El libro rojo
Parece demostrada la influencia de las cubiertas cuando de libros tratamos. El color, sobre todo el color, influye en nuestro ¨¢nimo comprador y quiz¨¢s en el lector. Sabedores de esta atracci¨®n, las editoriales hacen esfuerzos para que nuestra mirada se dirija hacia el libro a promocionar, dot¨¢ndolo de todos los que el arco iris contempla y de algunos m¨¢s.
La apariencia es elemento fundamental cuando se trata de adquirir un producto y la mercadotecnia ha estudiado las formas y las texturas, los tama?os y grosores, y las otras mil circunstancias que nos inducen a interesarnos por un bien colocado al lado de su competidor. Esto sucede con los detergentes y los perfumes, con los productos caros y baratos, perennes o perecederos y, por qu¨¦ no, tambi¨¦n con los libros, objeto cultural.
Hay casos en que se intenta, adem¨¢s, que el continente insin¨²e el contenido, as¨ª sea en lo m¨¢s sutil, y logrado dicho fen¨®meno, el ¨¦xito parece asegurado. Tal debi¨® suceder con el primer libro rojo que recordamos por su aspecto y que se deb¨ªa, nada m¨¢s y nada menos, que a un rojo tan de pro como fue Mao Zedong -o Tse Tung, seg¨²n transcripci¨®n de la ¨¦poca- y que conten¨ªa las m¨¢ximas a las cuales ning¨²n adelantado en el intelecto pod¨ªa sustraerse.
Seguramente para compensar la perniciosa ideolog¨ªa china, los mandarines de nuestra cultura decidieron dar la r¨¦plica con las mismas armas que los revolucionarios, y calificaron de libro rojo al bendito Camino de Monse?or Escriv¨¢: all¨¢ van los sesudos pensamientos, a caminar entre los f¨¦rtiles cerebros de la tecnocracia.
La fusi¨®n en la mente de estos contrarios, sin duda, nos transport¨® al estado de bienestar, y ante el mismo se impone la gourmandiserie, o sea, la golosina llevada a nuestra vida. Por esa raz¨®n, en los ¨²ltimos a?os, los ¨²nicos libros rojos que reconocemos son aquellos que nos adoctrinan en los placeres de la carne o el pescado, de los vinos y licores y que, seg¨²n observamos, tambi¨¦n dejan ah¨ªto nuestro esp¨ªritu con los efluvios que de ellos se desprenden.
Las ¨²ltimas ediciones de la Gu¨ªa Michelin ya no se conocen, como sol¨ªan, con el t¨ªtulo citado; puesto que de una suerte de Biblia se trata -para uso de fieles y rojos, venerables por la edad y otras circunstancias socioecon¨®micas- el librillo se intitula La Gu¨ªa Roja y presta asidero moral a aquellos a quienes el tiempo ha tornado en sus convicciones y asentado en la tierra, alej¨¢ndolos de aquellas alturas, peligrosas para el caminante, en las que nos hab¨ªan instalado los antiguos libros carmes¨ª.
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