El nuevo 'Consenso de Buenos Aires'
DESPU?S DE UN PRIMER MOMENTO en el que las circunstancias los unieron, en los ¨²ltimos tiempos hab¨ªan aparecido elementos de recelo entre los mandatarios brasile?o y argentino, Lula y Kirchner. O al menos entre las opiniones p¨²blicas de ambos pa¨ªses. Que si Argentina no hab¨ªa encontrado el suficiente apoyo del vecino en la negociaci¨®n con el FMI; que si Brasil hab¨ªa adquirido un protagonismo superior al tradicional en la Cumbre de Canc¨²n; que si hab¨ªa una diplomacia paralela de Argentina m¨¢s cercana a EE UU que al Mercosur...
Tapar este distanciamiento, aparente o real, era uno de los objetivos de la visita que ha hecho Lula a Buenos Aires. Se ha tratado de la cuarta reuni¨®n que han mantenido en los ¨²ltimos cinco meses. Adem¨¢s de diversos aspectos de la pol¨ªtica bilateral interna, la cumbre brasile?o-argentina ten¨ªa dos ideas fuerzas. La primera, potenciar el papel del Mercosur, bastante an¨¦mico en los ¨²ltimos tiempos. Frente a la iniciativa norteamericana del Acuerdo de Libre Comercio para las Am¨¦ricas (ALCA), los dos pa¨ªses tendr¨¢n una voz com¨²n e ir¨¢n juntos a las negociaciones.
El problema surgi¨® cuando, tras aplicar las recetas del 'Consenso de Washington', Am¨¦rica Latina sigui¨® padeciendo las crisis. Las reformas de segunda generaci¨®n, basadas en la redistribuci¨®n, nunca llegaron
La segunda idea fuerza, de consolidarse, es de grueso calibre: una convergencia de las ideas para poner en marcha un consenso en las pol¨ªticas econ¨®micas, en la que lo social tendr¨¢ la prioridad. A eso se le ha denominado Consenso de Buenos Aires. Es dif¨ªcil no encontrar un cierto antagonismo con el llamado Consenso de Washington que domin¨® el panorama latinoamericano, en el terreno de las ideas y de las pol¨ªticas aplicadas durante los noventa. Pero ambos dirigentes han subrayado m¨¢s el car¨¢cter de agenda paralela que de agenda antag¨®nica.
El Consenso de Washington fue una expresi¨®n acu?ada por el economista norteamericano John Williamson en 1989, que trataba de establecer una especie de "buen sentido econ¨®mico que sea aceptado de forma global". Naturalmente, ese buen sentido econ¨®mico se med¨ªa en relaci¨®n con las modas y las ideas dominantes de la ¨¦poca, que eran las del neoliberalismo. Contemplaba puntos que, en muchos casos, fueron tratados como fines y no como herramientas: la disciplina presupuestaria, cambios en las prioridades del gasto p¨²blico, reformas fiscales con bases impositivas amplias y tipos marginales moderados, liberalizaci¨®n financiera y comercial, privatizaciones generalizadas, desregulaci¨®n, etc¨¦tera. Fue tal la fuerza del Consenso de Washington que algunos lo denominaron la "ideolog¨ªa del mundo" (Fitoussi), y otros, "pensamiento ¨²nico".
El problema lleg¨® cuando, despu¨¦s de aplicar los principales mandamientos de ese consenso, los pa¨ªses latinoamericanos continuaron sufriendo los rigores de las crisis y los ciudadanos manifestaron su descontento. Seg¨²n una encuesta que obra en poder del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), casi el 50% de los ciudadanos de la regi¨®n prefiere la democracia antes que otro sistema pol¨ªtico, pero estar¨ªan dispuestos a sacrificarla si alguien les solucionase sus problemas cotidianos (desempleo, pobreza, desigualdad, econom¨ªa sumergida, desatenci¨®n del Estado, etc¨¦tera). Es una democracia de baja intensidad.
Surgi¨® as¨ª la idea de implantar las reformas de segunda generaci¨®n, que tuvieran en cuenta los aspectos relacionados con la distribuci¨®n de la renta y la riqueza. El Consenso de Buenos Aires (impulsar el crecimiento, distribuci¨®n m¨¢s equitativa, pago de las obligaciones con los acreedores pero no a costa de poner en cuesti¨®n el desarrollo, b¨²squeda de pol¨ªticas aut¨®nomas sin necesidad de autorizaci¨®n de los pa¨ªses centrales...) se reclama de esta segunda parte de la ecuaci¨®n, nunca aplicada. Lula tiene encima de la mesa el Programa Hambre Cero, y Kirchner ha acu?ado la filosof¨ªa del "crecimiento con equidad". En ambos casos se opina que el desarrollo econ¨®mico depende m¨¢s de las pol¨ªticas activas que de la estabilidad y las liberalizaciones. Su ¨¦xito pol¨ªtico ser¨¢ calibrado en relaci¨®n con el grado de desarrollo econ¨®mico en sus sociedades.
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