Esperando el barco de la Pasi¨®n
"PETENERO con orgullo", reza en el port¨®n trasero de la furgoneta que nos ha dejado en Sayaxche, a orillas del r¨ªo de la Pasi¨®n, sentados, esperando el bote que nos ha de cruzar el r¨ªo de tan extra?os sentimientos. La Pasi¨®n discurre perezosa en Guatemala, encajonada entre una muralla verde. Alrededor de su peque?o muelle, la gente se afana en llenar sus largas canoas de provisiones y productos comprados en el mercado para las aldeas situadas r¨ªo arriba, s¨®lo accesibles por esta v¨ªa. Para nosotros supone, tras dos semanas por el altiplano guatemalteco, la toma de contacto con la regi¨®n m¨¢s extensa y selv¨¢tica del pa¨ªs. Hemos llegado desde Coban, despu¨¦s de un viaje en taxi por la sierra de los Cuchumatanes, un recorrido poco frecuentado por el turismo organizado, pero obligado para viajeros por libre.
Mil pensamientos pasan por mi cabeza con la Pasi¨®n corriendo a mis pies. Creo que a los tres nos ronda la idea de alargar este momento, estos d¨ªas. El due?o de un hotel viene a ofrecernos habitaciones con vistas al r¨ªo y agua fr¨ªa por 35 quetzales. Tentadora oferta la de ver pasar aqu¨ª el resto de nuestras vacaciones, pero la cordura de mi primo se impone. A¨²n nos queda mucho camino por recorrer: Ciudad Flores, Tikal, Belice. El grito del barquero nos saca de dudas: "?Pasen, que al fondo hay sitio!". El bote se inclina peligrosamente sobrecargado de gente y bultos. Atravesamos la Pasi¨®n con un motor quejumbroso, aunque suficiente para no dejarnos arrastrar por ella. En m¨ª cre¨® tal dependencia que cada noche, cuando intento que llegue el sue?o, me arrepiento una y mil veces de no haberme dejado llevar por esa corriente.
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