Antisemitismo
El antisemitismo es una de las m¨¢s viejas y tenaces manifestaciones del racismo, y una de las m¨¢s criminales, si no la m¨¢s. El primer ministro de Malaisia, Mahatir Mohamad, acaba de alimentar este monstruo al vincular a los jud¨ªos con una supuesta pol¨ªtica de control del planeta. Es un s¨ªntoma de algo muy preocupante: la extensi¨®n del antisemitismo por el mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n. Esa extensi¨®n, expresada en la circulaci¨®n y en la popularidad de los peores t¨®picos acu?ados por el nazismo en muchos pa¨ªses ¨¢rabes y musulmanes, se nutre hoy en d¨ªa de un error grav¨ªsimo: la identificaci¨®n entre la pol¨ªtica respecto a los palestinos del Gobierno de Israel, y en particular la de sus ultras, con toda una cultura, una religi¨®n, una comunidad. Y as¨ª, las tropel¨ªas de los esp¨ªas, los soldados y los colonos de Sharon son presentadas muchas veces en los medios de comunicaci¨®n ¨¢rabes y musulmanes como tropel¨ªas de los jud¨ªos. Algo inadmisible.
Pero este antisemitismo no es t¨ªpico ni tiene sus ra¨ªces en el islam; al contrario, es originario del Viejo Continente, y ha ido cuajando en el mundo isl¨¢mico en paralelo a las pol¨ªticas de ocupaci¨®n de Israel, y m¨¢s recientemente a la carta blanca que el Gobierno de Bush le otorga al Likud y a la indiferencia de gran parte de las opiniones p¨²blicas israel¨ª y estadounidense por los sufrimientos de los palestinos. Vive ahora de una terrible simetr¨ªa, del odio contra todo lo jud¨ªo en muchos pa¨ªses isl¨¢micos y de la invisibilidad palestina en Estados Unidos, con sus correspondientes figuras de exclusi¨®n: el diablo sionista y americano en tierra del islam y un sujeto inexistente y por tanto sin derechos que sirve de excusa a los terroristas en tierras occidentales.
Ayer, 144 pa¨ªses se pronunciaron en la Asamblea General de la ONU -con la lamentable excepci¨®n de Estados Unidos, que no tiene derecho de veto en este foro- en contra del muro que Israel est¨¢ levantando para protegerse de atentados palestinos. Ser¨ªa absurdo tildar de antisemitas a esos 144 pa¨ªses, incluidos los de la Uni¨®n Europea, que votaron contra algo que repugna a la conciencia civilizada. M¨¢xime cuando el muro no se limita a cercar la propia finca -el Israel anterior a la guerra de 1967-, sino que penetra en la del otro: los territorios palestinos. Desde el respeto y consideraci¨®n que merece el juda¨ªsmo y desde la repugnancia que provoca el antisemitismo, debe quedar espacio para la cr¨ªtica m¨¢s severa a la pol¨ªtica de Sharon por contraria, entre otras cosas, a los intereses de paz y seguridad del Estado fundado por Ben Gurion.
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