El sabor de los h¨²sares
Las grandes obras, como las grandes jaquecas, se anuncian con un aura. El aura es lo mejor de la jaqueca. En su transcurso, la realidad sufre las fluctuaciones de una mancha de humedad sobre la pared. Las mejores pinturas de la historia del arte son producto del aura que precede a la jaqueca. Por eso no conviene hacer caso a la recomendaci¨®n de los m¨¦dicos de tomarse una pastilla a los primeros s¨ªntomas. Esos primeros s¨ªntomas son los que nos proporcionan una percepci¨®n diferente de las cosas. Van Gogh no habr¨ªa sido nada sin sus jaquecas y a Einstein se le apareci¨® la Teor¨ªa de la Relatividad en el transcurso de un aura.
Todo lo que en m¨ª precedi¨® al conocimiento de la obra de Ram¨®n G¨®mez de la Serna tuvo tambi¨¦n las caracter¨ªsticas de un aura: ligeros cambios en la percepci¨®n del entorno, desplazamientos en el significado de los objetos cotidianos, peque?as distorsiones de lo real. Un d¨ªa, de peque?o, mis padres me dejaron en casa de un t¨ªo soltero al que en la familia calificaban de raro. Mi t¨ªo no me hizo el menor caso, pero logr¨® que yo estuviera toda la tarde pendiente de ¨¦l y de un grupo de amigos suyos, todos solteros o asim¨¦tricos, con los que jugaba a las cartas en el cuarto de estar de la vivienda. Entre jugada y jugada, uno de ellos dijo:
-No hay que tirarse desde demasiado alto para no arrepentirse por el camino.
A lo que otro respondi¨®:
-Los h¨²sares van vestidos de radiograf¨ªa.
Se me qued¨® grabado el t¨¦rmino h¨²sar. Al pronunciarlo sent¨ª un sabor en la punta de la lengua. Se trata de una forma de sinestesia o de desplazamiento que me ocurre con algunas palabras. Pl¨¢tano, por ejemplo, me sabe a pez (hay una greguer¨ªa seg¨²n la cual el pl¨¢tano es el ¨²nico pez sin espina). H¨²sar me supo a esqueleto, seguramente por aparecer asociada a la radiograf¨ªa. Si tuviera que decir a qu¨¦ sabe el esqueleto, dir¨ªa lo que san Agust¨ªn del tiempo: "Si me preguntan a qu¨¦ sabe, no lo s¨¦; si no me lo preguntan, lo s¨¦".
A llegar a casa, abr¨ª la enciclopedia, busqu¨¦ "h¨²sar" y comprob¨¦ en la ilustraci¨®n del art¨ªculo que los h¨²sares iban efectivamente disfrazados de radiograf¨ªa. En visitas posteriores a la casa de mi t¨ªo comprend¨ª que ¨¦l y sus amigos compet¨ªan por ver qui¨¦n se sab¨ªa m¨¢s frases de este tipo. Uno dec¨ªa:
-La linterna del acomodador nos deja una mancha de luz en el traje.
A lo que respond¨ªa otro:
-Hay unos f¨®sforos que se encienden un poco despu¨¦s de haberlos rascado como si hubiesen perdido la memoria de su deber.
Yo me quedaba sobrecogido por aquellas analog¨ªas fant¨¢sticas, que, como el aura de la jaqueca, anunciaban un gran cataclismo. Y es que las Greguer¨ªas de Ram¨®n G¨®mez de la Serna fueron el aura que anunci¨® el cataclismo que supuso para m¨ª el conocimiento del resto de su obra. Todav¨ªa hoy, cuando digo G¨®mez de la Serna, mis gl¨¢ndulas sublinguales segregan saliva con sabor a esqueleto o a linterna o a suicidio. Una tarde descubr¨ª en casa de mi t¨ªo un libro donde estaban reunidas todas aquellas frases. El libro se ca¨ªa a pedazos. Estaba al lado de una revista pornogr¨¢fica, pero prefer¨ª la literatura a la pornograf¨ªa. Pocos autores podr¨ªan conseguir eso de un preadolescente. Me sent¨¦ en el suelo debajo de la ventana y me puse a devorar greguer¨ªas con la voracidad de un ni?o glot¨®n que acabara de descubrir una caja de bombones. Cada greguer¨ªa ten¨ªa un sabor distinto. Algunas, al morderlas, te llenaban la boca de l¨ªquido. Otras ten¨ªan un tacto terroso, pero un sabor adictivo. Las hab¨ªa duras y blandas, hexagonales y cuadradas, redondas y planas. "La electricidad forma parte del sistema nervioso de Dios". "Lo m¨¢s terrible que tenemos es el bulbo raqu¨ªdeo". "?Y si las hormigas fuesen ya los marcianos establecidos en la Tierra?". "Aburrirse es besar a la muerte". "Los ojos del caballo de juguete revelan su espanto de ser de cart¨®n"...
En esto, pas¨® mi t¨ªo y al levantar la vista del libro observ¨¦ en ¨¦l una mirada especial, como si hubiera descubierto el "da?o" irreparable que me hab¨ªa hecho aquel descubrimiento...
Ya de mayor, comentando con un amigo lo importante que hab¨ªan sido para mi formaci¨®n las Greguer¨ªas de G¨®mez de la Serna, me mir¨® con expresi¨®n de suficiencia, como si hubiera enaltecido una obra menor.
-Nunca he sido capaz de leer m¨¢s de dos p¨¢ginas seguidas de ese libro -dijo.
Le respond¨ª con una greguer¨ªa, esta vez de Lichtenberg, que dice as¨ª: "Cuando un libro choca con una cabeza y suena a hueco, ?se debe s¨®lo al libro?".
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