Diversi¨®n
La semana pr¨®xima vuelve el Sevilla-Betis: el f¨²tbol es una fiesta. He so?ado con el f¨²tbol, he ido al f¨²tbol con mi padre, he salido del estadio y he cerrado los ojos y he seguido viendo el partido, franjas de camisetas y verde c¨¦sped. Todav¨ªa me llega el olor a tabaco. As¨ª que oigo las noticias sobre los ¨²ltimos partidos: cuchilladas en Langreo; lanzamiento de monedas, latas, navajas, piedras, pl¨¢sticos, un tel¨¦fono m¨®vil amarillo contra los jugadores y el ¨¢rbitro en Castell¨®n (lanzar el m¨®vil es como lanzar una oreja propia: ?es posible la existencia sin el tic de mandar mensajes y llamar?). En Santiago, con motivo del enfrentamiento entre el Compostela y el Deportivo de La Coru?a, arrancaron sillas, puertas, lavabos y v¨¢teres del estadio, y a la salida mataron a un hombre que protest¨® porque un grupo le pegaba a un muchacho que llevaba la camiseta enemiga.
El f¨²tbol no es una fiesta: es una cosa triste. Es triste el espect¨¢culo de los hinchas detr¨¢s de vallas o redes, enjaulados, o aislados por fosos que los separan del campo como a fieras de zoo, o vigilados por perros y fuerzas armadas. El estadio de f¨²tbol me parec¨ªa un lugar espl¨¦ndido, mitol¨®gico, pero de pronto lo veo como una prueba de desquiciamiento masivo. ?Son casos excepcionales los de Langreo, Castell¨®n y Santiago? Se repiten muchas veces, aunque pocas con tanta desgracia (todav¨ªa, igual que me llega el olor a puro, sigo viendo la paliza a un guarda en Sevilla, televisada en directo desde el campo). He le¨ªdo que los delincuentes del f¨²tbol pueden ser, en Galicia, infiltrados radicales, nacionalistas, independentistas. Aqu¨ª usaban banderas hitlerianas, o espa?olas de los tiempos de Franco, y ¨²ltimamente llevan mucho la de Espa?a con el toro jerezano, como la de las tropas que sirven en el exterior.
Parece que los bestias futbol¨ªsticos son gente extrema, pero defensores de valores que hoy merecen admiraci¨®n y aclamaci¨®n. Son una caricatura del patriotismo con bandera y uniforme, aunque el uniforme sea la camiseta del club. Ven el mundo como un verdadero l¨ªder: o est¨¢s con nosotros o contra nosotros, no cabe equidistancia. Los que no est¨¢n con nosotros, o son nada o merecen ser reducidos a la nada. El supuesto homicida de Galicia, el de la patada de entrenamiento de comandos especiales, aparece en una foto de 1996 entregando una placa conmemorativa al delantero centro brasile?o Bebeto. Estos seres, como las autoridades, entregan placas; tienen sus condecoraciones. El delantero centro sostiene en brazos a un ni?o vestido de futbolista de su equipo. El ternurismo familiar y la brutalidad explosiva son caracter¨ªsticos de un buen ambiente de patriotismo euf¨®rico y feroz.
Hay largas cuentas pendientes entre hinchadas rivales, y el que la hace la paga. As¨ª lo manda la ¨¦tica vigente: la venganza se ha convertido en leg¨ªtimo motor de la justicia dom¨¦stica y de la pol¨ªtica internacional. Es un m¨¦rito la ausencia absoluta de piedad para con los enemigos. El campo de f¨²tbol es triste porque es un resumen de nuestras ciudades. Pedimos cada vez m¨¢s polic¨ªas, m¨¢s polic¨ªas. La diversi¨®n policialmente vigilada es una extra?a forma de diversi¨®n.
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