Ciao, Manolo
Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n era amigo m¨ªo. Era un hombre arisco, alegre, ir¨®nico, firme y valeroso. Nos hicimos amigos demasiado tarde respecto a cuando escuch¨¦ su nombre por primera vez. Entonces eran los a?os sesenta, y ¨¦l, junto con otros tres estudiantes antifranquistas, Salvador Clotas, Mart¨ª Capdevila y Ferran Full¨¤, estaba encerrado en la c¨¢rcel de Lleida por haber escrito y expresado opiniones mal vistas respecto a las que el general¨ªsimo Franco prefer¨ªa que le fueran referidas. Y opiniones as¨ª, en la Espa?a de entonces, estaban consideradas como "actividad contra el Estado".
Manolo conoc¨ªa acaso su Barcelona como nadie, aunque no estoy siendo justo, porque hay otros amigos, como Jorge Herralde, Enrique Vila-Matas o Juan Mars¨¦, que la conocen igual de bien; lo que ocurre es que ¨¦l la hab¨ªa "adoptado". O, mejor dicho, hab¨ªa adoptado la Barcelona hu¨¦rfana, la de los barrios antiguos, poblada de gente pobre, de marginados, de jubilados, de viejos republicanos sobrevividos a los fusilamientos de Franco y a la edad. La misma Barcelona de Merc¨¨ Rodoreda, la de la Plaza del Diamant, donde todav¨ªa hay fiestas populares con farolillos de papel y muchachas que para bailar calzan zapatos blancos de tacones altos. Esa Barcelona que se encuentra en sus libros: pensioncillas incre¨ªbles frecuentadas por clientes incre¨ªbles, locales donde se juega a las cartas o a las damas en una irrespirable atm¨®sfera de tabaco negro, restaurancitos donde se comen los mejores platos de pescado del Mediterr¨¢neo.
Manolo amaba mucho la cocina, era un gastr¨®nomo de excepcional finura. Pero sobre todo amaba la vida. Un d¨ªa me dijo que de joven hab¨ªa comprendido lo que era el franquismo por uno de sus lemas: "?Viva la muerte!". Su h¨¦roe, Pepe Carvalho, retoma uno de los subg¨¦neros m¨¢s ricos y vitales de la literatura espa?ola, la picaresca. Pepe, en el fondo, es un p¨ªcaro que trabaja como detective, uno que va tirando, un pobre diablo, uno del Sur, en pocas palabras, como todos nosotros los del Sur. Todo lo contrario del detective anglosaj¨®n, que viste de esmoquin, juega a la canasta y bebe champ¨¢n. Pero no est¨¢ escrito en ninguna parte que para descubrir fechor¨ªas haya que ir de esmoquin.
Adem¨¢s de sus numerosas novelas, Manolo, con los instrumentos propios del gran escritor que era, escribi¨® una suerte de biograf¨ªa. La de Francisco Franco. Una biograf¨ªa magn¨ªfica, un an¨¢lisis impecable contra el que los pol¨ªticos espa?oles nost¨¢lgicos no objetaron nunca nada. Es una pena que no sea citada jam¨¢s por los publicistas que recientemente se est¨¢n afanando en Italia por revalorizar el franquismo. He o¨ªdo decir en la televisi¨®n italiana que hab¨ªa muerto "un escritor a contracorriente". Si la definici¨®n tiene en s¨ª algo de exacto, resulta siniestra para todos nosotros. V¨¢zquez Montalb¨¢n era un escritor antifascista; por lo tanto, ?cu¨¢l es la corriente en boga?
Echar¨¦ de menos a Manolo, estoy seguro. Ser¨¢n muchos quienes le echen de menos. Pero los escritores tienen una ventaja sobre los presentadores de programas que cada noche hilvanan su ch¨¢chara en la televisi¨®n. Una vez apagada la pantalla, sus palabras mueren. Los libros, en cambio, permanecen. ?Es que hay alguien que vuelva a ver los v¨ªdeos de ciertos programas, por vociferantes y escandalosos que sean? Si hay quien no ha le¨ªdo todav¨ªa los libros de V¨¢zquez Montalb¨¢n, que se apresure a hacerlo, porque son una buena compa?¨ªa. Despu¨¦s podemos dejarlos a un lado, para rele¨¦rnoslos cuando nos parezca.
Traducci¨®n de Carlos Gumpert.
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