Escritores
La Universidad de C¨¢diz lleva seis a?os celebrando un ciclo de conferencias titulado Presencias literarias. Pocas universidades pueden presumir de estar recibiendo de manera constante la visita de escritores vivos. Salvo alguna excepci¨®n, todo lo que ata?e a las Humanidades en la universidad espa?ola suele estar muerto.
Lo normal es que este tipo de actividades empiece con mucha fuerza, con un par de figuras muy conocidas, y que luego se venga abajo bien porque los escritores declinan la invitaci¨®n, bien porque (y esto es lo m¨¢s frecuente) los organizadores renuncian a seguir invitando gente, desalentados ante el escaso p¨²blico que suele acudir a estos actos. Por eso tiene tanto m¨¦rito que el vicerrectorado de extensi¨®n universitaria de la UCA haya logrado mantener estas Presencias literarias durante tanto tiempo. En esto ha tenido mucho que ver la profesionalidad y el encanto personal de Antonio Javier Gonz¨¢lez Rueda, la persona que durante estos seis a?os ha estado a pie de obra, cuidando de que todo saliera bien.
Con todos los nombres consagrados y todos los premios nacionales de literatura que est¨¢n pasando por all¨ª, las Presencias literarias de la UCA tampoco est¨¢n a salvo del fantasma que atormenta a todo el que organiza un acto cultural en la universidad: que no vaya nadie. Se supone que la presencia en una universidad de escritores cuyos nombres est¨¢n ya en los libros de bachillerato deber¨ªa ser suficiente est¨ªmulo. No lo es. Hay muy pocos escritores capaces de llenar un auditorio. Cuando yo estaba en la facultad los profesores suspend¨ªan las clases o celebraban estas conferencias en el aula, garantizando as¨ª la presencia de los estudiantes. Pese a todo, pese a que cocinar una paella gigante en protesta por el hambre en el mundo es hoy por hoy un acto m¨¢s atractivo que la charla de un escritor, sigue habiendo quien prefiere invitar a un poeta o a un novelista en vez de hacer un arroz.
Para combatir el poco entusiasmo que uno y otro despiertan, el vicerrectorado de la UCA ha creado el Pasaporte literario, un certificado de asistencia a estas conferencias, canjeable por dos cr¨¦ditos de libre configuraci¨®n y que permite adem¨¢s participar en el sorteo de un lote de libros. Suena pat¨¦tico, y posiblemente lo sea, pero cualquiera de nosotros har¨ªa lo mismo. O lo ha hecho. Yo en vez de un lote de libros he llegado a sortear un lote de chuches.
Hace poco, en un acto de la Fundaci¨®n Caballero Bonald se habl¨® sobre el papel social del escritor. No s¨¦ si alguien dijo que un escritor vivo es un ser insignificante, salvo que est¨¦ a punto de di?arla o que est¨¦ s¨²per muerto como Cervantes. Entonces s¨ª se convierte en un objeto valioso a ojos de la industria cultural. En Andaluc¨ªa ya se est¨¢n celebrando las primeras fiestas de cumplea?os del Quijote. Este libro, que resisti¨® primero el desprecio y luego todas las interpretaciones que caben en cuatro siglos, igual no sobrevive a la sarta de celebraciones y homenajes que ya est¨¢ en marcha para el a?o que viene. Cervantes nunca hubiera llenado, ni con chuches, el sal¨®n donde se celebran las Presencias literarias de C¨¢diz.
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