El colegio de los horrores
Los casos de pederastia en la Casa P¨ªa, la instituci¨®n educativa m¨¢s prestigiosa de Portugal, hipotecan la agenda pol¨ªtica del pa¨ªs
La Casa P¨ªa de Lisboa no es una instituci¨®n menor, no puede confundirse en modo alguno con un simple colegio ni con un modesto orfanato; es la entidad p¨²blica de car¨¢cter educativo m¨¢s prestigiosa de Portugal, en la que cursan estudios unos 4.500 alumnos y trabajan cerca de 1.400 funcionarios. Sus instalaciones deportivas son la envidia de muchos colegios, as¨ª como sus edificios y recintos repartidos por la capital. Justo detr¨¢s del monasterio de los Jer¨®nimos est¨¢ su sede central, el colegio Pina Manique. "En sus 233 a?os de historia", dice con gran seriedad su nueva directora, Catalina Pestana, "de aqu¨ª han salido los mejores pintores portugueses modernos, bailarines, m¨¦dicos, maestros relojeros y hasta pol¨ªticos". Ser casapiano era una distinci¨®n en Portugal, un orgullo. "Primero se era casapiano y luego ciudadano", matiza la directora. Pero algo fall¨® en el sistema y aquel colegio pas¨® a ser la casa de los horrores.
La polic¨ªa lleg¨® a grabar conversaciones del secretario general del Partido Socialista
Centenares de ni?os fueron sometidos a abusos por miembros de la ¨¦lite portuguesa
Y fall¨® durante muchos a?os: centenares de ni?os, los m¨¢s desfavorecidos, los internos, los hu¨¦rfanos y los sordomudos fueron sometidos a abusos sexuales y hasta prostituidos por miembros de la ¨¦lite portuguesa. Los testimonios superan el centenar y corresponden a alumnos de tres generaciones. "Hay ni?os con da?os irreversibles en sus genitales, ni?os que no pueden controlar sus esf¨ªnteres como consecuencia de los abusos continuados", relata la directora. Durante 30 a?os rein¨® la ley del silencio. Quienes sab¨ªan, callaron; las denuncias se traspapelaron. As¨ª hasta el pasado 23 de noviembre, cuando una periodista, la reportera Felicia Cabrita, del semanario Expresso, denunci¨® el caso. Un joven juez, Rui Teixeira, que acude al juzgado en vaqueros, camiseta y zapatillas de deporte, un hombre discreto que no habla con la prensa, en cuyo juzgado hay pocos casos atrasados, abri¨® una investigaci¨®n.
Desde entonces, Portugal est¨¢ en vilo, preparado para digerir cualquier sorpresa, envuelto en cientos de rumores que implican a mucha gente, dividido entre quienes defienden a los primeros imputados y quienes piden que caiga sobre ellos todo el peso de la justicia. El calendario pol¨ªtico portugu¨¦s parece marcado ahora mismo por el calendario del proceso. No hay muchas filtraciones a pesar de la enorme presi¨®n medi¨¢tica. La instrucci¨®n terminar¨¢ a finales de enero. Hasta entonces puede suceder cualquier cosa. Se habla de una red, de ministros implicados que todav¨ªa est¨¢n por salir a la luz. La propia directora anunci¨® que cuando se sepa todo habr¨¢ un aut¨¦ntico terremoto sobre Portugal.
La prensa menciona la existencia de 82 sospechosos, pero de momento s¨®lo han pisado la c¨¢rcel una docena. Y no una docena cualquiera. Un antiguo embajador en Sur¨¢frica y la Unesco, Jorge Ritto, quien supuestamente organizaba en su domicilio org¨ªas con menores. El n¨²mero dos y portavoz del Partido Socialista, el joven Paulo Pedroso, que sali¨® en libertad el pasado 8 de octubre tras un recurso de sus abogados, pero que mantiene su condici¨®n de imputado. Nada m¨¢s salir, pidi¨® recobrar su condici¨®n de diputado. El mi¨¦rcoles asisti¨® al Parlamento: algunos colegas le felicitaban, otros eludieron el saludo. La opini¨®n p¨²blica se preguntaba si no hab¨ªa sido objeto de alg¨²n trato de favor.
