La edad de Torres
Ha pasado s¨®lo un mes, pero la escena se ha dado la vuelta. Fernando Torres no ense?a ya la sonrisa de oreja a oreja, los ojos bien abiertos de quien no se quiere perder un solo detalle. Ya no es el chico entusiasmado que debuta, el futbolista que concentra las ilusiones del grupo, el jugador que todos quieren ser. Ha pasado s¨®lo un mes, y el mismo f¨²tbol que le convirti¨® entonces en el chaval m¨¢s feliz del planeta le muestra ahora con toda crudeza su perfil m¨¢s cruel: el costado de las dudas ajenas sobre su verdadera val¨ªa, del gol que no llega, de la suplencia, de la depresi¨®n ¨ªntima que desata la mezcla de un penalti fallado en su d¨ªa grande y un planteamiento t¨¢ctico en el Atl¨¦tico que ha tirado al suelo su estado de forma.
El propio Torres, cuando habla, trata de maquillar de normalidad su preocupaci¨®n. Y dice que no le inquieta el banquillo en la selecci¨®n, que todos esperan jugar, pero que no importa. Y niega que su actual falta de gol le obsesione, aunque a?ade que mucho mejor si vuelve por fin a marcar. Torres dice con la boca que no pasa nada, pero en el fondo sus palabras le retratan ahora peor que su cara, que su respiraci¨®n y que sus gestos. Estos d¨ªas en los que la cr¨ªtica le azota y el gol no llega, a Torres se le interpreta mejor a micr¨®fono cerrado y mirada descubierta. Es ah¨ª donde se descubre que el chico seguro de todo duda por primera vez de los dem¨¢s y tambi¨¦n de s¨ª mismo, que busca respuestas con desesperaci¨®n en lugares equivocados y que se entretiene localizando enemigos en una batalla que no le reporta nada. Es ah¨ª donde s¨ª se advierte alg¨²n riesgo.
Hoy que le vienen mal dadas, no est¨¢ bajo sospecha su categor¨ªa, su indiscutible talento. Ni siquiera es un mal preocupante, como dice S¨¢ez, su ocasional desencuentro con el gol. Lo que se mide es la espalda de Fernando Torres, su resistencia, la verdadera edad que hay detr¨¢s de sus 19 a?os. Su habilidad para recordar que la llave de su f¨²tbol no est¨¢ en sus botas sino en sus pies y que sus condiciones no dependen de c¨®mo las vean los dem¨¢s sino de cu¨¢nto crea en ellas uno mismo. Lo que Torres pone a prueba estos d¨ªas no es la fortaleza de su juego sino la de esa cabeza que no hace mucho tuvo que crecer de golpe.
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