Un a?o con Dal¨ª
Se han iniciado ya los primeros fulgores del A?o Dal¨ª, que promete festejos y ex¨¦gesis a mansalva. Veremos c¨®mo se refuerzan y se convierten en eficaz propaganda sus m¨²ltiples aureolas: pintor, escultor, escritor, showman internacional, negociante ¨¢vido de d¨®lares, revolucionario, erotista, provocador, ciudadano conspicuo del nacionalcatolicismo y otras reacciones de parecida especie. No hay duda de que en todas ellas el maestro d¨ªscolo de Figueres se sublim¨®. Y es oportuno rendir un largo homenaje a tan variadas disponibilidades. Pero ser¨ªa bueno, tambi¨¦n, clarificarlas y clasificarlas para evitar que con f¨¢ciles contaminaciones soslay¨¢semos las cr¨ªticas que algunas de ellas merecen. Porque hasta ahora ha sido muy habitual establecer eficaces confusiones que logran justificar algunos aspectos negativos con la interpretaci¨®n ir¨®nica y sublimada de otros aspectos quiz¨¢ igualmente negativos. No hay duda de que se trata de un personaje muy interesante desde puntos de vista no precisamente art¨ªsticos y de que su actividad art¨ªstica presenta periodos contradictorios que, a menudo, se utilizan como justificaci¨®n mutua, sesgada desde distintos puntos de vista.
El A?o Dal¨ª deber¨ªa permitirnos analizar y distinguir al Dal¨ª pintor y al escritor, al margen de sus m¨²ltiples actividades sociales, as¨ª como separar al Dal¨ª revolucionario del reaccionario
De momento, si fuera posible, habr¨ªa que aislar su actividad art¨ªstica de su escenograf¨ªa social y mercantil para afirmar algunos valores consistentes. Me gustar¨ªa que durante este a?o se pudiera analizar el Dal¨ª pintor y el Dal¨ª escritor con autonom¨ªa respecto al resto de las actividades acumuladas. Y adem¨¢s, distinguir dentro de su evoluci¨®n el Dal¨ª revolucionario y el Dal¨ª reaccionario.
Puestos en la l¨ªnea, hay que reservar un cap¨ªtulo aut¨®nomo al Dal¨ª escritor. Annemieke van de Pas public¨® en 1989 un libro magn¨ªfico y decisivo (Salvador Dal¨ª. L'obra literaria. Ed. Mediterr¨¤nia, Barcelona) en el que por primera vez se analizaba globalmente el tema y que, a pesar de su respeto por la obra pict¨®rica, parec¨ªa confirmar la famosa afirmaci¨®n del propio Dal¨ª: "S¨®c millor escriptor que pintor", que, evidentemente, est¨¢ formulada como un pretencioso exabrupto, pero que debe de tener alguna relaci¨®n con ciertas dificultades que ¨¦l mismo se reconoc¨ªa en el campo de la pintura y que ten¨ªan que llevarle hasta los grandes errores est¨¦ticos y conceptuales no s¨®lo de su ¨²ltima ¨¦poca, sino incluso de su periodo de plenitud.
Debo reconocer mi escasa admiraci¨®n hacia la pintura daliniana, y no digamos, por la escultura de ¨²ltima hora, si dejamos entre par¨¦ntesis el periodo m¨¢s creativo de preguerra en la l¨ªnea del surrealismo e incluso fuera de ella. Me parece que Dal¨ª err¨® al proponer la interpretaci¨®n de un nuevo clasicismo sin desprenderse de lo que podr¨ªamos llamar t¨¦cnicas pict¨®ricas y contenidos tem¨¢ticos de un cierto surrealismo, es decir, pasarse a una figuraci¨®n convencional desfigurada no seg¨²n sus propios instrumentos, como hizo Picasso en su periodo monumental, sino con sucesivas ingenuidades tem¨¢ticas. Con ello quedaron patentes dos graves insuficiencias: la paradoja de un gusto cuya disimulada torpeza no alcanzaba a ser una provocaci¨®n radical en t¨¦rminos culturales y una escasa habilidad para el dibujo y el trazo lineal en sus gestos m¨¢s esenciales. El problema del gusto figurativo y tem¨¢tico ha sido ya discutido en diversos aspectos e, incluso, puesto en cuesti¨®n en cuanto a la dependencia de los simples gustos del mercado menos refinado. Pero pocas veces he o¨ªdo criticar a Dal¨ª como un dibujante mediocre. Al contrario, el p¨²blico conformista lo suele clasificar entre los grandes, seguramente porque confunden la capacidad de reproducir acr¨ªticamente modelos reales con la vivacidad art¨ªstica del trazo.
Los grandes dibujantes de su generaci¨®n -Picasso, Mir¨®, Le Corbusier- lo eran porque pod¨ªan atribuir un tema expresivo a cada trazo manual, referido indistintamente a un objeto o a una idea. En cambio, los dibujos dalinianos y, consecuentemente, su pintura de la segunda ¨¦poca expresan poca cosa y cuando quieren reproducir una figura real no lo hacen ni en t¨¦rminos sint¨¦ticos como en el arte barroco o impresionista ni con la abstracci¨®n figurativa de los superrealistas. Pertenece al estilo de la fotograf¨ªa de carn¨¦ de identidad o de los retratos robot donde se exige escasa expresi¨®n y ning¨²n contenido art¨ªstico. En cualquier caso, estos valores en la obra de Dal¨ª intentan refugiarse en el contenido conceptual, un recurso que proviene de un sector del surrealismo, aunque mutilando su sentido integral.
Ser¨ªa, pues, interesante que durante el A?o Dal¨ª se discutieran algunos de estos aspectos espec¨ªficamente art¨ªsticos, aunque lo veo dif¨ªcil porque la publicidad nos llevar¨¢ a todos por otros caminos. Los mismos caminos que, a partir de los primeros a?os cuarenta, desviaron los buenos prop¨®sitos revolucionarios del maestro ampurdan¨¦s.
Oriol Bohigas es arquitecto.
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