, sin todav¨ªa habernos enterado al parecer-, Andr¨¦ Gide (1869-1951) hab¨ªa alcanzado su primera madurez y se encontraba en puertas de abrirse una fama universal que le llevar¨ªa al Premio Nobel de Literatura en 1947, poco antes de su desaparici¨®n cuatro a?os despu¨¦s. Y he aqu¨ª que ahora mismo, una editorial espa?ola recupera una de sus primeras y m¨¢s significativas obras -ya vertida en la editorial Sudamericana hace m¨¢s de medio siglo (junto con su admirable Teseo)- en una nueva y mejorada traducci¨®n, mientras que en Francia, no hace todav¨ªa un a?o que su propia editorial recuperaba un breve y valioso texto p¨®stumo de 1907, que su misma hija y heredera acababa de descubrir entre sus papeles todav¨ªa in¨¦ditos. Y eso que no hace apenas tres meses que Losada recuperaba entre nosotros la vieja traducci¨®n (renovada) de una de sus antiguas obras maestras, Si la semilla no muere (1926), modelo de las letras autobiogr¨¢ficas de todos los tiempos. Y pensar que poco antes un editor espa?ol -que acababa de interrumpir para siempre la traducci¨®n entre nosotros de Los cuadernos de la Petite Dame, de Mar¨ªa Van Rysselberghe, espl¨¦ndidas memorias sobre el gran escritor franc¨¦s- se?alaba que Andr¨¦ Gide era en su opini¨®n "un escritor sobrevalorado". Pues vaya, podr¨ªa haber formado parte del jurado del Pr¨ªncipe de Asturias ofrecido a Harry Potter, en lugar de disfrutar de su merecida jubilaci¨®n como editor.
PALUDES
Andr¨¦ Gide
Traducci¨®n de Cecilia Yepes
Alba. Barcelona, 2003
104 p¨¢ginas. 12 euros
LE RAMIER
Andr¨¦ Gide
Gallimard. Par¨ªs, 2002
70 p¨¢ginas. 9 euros
Quiz¨¢ la lectura de Si la semilla no muere -cuya primera edici¨®n de siete ejemplares fue en 1920- venga bien a los lectores para entender c¨®mo y por qu¨¦ Andr¨¦ Gide public¨® en 1895 Paludes, su quinto libro y el cuarto que publicaba con su nombre. Bien es verdad que todo hab¨ªa sido mucho m¨¢s complicado. Hijo ¨²nico y pronto hu¨¦rfano de padre de una familia protestante y de moral rigurosa, rico por su casa, sometido desde ni?o a extra?os impulsos naturales y varias enfermedades de todo tipo, onanista infantil inveterado y pederasta posterior, encorsetado en una estrecha moral, enamorado idealmente de una prima carnal con la que se cas¨® en matrimonio blanco a la muerte de su madre, encontr¨® su liberaci¨®n gracias a sus frecuentes viajes al norte de ?frica, a trav¨¦s de los influjos contradictorios de Oscar Wilde y Pierre Louys. Este ¨²ltimo le introdujo al principio en los c¨ªrculos de Heredia, Mallarm¨¦ y Regnier, y entre estas influencias escribi¨® Paludes, el primero de los hitos con el que inici¨® su liberaci¨®n. Pues Paludes, que no es una novela -sino una metanovela, pues su narrador es un escritor que est¨¢ escribiendo una novela titulada Paludes de inspiraci¨®n cl¨¢sica (Virgilio) y simbolista- sino precisamente el libro con el que abandon¨® el simbolismo tras sus primeros paseos por T¨²nez y Argelia. Y ya se sabe los juegos de mise en abyme y metanarrativos posteriores que tanto cultivar¨ªa Gide a lo largo de su vida. ?No es el campe¨®n de todos los Diarios de su siglo, o el m¨¢ximo recopilador de correspondencias al final? ?Y no es este reciente Le ramier (el palomo), un inesperado y precioso escrito p¨®stumo de 1907, un ejemplo m¨¢s de este juego de espejos, sobre todo si tenemos en cuenta que el dedicatorio de Paludes (Eug¨¨ne Rouart, escritor, pol¨ªtico e ingeniero que entonces le hab¨ªa presentado al poeta Francis Jammes) es uno de los personajes que vivi¨® con ¨¦l la aventura que se cuenta en Le ramier? Esto de la literatura es como las cerezas, que se encadenan sin parar.
Gide le escribi¨® en su dedica-
toria: "Para mi amigo Eug¨¨ne Rouart escrib¨ª esta s¨¢tira ?de qu¨¦?". Pues por eso, porque era su canto del cisne con el simbolismo, el abandono de la literatura "pol¨ªticamente correcta" de la ¨¦poca, la que estaba incluyendo entre otros a Wilde, D'Annunzio o los mismos Proust y Mallarm¨¦, que tambi¨¦n lo superar¨ªan por su lado, fundando despu¨¦s sus respectivas vanguardias (desde Un golpe de dados... hasta El tiempo perdido, vaya por Dios, o por la materia en su caso). Andr¨¦ Gide, inseguro, reprimido, encorsetado e inmaduro, entr¨® en literatura como en religi¨®n, con toda timidez y como pidiendo perd¨®n, con un primer libro -que eran dos, de prosa y verso- an¨®nimo, en 1890 y 1891, declarando a su autor como ya fallecido, Los cuadernos y las poes¨ªas de Andr¨¦ Walter, y luego firm¨® con su propio nombre tres folletos m¨¢s de corta tirada -Tratado de Narciso, El viaje de Urien y La tentativa amorosa- hasta que pas¨® por ?frica para liberarse y soltarse el pelo con este Paludes, en el que empez¨® a re¨ªrse ya de todo aquello (de lo que el propio autor, o Roland Barthes despu¨¦s, dieron buena raz¨®n). En principio, se pens¨® que Paludes era una novela en clave con personajes reales, pero lo era total y sobre todo de un ambiente, una s¨¢tira sobre el simbolismo en general, un retrato sobre el sin sentido, el aburrimiento, el pantano, una enfermedad en general o un paludismo total. Y aqu¨ª est¨¢, en una nueva y preciosa traducci¨®n de Cecilia Yepes, que nos la recupera para siempre y que conste que la hermosura y precisi¨®n de la prosa de Gide no es f¨¢cil de traducir, aunque marcar¨ªa para siempre la literatura de su siglo. Fue sobre todo un poeta y ten¨ªa que burlarse de la poes¨ªa de su ¨¦poca para estallar en su obra inmediatamente posterior -Los alimentos terrestres (1897)- que supuso ya su liberaci¨®n total, pero que no ejercer¨ªa su influjo universal hasta veinte a?os despu¨¦s. Y tuvo que contarlo as¨ª y precisamente entonces, pues era un libro necesario y lo sigue siendo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.