Sin palmas por buler¨ªas

La versi¨®n de Gounod del mito de Fausto lleg¨® a Sevilla con honores de inauguraci¨®n de temporada. Dos estrellas destacaban en el cartel: Jorge Lavelli y Mar¨ªa Bayo. Lavelli es un hombre de teatro, y eso se nota. Dio un tono de enso?aci¨®n al espect¨¢culo, apoy¨¢ndose en un ritual en cierto modo circense. La carpa t¨ªpica era sustituida por una de esas espectaculares estructuras de hierro y cristal que supon¨ªan un motivo de orgullo del despegue industrial para la clase burguesa parisina. La correspondencia visual con la m¨²sica tambi¨¦n burguesa de Gounod estaba servida. La transici¨®n de lo espec¨ªficamente alem¨¢n a lo franc¨¦s se forjaba con suavidad. Todo ello sin olvidar los valores eternos del teatro y el drama. Los maquillajes en blanco de los rostros, los guantes, introduc¨ªan un distanciamiento casi brechtiano; las s¨¢banas blancas o la noria de luces aliviaban el desarrollo del discurso reflexivo. Lavelli ejerce su magisterio en el oficio de contar. Su claridad resplandece. Y saca partido al movimiento de grupos y a los destellos teatrales de los actores, en especial de Mar¨ªa Bayo, inmensa en su carga tr¨¢gica cuando recorre la escena de punta a punta con el ni?o-mu?eco muerto o cuando, en la c¨¢rcel, canta a d¨²o con el tenor la emotiva escena final.

Mar¨ªa Bayo debutaba en el personaje de Margarita. No defraud¨®, y se llev¨® las m¨¢s grandes ovaciones de la noche, pero a su personaje le falta a¨²n rodaje, especialmente en el lado m¨¢s l¨ªrico. Comprende Bayo la evoluci¨®n de Margarita y la muestra magistralmente a trav¨¦s de sus recursos expresivos y dram¨¢ticos. El irregular tenor Robert Nagy cant¨® como a impulsos, sacando a relucir por instantes un timbre bello. La simplemente correcta interpretaci¨®n de Alastair Miles dej¨® a Mefist¨®feles bastante descafeinado. El resto del reparto cumpli¨® holgadamente. La Orquesta de Sevilla y su director, Stephen Barlow, se durmieron en los laureles desplegando una lectura escasa de matices y con tendencia a la monoton¨ªa. Hubo fuertes ovaciones, pero las t¨ªpicas palmas por buler¨ªas se quedaron esta vez en el m¨¢s recogido silencio.