Una lecci¨®n de democracia
Los colegios p¨²blicos Trabenco y Amara Berri basan su proyecto en el aprendizaje participativo
Nuestra misi¨®n es ense?arles, pero, sobre todo, que crezcan como personas". Con estas palabras inicia su tarea de cicerone Fernando Alonso, 36 a?os, secretario del Trabenco y tutor de 5?. Empezando por la casita, edificio independiente donde se ubica preescolar. De all¨ª al aula TGD (trastornos graves del desarrollo), con una profesora, una auxiliar y tres menores discapacitados. Al gimnasio y al sal¨®n de actos, donde se representan las funciones teatrales, y a los talleres, que se llenan las tardes de los jueves y de los viernes con ¨²tiles de cocina o de pintura. Y de la biblioteca, grande y luminosa, a la clase de 5?, que saluda al visitante con un mapa de la Comunidad de Madrid en plastilina. Una ni?a ense?a su agenda, en realidad, una libreta dividida por d¨ªas y meses, en la que apunta tareas, citas o actividades.
Un ejemplo de c¨®mo funciona el centro: los alumnos de Fernando volvieron de las vacaciones de verano enganchados a la serie de televisi¨®n Embrujadas, donde tres hermanas luchan contra el mal. Y en la asamblea de principios de curso pidieron saber m¨¢s de brujer¨ªa. As¨ª que Fernando prepar¨® un proyecto que inclu¨ªa conjuros y encantamientos (lengua); p¨®cimas y recetas con su proporci¨®n de ingredientes (qu¨ªmica y matem¨¢ticas); libros, y momentos hist¨®ricos con brujer¨ªa como protagonista.
Trabenco, Trabajadores en Comunidad, naci¨® en 1972-73 como parte de una cooperativa de viviendas de bajo poder adquisitivo en Legan¨¦s. Es un proyecto pedag¨®gico diferenciado, pero sometido a los requisitos que Educaci¨®n establece para los centros p¨²blicos, por ejemplo, sobre el equipo directivo, ¨®rganos colegiados, comisiones de coordinaci¨®n pedag¨®gica, presentaci¨®n del proyecto educativo o planificaci¨®n general anual. Recibe las visitas del Servicio de Inspecci¨®n y sigue el proceso ordinario de admisi¨®n de alumnos.
En una palabra, cumple con la Administraci¨®n sin renunciar a un horario que no entiende de asignaturas, sino de rincones de lengua, lectura, matem¨¢ticas o expresi¨®n pl¨¢stica; que no conoce controles ni ex¨¢menes, sino una evaluaci¨®n continua; que no tiene un ¨²nico libro de texto, sino varios de distintas editoriales que se utilizan como material de consulta junto con enciclopedias, revistas, v¨ªdeos, p¨¢ginas web, peri¨®dicos o entrevistas.
El suyo es un equilibrio que en ocasiones ha peligrado, como se desprende de las palabras de su directora. Carmen Carretero, de 43 a?os, por fin ha tenido un momento para sentarse y ofrecer algunos datos de un colegio peque?o (de una l¨ªnea, es decir, una clase por curso) que fue centro experimental de anticipaci¨®n de la LOGSE hasta 1993-1994, y que cuenta m¨¢s de 160 alumnos entre los 3 y los 11 a?os,
Al despacho se acercan padres, cuya presencia es constante: acompa?an en las excursiones, imparten talleres o explican en clase alg¨²n tema en el que sean expertos. Fueron ellos quienes se plantaron cuando en el curso 1999-2000, y despu¨¦s de la paulatina marcha de siete profesores con plaza fija a otros centros en comisi¨®n de servicios, la Administraci¨®n nombr¨® a un equipo directivo reacio a seguir la l¨ªnea inicial. Luis Pumares, profesor del colegio durante muchos a?os, plasmaba su preocupaci¨®n en su tesis, publicada en 2000: Estudio de los factores que posibilitan la continuidad de un proyecto curricular en un medio social determinado. Trabenco, 25 a?os de innovaci¨®n educativa.
El a?o de la crisis, como lo llaman los progenitores, se llen¨® de huelgas, manifestaciones y retirada de alumnos. Y se sald¨® con una soluci¨®n de compromiso: la llegada al colegio, en comisi¨®n de servicios y con el visto bueno de la Consejer¨ªa, de docentes que s¨ª estaban de acuerdo con la filosof¨ªa del Trabenco. Actualmente el claustro est¨¢ compuesto por 13 maestros, siete de ellos en comisiones de servicio que se renuevan a?o tras a?o.
La llegada y asentamiento de un profesorado convencido de la bondad de un proyecto alternativo supuso un reto, ya superado, para el Amara Berri, un colegio p¨²blico de San Sebasti¨¢n con 1.300 alumnos entre 2 y 12 a?os. A mediados de los ochenta recurri¨® a las comisiones de servicios, pero, como expone Karlos Garaialde, de 45 a?os y coordinador de infantil, "hemos creado un n¨²cleo estable, con las familias muy comprometidas". Las plazas salen a concurso por v¨ªa ordinaria y los docentes saben d¨®nde van: a un colegio abierto que parte de los intereses del alumno, potencia el pluriling¨¹ismo (castellano, euskera e ingl¨¦s), mezcla edades en el aula y practica la "individualizaci¨®n", es decir, el menor avanza a su ritmo sin frenar ni "acogotar" al resto.
El Amara Berri naci¨® en 1979 de un n¨²cleo de docentes impulsado por Loli Arnaut (ya jubilada), que contagi¨® a los padres su creencia en que el alumno ha de saber para qu¨¦ sirve y qu¨¦ tiene de interesante lo que hace. Una escuela convencional subsana la cuesti¨®n con ex¨¢menes o castigos, pero el Amara Berri echa mano de la utilidad social de lo que se aprende: no se programa por ¨¢reas o materias, sino por grandes actividades vitales, o contextos sociales, que imitan el mundo del adulto, y donde todas las materias se interrelacionan. Como el aula-barrio, con tiendas y casas, por donde se ense?orean las matem¨¢ticas; o el aula-teatro, con la pl¨¢stica y la expresi¨®n art¨ªstica como due?as del terreno.
Al principio todo se basa en el juego, pero el ni?o dispone de altavoces cada vez m¨¢s sofisticados para comunicar sus trabajos: un diario y una emisora de radio, en los primeros niveles. En el segundo ciclo entra la televisi¨®n, y en el tercero, el soporte inform¨¢tico. El contexto va creciendo al ritmo de los alumnos.
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