El que nunca traicion¨®
Le pregunt¨¦ sus razones para continuar en el partido comunista, y me dijo: "Por no traicionar al militante de base". V¨¢zquez Montalb¨¢n nunca traicion¨®. Puede que ¨¦sa sea una condici¨®n rid¨ªcula en un mundo de plastilina como el de hoy, donde la gente toma la forma del recipiente que le contiene. Era una ¨¦poca en que el partido se precipitaba de desastre en desastre, y la izquierda empezaba a desmoronarse: incluso cuando cre¨ªa que hab¨ªa ganado unas elecciones. Es admirable que haya muerto sin traicionar su condici¨®n de escritor, de curioso, de viajero. Conoc¨ªa su enfermedad, y apenas la cuidaba; ten¨ªa una capacidad impresionante de lo que no s¨¦ si llamar trabajo, porque en ¨¦l escribir y mirar, ver la gente, escribir sobre ella, imaginar lo que pod¨ªa ser el mundo en torno, era una condici¨®n humana. Escribi¨® sobre los grandes personajes de nuestro tiempo, gruesos libros cargados de datos, de interpretaci¨®n de los datos, de lealtad -otra vez- a lo real sin perder nunca de vista lo posible y lo imposible. Franco, Pasionaria; el comandante Marcos; el ¨¢spero caso Gal¨ªndez con el nacionalismo vasco en el exilio y los cr¨ªmenes de Trujillo. Un periodismo extenso, bien poblado de conocimiento: una investigaci¨®n no s¨®lo de archivos, libros o mesas, sino de viajes y charlas, de escuchar y anotar en una memoria prodigiosa.
Solo s¨¦ decir como homenaje que siempre me hubiera gustado escribir como ¨¦l
Nada de eso era obst¨¢culo para su adicci¨®n a la gastronom¨ªa; era un comil¨®n de gusto, era de los que explicaba a Maite o al chef lentamente lo que quer¨ªa y c¨®mo lo quer¨ªa. Alguna vez ¨ªbamos a comer un cocido al Picard¨ªas -una taberna cl¨¢sica por el Madrid taurino de detr¨¢s de la Puerta del Sol- y despu¨¦s ve¨ªa pasar una paella para otra mesa, y dec¨ªa: "?Y si encarg¨¢semos ahora una paella?". Mientras escrib¨ªa en su casa, cocinaba: se levantaba del ordenador para ir a revolver un poco su guiso del d¨ªa.
Me miro a m¨ª mismo escribiendo esta necrolog¨ªa indeseada, que me asombra: estos trances del periodismo de urgencia que obligan a volcar la emoci¨®n en cuatro l¨ªneas mal escritas, con los recuerdos golpe¨¢ndose. No s¨¦ c¨®mo transmitir todo lo que ten¨ªa ese hombre de amor por la verdadera humanidad. Solo s¨¦ decir como homenaje que siempre me hubiera gustado escribir como ¨¦l.
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