En busca del ¨¢rbol bajo el que naci¨® Buda, en Nepal
La remota localidad nepal¨ª de Lumbini, donde la tradici¨®n sit¨²a el alumbramiento de Siddhartha Gautama, acoge un peculiar complejo religioso y cultural patrimonio de la Unesco
Cuentan que hace m¨¢s de 2.500 a?os, en una peque?a localidad en lo que hoy es Nepal, nac¨ªa Siddharta Gautama, hijo del rey Raja ?uddhodana y la reina Maha Maya, conocido popularmente como Buda. No fue un parto sencillo ni al uso. Su madre, al notar los primeros s¨ªntomas de que estaba a punto de dar a luz, intent¨® dirigirse a casa de sus padres, como era costumbre entonces, pero no la alcanz¨® a tiempo. Cuando se dio cuenta de que el alumbramiento era inaplazable, se encontraba en un bosque junto a una peque?a aldea campesina llamada Lumbini. Se aferr¨® a la rama de un ¨¢rbol y alumbr¨® de pie al peque?o pr¨ªncipe por el costado derecho de su cuerpo, el mismo lugar por el que hab¨ªa so?ado que entraba un elefante blanco con seis colmillos. Corr¨ªa el a?o 623 antes de Cristo. El tiempo y la meditaci¨®n convirtieron a?os despu¨¦s a aquel beb¨¦ en Buda, El Iluminado, cuyas ense?anzas religiosas siguen hoy m¨¢s de 370 millones de personas en el mundo.
Llegar en el siglo XXI al lugar de Nepal, donde la tradici¨®n budista sit¨²a aquel ¨¢rbol, no es f¨¢cil ni siquiera despu¨¦s de que hace un par de a?os se inaugurara un aeropuerto cercano. Sin la tradici¨®n de peregrinaje que tiene para los cristianos la localidad de Bel¨¦n, en Cisjordania, y para los musulmanes La Meca, en Arabia Saud¨ª; Lumbini requiere un viaje por carretera de hasta nueve horas de autob¨²s desde la capital, Katmand¨², a pesar de que la distancia no llega a los 300 kil¨®metros. Lo primero es alcanzar Siddharthanagar, una anodina localidad a tan solo 20 kil¨®metros de la frontera con la India que sirve de antesala al recinto religioso y cuya vida gira en torno a una calle repleta de tiendas en la que las vacas caminan despreocupadamente ante la resignaci¨®n de conductores y viandantes. Una vez en ella, a los peregrinos ¡ªno solo budistas, sino tambi¨¦n hinduistas, para los que Siddhartha es descendiente del dios Vishnu¡ª a¨²n les quedan por recorrer 25 kil¨®metros para llegar al santo lugar, convertido, en el ¨²ltimo cuarto del siglo pasado, en un peculiar complejo religioso y cultural.
El actual recinto, con casi cinco kil¨®metros de largo y algo m¨¢s de 1,5 de ancho, fue dise?ado a finales de los a?os setenta por el arquitecto japon¨¦s Kenz¨ Tange, el mismo que ide¨® el Museo Memorial de la Paz en Hiroshima (Jap¨®n). En ¨¦l se mezclan las construcciones funcionales y modernistas de humilde ladrillo, como la que acoge un museo, con templos budistas tradicionales repletos de oropeles. Concebido como un centro por la paz, el bautizado por el Gobierno nepal¨ª con el poco atractivo nombre de Zona de Desarrollo de Lumbini fue declarado patrimonio mundial por la Unesco en 1997.
Al amplio santuario no pueden acceder los coches privados, por lo que para recorrer las largas distancias es necesario alquilar los servicios de un tuktuk local o una peque?a barca, si se prefiere hacer el recorrido por el canal artificial que une el museo, la Pagoda de la Paz Mundial y una reserva de grullas, situados en el extremo norte del recinto, con el jard¨ªn sagrado que rodea el templo de Maya Devi, en el punto m¨¢s al sur, donde est¨¢n los restos arqueol¨®gicos. Entre ambos, una arboleda se extiende a un lado y otro del curso artificial de agua para dar cobijo a un conjunto de templos levantados por gobiernos y comunidades budistas de todo el mundo con estilos muy dispares. Al este se sit¨²an los templos de la escuela budista Theravada (Tailandia, Myanmar y Sri Lanka, entre otros). Al oeste, los de la Mahayana (Nepal, T¨ªbet, Vietnam, Corea del Sur o China).
La profusi¨®n de dorados y pinturas multicolores de muchos de ellos contrasta con la sencillez del templo Maya Devi, destino final del peregrinaje de los budistas. Este edificio rectangular, de paredes blancas y coronado por una estupa, acoge las excavaciones que han sacado a la luz los restos del santuario budista m¨¢s antiguo del mundo, que se remontan al siglo VI antes de Cristo. Se trata de una maltrecha estructura pret¨¦rita en la que, pese a todo, los arque¨®logos creen haber logrado diferenciar un espacio central supuestamente destinado a albergar un ¨¢rbol del que no quedan restos. El interior del edificio hay que recorrerlo sobre una pasarela que se eleva por encima de la excavaci¨®n y en la que no es extra?o encontrar a fieles rezando. El punto final es la piedra con un bajorrelieve erosionado que recrea el momento del nacimiento de Buda en el lugar exacto donde la tradici¨®n lo sit¨²a.
A la salida, el jard¨ªn que rodea el templo Maya Devi muestra los tambi¨¦n escasos restos que quedan de otros vetustos monasterios y estupas levantados entre el siglo III antes de Cristo y el XV de nuestra era en honor de Buda. Tambi¨¦n hay un estanque con el que se recrea la charca sagrada Puskarni en la que, seg¨²n la tradici¨®n, la madre del maestro espiritual se sumergi¨® en un ba?o de purificaci¨®n antes de que naciera su hijo. Un poco m¨¢s all¨¢, eleva su porte un gran ¨¢rbol en cuyas ramas ondean un sinf¨ªn de banderolas multicolores de oraci¨®n mientras el incienso humea a los pies del tronco. A su sombra, una veintena de monjes budistas con t¨²nicas azafranadas leen sentados en el suelo textos sagrados sin inmutarse ante nada, a la espera de que los peregrinos se acerquen en busca de una bendici¨®n a cambio de un donativo.
A un lado del templo se levanta un pilar de seis metros de alto con inscripciones en lengua pali y brahmi. Es la columna que sac¨® del anonimato al lugar. La hizo levantar en el siglo III antes de Cristo el emperador indio Ashoka para dejar constancia de manera monumental y por escrito de que aquel era el lugar exacto donde hab¨ªa nacido Buda y que ¨¦l hab¨ªa rezado en tan sagrado paraje. Tras ser erigida, Lumbini pas¨® a ser lugar de veneraci¨®n, pero el paso del tiempo y el avance del hinduismo en la regi¨®n la aboc¨® al olvido. As¨ª permaneci¨® hasta que, en 1896, una expedici¨®n encabezada por el arque¨®logo alem¨¢n Alois Anton F¨¹hrer recuper¨® aquellas palabras del emperador y, con ello, la localidad volvi¨® a los mapas de peregrinaci¨®n. Hoy, miles de budistas acuden hasta Lumbini a rezar y a hacerse selfis. El viajero simplemente intenta cargarse de la fortaleza de ¨¢nimo necesaria para recorrer el largo camino de vuelta por las carreteras nepal¨ªes.
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