La detenci¨®n estrella fue la del personaje m¨¢s popular de Portugal, Carlos Cruz, un presentador de televisi¨®n detenido el 30 de enero. Cruz es un hombre bien parecido, de 62 a?os, casado en segundas nupcias con una joven modelo, Raquel. Raquel y su peque?a hija de un a?o le visitan todos los d¨ªas en la c¨¢rcel. Raquel tiene una columna diaria en el peri¨®dico 24 horas, donde defiende la inocencia de su marido y arremete contra supuestos falsos testigos y jueces presuntamente corruptos.
Un personaje central en la trama es Carlos Silvino, apodado Bibi. Fue el primer detenido. Funcionario de Casa P¨ªa. Hac¨ªa labores de jardinero y motorista, entre otras, pero tambi¨¦n era quien presuntamente reclutaba u obligaba a los menores, quien serv¨ªa de enlace entre ni?os y clientes. Bibi va en un sumario aparte y la polic¨ªa judicial busca su colaboraci¨®n. Parece que sufre alg¨²n tipo de ligera minusval¨ªa mental. Esta semana se ha publicado que dispon¨ªa de una agenda de tel¨¦fonos donde presumiblemente pueden estar las identidades de los principales clientes.
Portugal se pregunta c¨®mo ha podido suceder algo parecido. Durante 30 a?os, la instituci¨®n fue el centro de un abuso continuado de menores. Ahora se sabe que todav¨ªa hay ped¨®filos dentro de la instituci¨®n. "Se perdi¨® de vista el bienestar de los alumnos. No estaba permitido denunciar nada que pusiese en riesgo el buen nombre de la instituci¨®n", reconoce su directora. "Hab¨ªa una cultura interna, autosuficiente, que se ha convertido en un estigma". Entre los abogados de algunos testigos hay antiguos alumnos y ellos corroboran la existencia de abusos.
Presi¨®n a testigos
Los testigos son ahora objeto de presi¨®n por los abogados defensores: se habla de falta de pruebas, de chicos convertidos en mentirosos compulsivos. "Los ni?os", dice la directora del colegio, "no pueden enga?ar a m¨¦dicos forenses, a psic¨®logos y a polic¨ªas expertos. Chicos que apenas se conoc¨ªan han coincidido en sus testimonios, han dado detalles precisos de algunos domicilios, incluso detalles ¨ªntimos de sus abusadores, aunque no conozcan su identidad real". La cuesti¨®n tambi¨¦n es que algunos de esos delitos, al menos los m¨¢s antiguos, han prescrito.
Portugal es un hervidero de rumores, que alcanzan al actual Gobierno. Se habla de un ministro, conocido en la noche portuguesa como Catherine Deneuve. Y est¨¢ en juego, finalmente, la credibilidad en el sistema judicial, una justicia lenta y pesada que puede poner a un ciudadano en la c¨¢rcel durante cuatro a?os sin que ¨¦ste tenga derecho a conocer cu¨¢l es la acusaci¨®n que pesa sobre ¨¦l. Durante las investigaciones se filtr¨® que la polic¨ªa hab¨ªa grabado conversaciones del propio secretario general del PS, Ferro Rodrigues, con el presidente de la Rep¨²blica, Jorge Samp?io.
"La revoluci¨®n toc¨® todo menos la justicia", dice Antonio Barreto, ex ministro y soci¨®logo experto en temas judiciales. "La justicia creci¨® mucho en Portugal, pero no hubo remodelaci¨®n. Las leyes procesales son obsoletas y los jueces han ganado poder. En Portugal tenemos el r¨¦cord europeo de amnist¨ªas. Entre 1991 y 2000 prescribieron m¨¢s de 60.000 casos".
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