Cusc¨²s y bailes junto a la gran plaza
El turismo bucea en una ciudad internacional donde las propuestas son muy variadas
Es un oasis al pie de las cumbres nevadas del Alto Atlas. Con m¨¢s de un mill¨®n de habitantes, la mayor¨ªa bereberes, la ciudad roja puede ser ese enorme decorado de ¨®pera que contemplan los que ejercen de turistas, o la urbe bulliciosa y refinada que descubren los que se adentran en ella sin prejuicios.
1 Donde el cielo toca el suelo
Llegar por primera vez a Marraquech es una experiencia que marca. El cielo, tan rojizo como el adobe con el que se construyen casas y palacios desde su fundaci¨®n en el siglo XI, parece descansar directamente sobre las murallas que rodean la ciudad, las mismas que el sult¨¢n almor¨¢vide Yussef bin Tachfin levant¨® con el resultado del saqueo de sus campa?as en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica. Pero alrededor de esos muros hay tantos jardines, palmerales y amplias avenidas que el viajero se sorprende ante tal golpe de verdor en la capital del gran sur de Marruecos. La clave de la frondosidad de este pre¨¢mbulo del desierto est¨¢ en el agua del deshielo que baja de las cumbres del Atlas.
2 Desde la azotea del 'riad'
La arquitectura ¨¢rabe guarda el lujo y la sofisticaci¨®n de puertas adentro. Nadie puede imaginar las maravillas que se esconden tras recorrer un callej¨®n, que en realidad es un sombr¨ªo t¨²nel de apenas dos metros de ancho. Eso es precisamente lo que ocurre cuando el viajero se dirige a Tamkast, el riad que abri¨® Pascal Massat, un profesor de matem¨¢ticas franc¨¦s que lleg¨® a Marraquech hace 12 a?os. Este tipo de alojamientos han aparecido en Marruecos hace unos cinco a?os. Alojarse en un riad restaurado con tanta paciencia y esmero como Tamkast es una experiencia inolvidable que abre las puertas al mundo del refinamiento y los placeres de la cultura magreb¨ª. La azotea es el lugar ideal para, mientras se saborea un buen desayuno, acercarse a la arquitectura de la medina. En esta casa-palacio todo gira en torno a dos patios; en el centro, los naranjos crecen rodeados por un peque?a fuente sobre la que cada d¨ªa navegan una flota de p¨¦talos de rosa. En Tamkast, que tambi¨¦n sirve comidas por encargo, la habitaci¨®n doble con desayuno en temporada baja cuesta 60 euros (00 212 44 44 01 89 y www.tamkast.com).
El viajero que opta por la tranquilidad de un riad se siente un poco Teseo en el laberinto. En realidad, cualquiera puede aprender a pasear por la medina por su cuenta. Afortunadamente, el Gobierno marroqu¨ª ha prohibido los gu¨ªas callejeros que asaltaban al visitante en cuanto pon¨ªa un pie en la ciudad y los vecinos de Marraquech est¨¢n siempre dispuestos a ayudar al desorientado. Se requiere un poco de paciencia y atreverse a romper esa barrera mental que hace que todo parezca m¨¢s complicado de lo que en realidad es. La sensaci¨®n de libertad que produce conocer tu propio camino transforma cada salida en un goce.
3Una zambullida de humanidad
La famosa y sorprendente plaza de Yemaa el Fna est¨¢ apenas a 10 minutos caminando y se llega atravesando un zoco. Despu¨¦s de mezclarse con la multitud de esa especie de circo que cada d¨ªa se improvisa en la gran explanada -abarrotada de sacamuelas, encantadores de serpientes, bailarines gnauas, j¨®venes acr¨®batas o vendedores de ingredientes para p¨®cimas de cualquier tipo-, es un placer subir a una de las azoteas de los caf¨¦s que circundan esta fascinante muchedumbre. Caf¨¦ de France, Glacier o el nuevo y m¨¢s europeo Les Terrasses de l'Alhambra tienen una sorprendente vista sobre la plaza de Yemaa el Fna, declarada por la Unesco patrimonio oral e inmaterial de la humanidad en 2001. Sus azoteas son el mejor lugar para contemplar la puesta de sol cortada por el perfil de la mezquita de Koutoubia, mientras se disfruta de un zumo de naranjas reci¨¦n exprimidas o de un t¨¦ a la menta. La Koutoubia, s¨ªmbolo de Marraquech, es una torre de 70 metros de altura, la mejor y m¨¢s antigua de las construidas en el siglo XII por los almohades. Las otras son la de Hassan, en Rabat, y la Giralda, en Sevilla. El eco de los tambores, el humo y los olores de los puestos de comida y los encendidos colores del cielo son un espect¨¢culo que nadie debe perderse.
4Comer bajo una higuera
El acercamiento a la cultura magreb¨ª no est¨¢ completo sin su gastronom¨ªa. Dar Fez es uno de esos restaurantes aut¨¦nticos y con solera que est¨¢n indisolublemente unidos a su propietario: Sherif. No hay m¨¢s que asomarse al patio cubierto de este antiguo riad, que preside una frondosa higuera, para darse cuenta de ello. Hace 15 a?os que Sherif, un farmac¨¦utico de Fez casado con una francesa, alterna la botica con estas otras f¨®rmulas tan secretas como magistrales. Su bastela, pastel de pich¨®n, frutos secos y hojaldre, es una de ellas; aunque tambi¨¦n tienen fama en todo el pa¨ªs su selecci¨®n de elaborad¨ªsimas ensaladas o el cusc¨²s real. Lo ideal es ir a cenar y disfrutar de la peque?a orquesta que interpreta m¨²sica tradicional y gnaua. Si hay suerte y los comensales se animan, la cena terminar¨¢ en fiesta, con baile incluido. Con Sherif, nunca se sabe. Dar Fez (Boussouni, 8. Medina. 00 212 44 38 23 40) ofrece un men¨² degustaci¨®n por unos 47 euros (www.darfez.com).
5En busca del 'glamour
'Pero la noche contin¨²a. Para encontrar todo el lujo y el glamour que derrocha la ciudad internacional no hay m¨¢s que dar una vuelta por el Comptoir, un enorme establecimiento ubicado extramuros, en la zona residencial llamada Hivernage, que tiene bar, restaurante, teter¨ªa y hasta una boutique. Terciopelos, pedestales, antorchas y bailarinas que aparecen por cualquiera de sus m¨²ltiples ambientes ostentosos pero atractivos (avenida Echouhada. 00 212 44 43 77 02). Otro de los ¨²ltimos locales que atraen a lo m¨¢s variado de la ciudad es Al Anbar, una enorme discoteca-restaurante, tambi¨¦n en ville nouvelle (Jbel Lakhdar, 47. 00 212 44 38 07 63). Aunque algunos viajeros piensan que Marraquech es un destino que se acaba cuando se pone el sol, otros saben que todo depende del bando en el que encaje: los que miran o los que se dejan mirar.
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