Explosi¨®n en La Paz
La protesta iniciada hace 40 d¨ªas en Bolivia contra la exportaci¨®n de hidrocarburos a Estados Unidos se ha convertido en todo un amago de revuelta popular, y en una grave crisis de Gobierno. El presidente, Gonzalo S¨¢nchez de Lozada, ha esperado parsimoniosamente a que murieran docenas de manifestantes a manos de las Fuerzas Armadas en los choques de estos d¨ªas en El Alto, cerca del aeropuerto de la capital, para tomar decisiones. No habr¨¢ de momento exportaci¨®n de gas, operaci¨®n en la que figura la firma espa?ola Repsol YFP, y menos a¨²n, como encrespaba a la protesta, a trav¨¦s de un puerto chileno que Bolivia reclama como suyo desde que perdi¨® la guerra de 1879, y con ella, su salida al mar.
Los trabajadores de la industria del gas se han sumado a un paro de 72 horas, junto a cocaleros, panificadores, transportistas y maestros, inspirados por el Movimiento al Socialismo del ex candidato presidencial, el l¨ªder ind¨ªgena Evo Morales, que promueve marchas y el bloqueo de la principal carretera a La Paz. Morales fue el candidato m¨¢s votado en las elecciones presidenciales celebradas en agosto de 2002, pero S¨¢nchez de Lozada, que hab¨ªa obtenido s¨®lo el 22,5% de los sufragios, le desplaz¨® en la votaci¨®n parlamentaria mediante un acuerdo con varias formaciones pol¨ªticas.
Ante la revuelta popular que se extiende desde hace semanas, el presidente ha anunciado que no habr¨¢ exportaciones de gas sin celebrar unas consultas con la ciudadan¨ªa cuya naturaleza no ha precisado. Enfrente, la posici¨®n protogolpista de Morales viene a significar que el forcejeo s¨®lo puede terminar con la renuncia del presidente. No es extra?o que se hable, sin hip¨¦rbole, de confrontaci¨®n civil.
Detr¨¢s de todo ello se halla la crecida pol¨ªtica de una naci¨®n ind¨ªgena y mestiza, que protesta por la venta de un bien patrimonial, pero sobre todo por el atraso en que vive y la escasa representaci¨®n pol¨ªtica que alcanza esa gran mayor¨ªa del pueblo boliviano. Por ello, urge celebrar conversaciones de amplia base, organizadas por mediadores sociales como la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, entre las fuerzas parlamentarias antes de que se desintegre totalmente un Gobierno del que ya se han desvinculado el vicepresidente y varios ministros, partidos, sindicatos y l¨ªderes populares. El problema del poder no va a resolverse de un plumazo, pero s¨®lo as¨ª cabe evitar el estallido de un grav¨ªsimo enfrentamiento.
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