Benditos sean nuestros h¨ªgados
Entre la abundante cosecha de iron¨ªas y paradojas con que la vida contribuye a nuestro regodeo espiritual, hay una que reluce m¨¢s que el sol. El antiguo mausoleo del emperador Diocleciano, conocido por su feroz persecuci¨®n a los cristianos, se convirti¨® hace siglos en la catedral de San Domnius y hoy en d¨ªa es uno de los templos m¨¢s visitados de Split, en la Dalmacia central. Menos mal que los restos mortales del emperador no se hallan en el templo porque, de lo contrario, oficiar misas cristianas con uno de los mayores perseguidores del cristianismo enterrado entre esas piedras ser¨ªa, m¨¢s que una iron¨ªa, un sarcasmo salvaje con aires de vendetta. Am¨¦n de que torturar despojos mortales, refreg¨¢ndoles por la calavera la clamorosa victoria del enemigo, es una cosa diametralmente opuesta a la misericordia cristiana.
Despu¨¦s de lo de Diocleciano, ?por qu¨¦ iba a sorprendernos entrar una noche en la Capella dels ?ngels y verla decorada con unos porros gigantes colgando sin recato de la b¨®veda junto a otros tantos medallones con el signo de la paz? ?Por qu¨¦ ¨ªbamos a sonre¨ªr maliciosamente al apurar nuestro gin t¨®nic y sorprender ciertas miradas lujuriosas, as¨ª como los contoneos de caderas con que la gente saludaba la m¨²sica atronadora y nada solemne que vomitaban los altavoces? ?Por qu¨¦, d¨ªganme, habr¨ªamos de regocijarnos diab¨®licamente al ver un antiguo templo cristiano convertido en patria temporal del esp¨ªritu hippy, con su Sex and drugs and rock'n roll y su Paz, flores y amor? ?Acaso no reivindicaron los hippies la figura de Jesucristo como uno de los suyos?
Y adem¨¢s la otra noche en la Capella dels ?ngels hab¨ªa mucho esp¨ªritu genuinamente cristiano. Para empezar, pululaban por all¨ª unas chicas que parec¨ªan haberse impuesto la dura y caritativa tarea de quitarle el hipo a la gente, cosa que, cuando corre el alcohol, es muy de agradecer. Para describir a estas chicas, baste decir que llevaban escrita en las piernas su condici¨®n de modelos como otras llevan escritas en las gafas su condici¨®n de ¨¢vidas devoradoras de libros. El hipo se lo quitaban mayormente a los caballeros, pero a las damas tambi¨¦n nos hac¨ªan felices porque nos permit¨ªan dar un paso definitivo en el conocimiento de nosotras mismas. "En mi pr¨®xima reencarnaci¨®n quiero ser negra y medir un metro ochenta", so?aba despierta y en voz alta una mujer menuda.
La fiesta, convocada a las once de la noche por el Taller de la Fundaci¨®n Macba y con dise?o y patrocinio del Grupo Pacha, se presentaba como una versi¨®n barcelonesa de la famosa fiesta Flower Power, que se celebra desde hace 25 a?os en la discoteca Pach¨¢ de Ibiza. De ah¨ª que la Capella dels ?ngels, que hace un mes pas¨® a manos del Museo de Arte Contempor¨¢neo de Barcelona (Macba), se convirtiera en una extensi¨®n de Ibiza y se llenara de modelos y de gog¨®s de look psicod¨¦lico que, subidas a una tarima, animaban al p¨²blico a bailar o sencillamente a entrar en ¨¦xtasis m¨ªstico al contemplarlas. De ah¨ª tambi¨¦n que la m¨²sica fuera de los a?os sesenta y setenta, y que hubiera profusi¨®n de flores, tanto en la decoraci¨®n como en los estampados de la ropa que llevaba la gente, peinados afro, tenderetes con el mismo tipo de productos que popularizaron los mercadillos ibicencos y pastelitos que recordaban el aspecto casero de los que hac¨ªamos para las fiestas de la ¨¦poca y donde a menudo met¨ªamos alg¨²n ingrediente de los que no suelen figurar en las recetas de masa para bizcocho de Simone Ortega.
Encima, para que no se diga que faltaba esp¨ªritu cristiano, la fiesta respond¨ªa a fines ben¨¦ficos, pues hab¨ªa sido convocada con el prop¨®sito de comprar una obra para el Macba. La idea, inspirada en la iniciativa de algunos museos estadounidenses, como el MOMA y el Metropolitan, que organizan cenas a unos 200 euros con derecho a un bocadillo cutre (seguro que ni siquiera untan el pan con tomate), es buscar nuevas formas de mecenazgo, y es la tercera vez que el Taller de la fundaci¨®n (el brazo joven, fr¨ªvolo y festivo del Macba, para entendernos) la pone en pr¨¢ctica para financiar la adquisici¨®n de obras de artistas j¨®venes. La primera vez, la recaudaci¨®n se destin¨® a la compra de una pieza de Eul¨¤lia Valldosera y en la segunda edici¨®n se adquiri¨® una obra de Dora Garc¨ªa.
Esta vez la entrada costaba 30 euros y daba derecho a tres consumiciones. Confieso que me sent¨ª muy edificada al ver cu¨¢ntas buenas personas hay en esta ciudad dispuestas a sacrificarle al arte un poco de h¨ªgado. Y es que los h¨ªgados de los barceloneses siempre han sido de una calidad innegable y nunca han retrocedido ante la idea de sobrecargarse de trabajo, sobre todo si encima se trata de ser buenos cristianos. Ya lo dec¨ªa Jaume Vidal hace unos d¨ªas en este mismo diario. La historia de esta ciudad no ser¨ªa la misma sin las copas, porque los barceloneses hacemos ciudad bebiendo. ?Que hay que atraer turistas? Pues hacemos unos bares cuya decoraci¨®n quita el aliento y esperamos a los turistas en la barra, bebiendo. ?Que hay que comprar obra de artistas j¨®venes para nuestros museos? ?A beber, ciudadanos! A tenor de todo ello, por un prurito de coherencia propongo que los barceloneses adoptemos la filosof¨ªa sumeria y acadia, que consideraba el h¨ªgado, y no el coraz¨®n, como el ¨®rgano principal, responsable de los sentimientos. Entonces, cuando le digamos a alguien cu¨¢nto lo amamos, no nos llevaremos la mano al pecho como ahora, sino que nos daremos unos suaves golpecitos en el h¨ªgado. Y as¨ª, de paso, lo tonificamos, que buena falta le hace.
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